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La designación de un Fiscal General apadrinado por narcos vinculados al Cartel de Sinaloa fue producto del contubernio del cura Fernando Lugo con la mafia

El contubernio del cura con la mafia

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Dijo Arthur Schnitzler que la conspiración de los pueblos contra los poderosos es un hecho ocasional; lo normal en el mundo es la conspiración de los poderosos contra los pueblos, algo que sucede muy a menudo en Paraguay.

Desde la llegada al poder del cura Fernando Lugo, en este país todo arreglo es permitido.  Desde la matanza de activistas sociales hasta el robo de galletas en Emergencia Nacional, pasando por el nombramiento de amantes en altos puestos de Itaipú o Yacyretá, la impresión que causa el “gobierno del cambio” es que nunca se ha ido la mafia que construyó el andamiaje de la corrupción imperante en la vida pública paraguaya.

Un colorado cartista, Francisco Javier Díaz Verón, fue nombrado Fiscal General del Estado en una votación en la que el cura Fernando Lugo, por aparecer en el bando de los vencedores, ordenó legitimar la designación con los pocos votos leales con los cuales cuenta en el Congreso.

Otro tanto había sucedido para la elección de presidente de la Cámara de Diputados, para la designación de Director de Aeronáutica Civil, presidente del Consejo de la Magistratura, Directo General de Aduanas o para el codiciado puesto de Administrador Nacional de Puertos.

Evidentemente, si algún cambio o alternancia se dio en el Paraguay el 20 de abril del 2008 el gobierno de Lugo lo ha disimulado muy bien.

El orgullo de violar la ley

Integrar el círculo del poder en Paraguay equivale a sentirse orgulloso de violar la ley.

Un ejemplo lo constituyen las personas que por su proximidad al cura, han podido efectuar nombramientos de amantes y parientes en puestos claves de la administración pública con tanta impunidad como su jefe el cura con hijos.

El caso de la estancia que la prensa paraguaya relaciona con el presidente Lugo es un buen ejemplo de que en el Paraguay si no se abusa del poder, no se puede ejercerlo.  Para demostrar que manda, Lugo envió a realizar el trabajo de sanitación de animales a un funcionario con sueldo pagado por el pueblo, y en contravención a normas sanitarias, permitió circular grandes cantidades de ganado por las rutas del país en pleno brote de aftosa.

Al mismo tiempo, en el interior del Paraguay campesinos de las inmediaciones del poblado de Horqueta denunciaron vejámenes y violaciones de derechos durante brutales allanamientos en búsqueda de guerrilleros del EPP.

La mayoría de los abusadores del poder, al estilo de las costumbres paraguayas, en lugar de ser repudiados al ser descubiertos in fraganti, se sienten orgullosos de sus prerrogativas y las exhiben con descaro.  Saben que la mayoría de la población paraguaya sentirá una solapada admiración por su oportunismo, aunque digan lo contrario.

La misma prensa que dispara balas de salva lo sabe, y forma parte orgánica de este sistema.

El contubernio recurrente

La palabra contubernio deriva del latín aunque no está claro si lo hace de Tuber (hinchazón semejante a la tuberculosis) o de taberna, una tienda de campaña donde convivían grupos de alrededor de ocho soldados durante el entrenamiento militar de las legiones romanas.

Al significado de esta convivencia hoy se le agrega hoy el de una reunión de personas con fines cuestionables, tal cual sucede entre el cartismo y el luguismo.

Es recurrente la convivencia que se da entre gobernantes salientes y entrantes en Paraguay, como sucedió entre Fernando Lugo y Nicanor Duarte Frutos, quien permitió una candidatura prohibida por la constitución pensando que podría acceder el puesto de senador activo.

Ahora sucede lo mismo entre Fernando Lugo y Horacio Cartes, el favorito para ganar las elecciones del año 2013.

Es como ya lo advirtiera Honoré de Balzac, todo poder se trata de una conspiración permanente.

El contubernio del cura con la mafia

La designación de un Fiscal General apadrinado por narcos vinculados al Cartel de Sinaloa fue producto del contubernio del cura Fernando Lugo con la mafia
Luis Agüero Wagner
martes, 22 de noviembre de 2011, 08:38 h (CET)

Dijo Arthur Schnitzler que la conspiración de los pueblos contra los poderosos es un hecho ocasional; lo normal en el mundo es la conspiración de los poderosos contra los pueblos, algo que sucede muy a menudo en Paraguay.

Desde la llegada al poder del cura Fernando Lugo, en este país todo arreglo es permitido.  Desde la matanza de activistas sociales hasta el robo de galletas en Emergencia Nacional, pasando por el nombramiento de amantes en altos puestos de Itaipú o Yacyretá, la impresión que causa el “gobierno del cambio” es que nunca se ha ido la mafia que construyó el andamiaje de la corrupción imperante en la vida pública paraguaya.

Un colorado cartista, Francisco Javier Díaz Verón, fue nombrado Fiscal General del Estado en una votación en la que el cura Fernando Lugo, por aparecer en el bando de los vencedores, ordenó legitimar la designación con los pocos votos leales con los cuales cuenta en el Congreso.

Otro tanto había sucedido para la elección de presidente de la Cámara de Diputados, para la designación de Director de Aeronáutica Civil, presidente del Consejo de la Magistratura, Directo General de Aduanas o para el codiciado puesto de Administrador Nacional de Puertos.

Evidentemente, si algún cambio o alternancia se dio en el Paraguay el 20 de abril del 2008 el gobierno de Lugo lo ha disimulado muy bien.

El orgullo de violar la ley

Integrar el círculo del poder en Paraguay equivale a sentirse orgulloso de violar la ley.

Un ejemplo lo constituyen las personas que por su proximidad al cura, han podido efectuar nombramientos de amantes y parientes en puestos claves de la administración pública con tanta impunidad como su jefe el cura con hijos.

El caso de la estancia que la prensa paraguaya relaciona con el presidente Lugo es un buen ejemplo de que en el Paraguay si no se abusa del poder, no se puede ejercerlo.  Para demostrar que manda, Lugo envió a realizar el trabajo de sanitación de animales a un funcionario con sueldo pagado por el pueblo, y en contravención a normas sanitarias, permitió circular grandes cantidades de ganado por las rutas del país en pleno brote de aftosa.

Al mismo tiempo, en el interior del Paraguay campesinos de las inmediaciones del poblado de Horqueta denunciaron vejámenes y violaciones de derechos durante brutales allanamientos en búsqueda de guerrilleros del EPP.

La mayoría de los abusadores del poder, al estilo de las costumbres paraguayas, en lugar de ser repudiados al ser descubiertos in fraganti, se sienten orgullosos de sus prerrogativas y las exhiben con descaro.  Saben que la mayoría de la población paraguaya sentirá una solapada admiración por su oportunismo, aunque digan lo contrario.

La misma prensa que dispara balas de salva lo sabe, y forma parte orgánica de este sistema.

El contubernio recurrente

La palabra contubernio deriva del latín aunque no está claro si lo hace de Tuber (hinchazón semejante a la tuberculosis) o de taberna, una tienda de campaña donde convivían grupos de alrededor de ocho soldados durante el entrenamiento militar de las legiones romanas.

Al significado de esta convivencia hoy se le agrega hoy el de una reunión de personas con fines cuestionables, tal cual sucede entre el cartismo y el luguismo.

Es recurrente la convivencia que se da entre gobernantes salientes y entrantes en Paraguay, como sucedió entre Fernando Lugo y Nicanor Duarte Frutos, quien permitió una candidatura prohibida por la constitución pensando que podría acceder el puesto de senador activo.

Ahora sucede lo mismo entre Fernando Lugo y Horacio Cartes, el favorito para ganar las elecciones del año 2013.

Es como ya lo advirtiera Honoré de Balzac, todo poder se trata de una conspiración permanente.

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