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Fernando Lugo el favorecido por la prensa hegemónica

Desde un principio, el cura presidente Fernando Lugo ha demostrado que lo único que le interesa es ganar el favor de los medios hegemónicos
Luis Agüero Wagner
lunes, 26 de diciembre de 2011, 09:23 h (CET)

El famoso periodista alemán de origen judío Kurt Tucholsky advirtió alguna vez que el periodismo es el tejido de mentiras más complejo que jamás se haya inventado, algo que tiende a confirmarse cuando se analizan las versiones difundidas por los medios hegemónicos sobre el cura presidente de Paraguay, Fernando Lugo.

Desde un principio, todos los actos de este personaje de la farándula internacional estuvieron destinados a complacer a los sectores de la prensa hegemónica que con sus mentiras lo llevó al poder.  Apenas se acomodaba en el cargo, nombró ministra de la mujer a Gloria Rubin, intentando ganarse el favor de una de las roscas mafiosas que controla los medios paraguayos, la que encabeza el ex animador de los cumpleaños de Stroessner, Humberto Rubin.  El costo de tal decisión fue que el presidente de Nicaragua Daniel Ortega no pudo asistir a su toma de posesión, dado que fiel al National Endowment for Democracy que le solventa desde hace décadas, Rubin organizó un escándalo para frustrar la presencia del histórico líder sandinista en Paraguay.

La excusa para tal exabrupto fueron supuestas inconductas de Ortega en su vida sexual del pasado, pero más tarde se sabría que poco o nada le importaba a la ministra de marras integrar el gabinete de un cura católico que abusaba de menores indigentes en la zona de su obispado, durante sus años locos de cura.

Buscando el favor de la prensa hegemónica, Lugo no ha hecho más que claudicar ante las líneas editoriales de Aldo Zucolillo y el diario ABC color, granjeándose el apoyo que el medio intenta disimular disparando esporádicamente balas de salva.

Decía Theodore Roosevelt que un periodista de investigación es a menudo indispensable para el bienestar de la sociedad, pero sólo si sabe cuando dejar de investigar. Es el caso de los periodistas paraguayos que cubrieron los casos por paternidad irresponsable del cura presidente Fernando Lugo, quienes luego intentaron montar un operativo de prensa para demonizar a algunas de las denunciantes como Benigna Leguizamón y Hortensia Morán.

Hasta ahora nadie investigó las faltas y mentiras más graves de su gobierno, como el incumplimiento de sus promesas de reforma agraria,  reivindicación de minorías, indígenas, o respeto irrestricto a las libertades políticas y derechos humanos.  Tampoco nadie se ocupó de preguntarse cómo un supuesto marxista y bolivariano obispo de los pobres puede ser enfrentado por una guerrilla del mismo signo político, o porqué Leonardo Boff rehusó hacerse cargo de la supuesta filiación luguista con la teología de la liberación ante un requerimiento de Tácito Loureiro. Hasta un diario boliviano hizo notar en una oportunidad, en el caso del refugio a Mario Cossío, que Lugo hacia declaraciones de acuerdo al cliente, dado que decía una cosa a CNN y otra a Telesur.  Actitudes impropias de los tiempos que vivimos, donde las noticias dan una vuelta al mundo en tiempo real.

Nadie indagó porqué Lugo, a pesar de ser un marxista y chavista recalcitrante como lo presentan sus socios de los medios hegemónicos,  no ha movido un dedo para desmontar la injerencia norteamericana en Paraguay a través del Plan Umbral, sino que ha suscripto todos los acuerdos para profundizarla.

O porqué Lugo ha rechazado el ingreso de Venezuela al Mercosur, negándose a allanarse a la iniciativa de los demás miembros del bloque durante la última Cumbre en Uruguay.

Resulta curioso que la misma prensa que insiste en presentar a Fernando Lugo como integrante de la constelación bolivariana, no repare en que su gobierno ha tomado un camino con dirección y sentido contrarios al de los demás de ese grupo.

 Ya lo advirtió Oscar Wilde: Hay mucho que decir a favor del periodismo moderno. Al darnos las opiniones de los ignorantes, nos mantiene en contacto con la ignorancia de la comunidad.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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