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Otorgamos a cada forma de vestir ciertas ideas preconcebidas

Uniformados

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Un uniforme aúna en una imagen muchas ideas. Se convierte en un fetiche en el momento de que esa indumentaria evoca cierta actitud y hace fantasear a algunos seres humanos: la autoridad de un policía, la inocencia de una colegiala o una servicial azafata. Aunque sólo hayan sido ideados para ser identificados con mayor facilidad, lo cierto es que nuestra mente les ha entregado mucho más poder que el mero concepto físico, racional.

El caso del uniforme escolar es diferente, su objetivo es que no se aprecien diferencias sociales. Muchos lo tachan cómo una forma de reprimir la imaginación, pero puede surgir el efecto contrario: en el encuentro con la calle, lo único que quieres es diferenciarte. Así me gusta pensar. A raíz de esa motivación, sentirse distinto frente al resto, surgieron las tribus urbanas. “Yo no quiero ser cómo los demás, por eso soy un mod” dice Jimmy Cooper en la película Quadrophenia. Ahora, por desgracia, la línea entre ésos grupos es confusa. He visto con mis ojos a personas que un día vestían como un perroflauta, a los meses parecían punk y ése mismo verano, encontrármelos en un festival ataviados con pitillos rojos, camisa de flores y gafas de pasta.

Hay ciertos grupos que sí mantienen ideología, actitud y forma de vestir continuado, no sólo como pose puntual. En los últimos tiempos ha habido un notable aumento de los bakalas. Hay en todas partes: desde USA, pasando por Alemania, España y hasta Japón. Coches tuneados, pelo cenicero, chándal, camiseta imperio... Películas como The Fast and the Furious muestran (un tanto exageradamente) la forma de vida de esta tribu urbana tan global.

Otro grupo fiel a su fondo y a su forma son los heavies: melena larga, pitillos negro, chalecos de cuero... Poco varía su apariencia de país a país, son una forma de vida que puede encontrarse a gusto allá dónde vaya: siempre encontrará un ambiente adecuado a su estilo. Y es que las tribus urbanas son una manera de expresión con una misma perspectiva en la forma de entender la vida. Eso va desde la forma de vestir, hasta la música que escuchan. Parafraseo la opinión de Francesc Angelats: “las tribus urbanas no son otra cosa que una muestra externa del desconcertante mundo que estamos brindando a nuestros hijos. Porque su crisis de valores, al fin y al cabo y bien mirada, no es nada más que la imagen deformada de nuestras propias carencias”

Creo que el mundo siempre ha sido desconcertante, nadie sabe lo que pasará en el futuro. Los jóvenes siempre han necesitado identificarse con algo: cuando Goethe escribió Werther, imitaron su forma de vestir y su actitud. Mimetizarse con algo para sentirse aceptado existe desde los comienzos de la humanidad. Miren hacia Japón, dónde hacen de su tribu urbana, su vida. Cada uno elige su forma de vestir conforme a lo que quiere transmitir o a qué quiere pertenecer. También es un uniforme, al fin y al cabo. Recientemente, en una visita a las aulas por motivos que no vienen al caso, mi café con leche se convirtió en una labor de observación en la que no descubrí más de dos o tres variantes en los atuendos de los estudiantes. Uniformarse de cierta manera, es identificarse con una forma de vida.

Uniformados

Otorgamos a cada forma de vestir ciertas ideas preconcebidas
Teresa Gascón
martes, 8 de noviembre de 2011, 14:07 h (CET)

Un uniforme aúna en una imagen muchas ideas. Se convierte en un fetiche en el momento de que esa indumentaria evoca cierta actitud y hace fantasear a algunos seres humanos: la autoridad de un policía, la inocencia de una colegiala o una servicial azafata. Aunque sólo hayan sido ideados para ser identificados con mayor facilidad, lo cierto es que nuestra mente les ha entregado mucho más poder que el mero concepto físico, racional.

El caso del uniforme escolar es diferente, su objetivo es que no se aprecien diferencias sociales. Muchos lo tachan cómo una forma de reprimir la imaginación, pero puede surgir el efecto contrario: en el encuentro con la calle, lo único que quieres es diferenciarte. Así me gusta pensar. A raíz de esa motivación, sentirse distinto frente al resto, surgieron las tribus urbanas. “Yo no quiero ser cómo los demás, por eso soy un mod” dice Jimmy Cooper en la película Quadrophenia. Ahora, por desgracia, la línea entre ésos grupos es confusa. He visto con mis ojos a personas que un día vestían como un perroflauta, a los meses parecían punk y ése mismo verano, encontrármelos en un festival ataviados con pitillos rojos, camisa de flores y gafas de pasta.

Hay ciertos grupos que sí mantienen ideología, actitud y forma de vestir continuado, no sólo como pose puntual. En los últimos tiempos ha habido un notable aumento de los bakalas. Hay en todas partes: desde USA, pasando por Alemania, España y hasta Japón. Coches tuneados, pelo cenicero, chándal, camiseta imperio... Películas como The Fast and the Furious muestran (un tanto exageradamente) la forma de vida de esta tribu urbana tan global.

Otro grupo fiel a su fondo y a su forma son los heavies: melena larga, pitillos negro, chalecos de cuero... Poco varía su apariencia de país a país, son una forma de vida que puede encontrarse a gusto allá dónde vaya: siempre encontrará un ambiente adecuado a su estilo. Y es que las tribus urbanas son una manera de expresión con una misma perspectiva en la forma de entender la vida. Eso va desde la forma de vestir, hasta la música que escuchan. Parafraseo la opinión de Francesc Angelats: “las tribus urbanas no son otra cosa que una muestra externa del desconcertante mundo que estamos brindando a nuestros hijos. Porque su crisis de valores, al fin y al cabo y bien mirada, no es nada más que la imagen deformada de nuestras propias carencias”

Creo que el mundo siempre ha sido desconcertante, nadie sabe lo que pasará en el futuro. Los jóvenes siempre han necesitado identificarse con algo: cuando Goethe escribió Werther, imitaron su forma de vestir y su actitud. Mimetizarse con algo para sentirse aceptado existe desde los comienzos de la humanidad. Miren hacia Japón, dónde hacen de su tribu urbana, su vida. Cada uno elige su forma de vestir conforme a lo que quiere transmitir o a qué quiere pertenecer. También es un uniforme, al fin y al cabo. Recientemente, en una visita a las aulas por motivos que no vienen al caso, mi café con leche se convirtió en una labor de observación en la que no descubrí más de dos o tres variantes en los atuendos de los estudiantes. Uniformarse de cierta manera, es identificarse con una forma de vida.

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