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¿Internet en el aula?

Víctor Corcoba Herrero
Víctor Corcoba
jueves, 21 de abril de 2005, 22:18 h (CET)
La noticia tiene gancho. “Internet en el aula” es un proyecto compartido entre los Ministerios de Industria y Educación que quiere pasar “del aula de la informática” a “la informática en el aula”. La iniciativa que es sólo eso, un deseo, una aspiración, una propuesta, o sea más bien literatura de cuento que otra cosa, mucho me temo que se va a quedar en nada. Aunque se libre dinero, el fango es tan profundo que se lo traga en un momento. Sólo hay que pasarse por los centros de enseñanza financiados con fondos públicos y comprobar la falta de equipamientos, infraestructuras y demás lagunas en cuanto a los apoyos metodológicos.

Hay algo que es más fácil de llevar a cabo, y que algunos chavales ya lo piden a gritos, educar para un buen uso de Internet o cualquier otra tecnología. Los hay que están totalmente enganchados a estas máquinas. Esto si que es una cruz. En cualquier caso, los medios de comunicación han tomado sitio preferente en todos los hogares. ¿Quién no tiene varias televisiones en su casa? ¿O algún ordenador? Se han instalado en nuestras vidas. Lo fundamental es no dejarnos llevar por sus encantos. La consecuencia de convivir con un nuevo invitado en la familia, aunque sea un aparato, tampoco se ha hecho esperar. Y así, tanto las familias como los centros docentes, hace tiempo que han dejado de ser los únicos depositarios inviolables en la formación de los jóvenes. Cuestión que debe hacernos reflexionar, ya que la familia como la escuela ha de ser una primordial fuente de humanidad transmisora de valores. Si saber caminar por la vida es necesario, tener conciencia para discernir es fundamental. Saber mirar lo que nos interesa, hacer un uso moderado, crítico, vigilante y prudente de tales medios, es tan justo como necesario.

Según estadísticas recientes, la Televisión e Internet, ocupan demasiado tiempo en la vida de los escolares, y lo que es peor, de manera solitaria y sin criterio alguno. Habría que establecer normas para andar por casa, en términos de tiempo a utilizar y programas a ver. Lo que diariamente los medios de comunicación nos ofrecen, puede convertirse en un riesgo o en una inmensa riqueza. Depende. ¿De qué depende? He aquí algunas claves que se me ocurren: De qué... De saber recibir o desechar al visitante: Hay que ver programas (no ver tele). Hay que saber navegar (no que nos naveguen). Cómo... La tele para un programa concreto (no como compañía de fondo). Internet para una actividad concreta (no como un uso discrecional). Dónde... En un espacio común para en común hacer familia. Cuándo.... Un horario para cada cosa y una cosa para cada horario (la vida es corta para malgastar el tiempo). Por qué... La familia ha de entender que el visitante (televisión o Internet) no es bueno, ni malo, el calificativo se adquiere según usos y costumbres. (El visitante ha de acostumbrarse a la familia, no la familia al visitante) En demasiadas ocasiones, por desgracia, la familia –incluso en programas infantiles- es presentada inadecuadamente en los medios, -también en Internet-, donde suele importar más bien poco el valor del compromiso amoroso permanente en la vida de la familia, algo esencial para bien de los individuos y de la sociedad misma.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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