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El texto habla de "la preferencia del ser sobre el tener"

El Vaticano se encuentra con los activistas

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WASHINGTON -- ¿Veremos dentro de poco a un anciano de aspecto distinguido con túnica blanca caminando entre los manifestantes de Occupy Wall Street en el neoyorquino Zuccotti Park? ¿Se unirá el Papa Benedicto XVI al movimiento de protesta? Bueno, sí y no. Sí, el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz difundía una crítica cargada y exhaustiva al sistema económico global esta semana que rivalizaba con muchas de las críticas al capitalismo desbocado que se escuchan por la parte baja de Manhattan y en ciudades de todo el mundo.

El texto habla de "la preferencia del ser sobre el tener", de "la ética sobre la economía" y de "apoyar la lógica del bien común global".

En un rapapolvo a los que se oponen a la regulación pública de la economía, la instancia pone el acento en "la preferencia de la política -- responsable del bien común -- sobre la economía y las finanzas". Habla positivamente del impuesto a las transacciones económicas y apoya la creación de una autoridad internacional que supervise la economía global.

Pero las autoridades vaticanas tuvieron cuidado en matizar que su texto no es una respuesta directa a las manifestaciones mundiales. "Es coincidencia que compartamos ciertas opiniones", afirma el secretario de la instancia, el obispo Mario Toso. "Pero después de todo, son propuestas que se basan en lo razonable".

De veras que sí, y podría ser un cumplido mayor a los activistas del "99 por ciento". Este documento recibió más atención de la que debería porque los manifestantes han sensibilizado hacia los problemas que el documento aborda.

Además, la intervención de la instancia vaticana demuestra que los que protestan contra un sistema económico injusto y averiado no expresan algún punto de vista marginal. Están poniendo de relieve temores compartidos por muchos, Iglesia Católica Romana incluida. Desafiar lo que han labrado los mercados globales no es radical. Es reflejo, como dice el obispo Toso, de "lo razonable".

No hace falta decir que los católicos conservadores no estaban contentos con el documento, y que hicieron todo lo posible por minimizar su importancia. George Weigel, el periodista católico conservador, acudía al blog del National Review a denigrar al Consejo Pontificio por tratarse de "una instancia muy selecta de la Curia Romana" e insistir en que su documento "no habla por el Papa, ni habla por 'el Vaticano', y no habla por la Iglesia Católica".

¿En serio? ¿Por quién habla pues? Weigel no había terminado. "Este breve texto de las autoridades confesionales de menor rango de la Curia Romana no alinea 'al Vaticano', al Papa o a la Iglesia Católica con Occupy Wall Street más que con la doctrina de la fe", escribe. "Los que así lo insinúan están grotescamente desinformados o son tendenciosos al extremo de lo responsable".

Vaya, vaya. Siempre es entretenido para aquellos de nosotros que somos católicos liberales ver a nuestros amigos católicos conservadores tratando de evitar el hecho de que en cuestiones de economía y justicia social, la enseñanza social católica es, se mire por donde se mire, "progresista". Los conservadores condenan con regularidad a "los católicos de sofá" liberales que eligen lo que les conviene de la doctrina de la iglesia. Pero los conservadores se saltan con igual frecuencia las partes del menú moral relativas a la paz, la justicia social y lo que el Papa Juan Pablo segundo llamaba "la idolatría del mercado".

Casualmente, el Consejo Pontificio no es ninguna "instancia selecta". Ha sido pionera con los años en el pensamiento católico relativo a la solidaridad y la justicia. Y este documento está sólidamente anclado en enseñanzas papales que se remontan al Papa Juan XXIII, al Papa Pablo VI y a Juan Pablo II. La encíclica del Papa Benedicto de 2009, Caritas in Veritate, habla explícitamente de la necesidad de una autoridad política global que supervise de cerca una economía mundial cada vez más integrada.

Políticas internas de la iglesia aparte, el documento del Consejo Pontificio es importante porque plasma un enfoque ético sobre la economía compartido mucho más allá de los círculos católicos. En particular, la instancia aborda con inteligencia el problema de someter la economía a reglamentos razonables cuando las naciones-estados que en tiempos implantaban esas regulaciones tienen progresivamente menos poder, teniendo en cuenta lo fácil e instantáneamente que se mueve el capital.

El documento describe los beneficios de la globalización en la misma medida que su factura, y no simula que estabilizar las estructuras transnacionales vaya a ser fácil. Aborda la importancia de "la legitimidad democrática" y habla de "administración pública compartida" en lugar de alguna autoridad mundial estructurada.

"No debemos temer proponer nuevas ideas, incluso si pueden desestabilizar los equilibrios de poder existentes que imperan sobre los más débiles", afirma el documento. "Son una semilla arrojada al suelo que germinará y se apresurará a fructificar". Esperemos que así sea. Si nuestras autoridades religiosas no nos desafían a ser misericordiosos y hacer justicia, ¿quién lo hará?

El Vaticano se encuentra con los activistas

El texto habla de "la preferencia del ser sobre el tener"
E. J. Dionne
viernes, 28 de octubre de 2011, 07:31 h (CET)
WASHINGTON -- ¿Veremos dentro de poco a un anciano de aspecto distinguido con túnica blanca caminando entre los manifestantes de Occupy Wall Street en el neoyorquino Zuccotti Park? ¿Se unirá el Papa Benedicto XVI al movimiento de protesta? Bueno, sí y no. Sí, el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz difundía una crítica cargada y exhaustiva al sistema económico global esta semana que rivalizaba con muchas de las críticas al capitalismo desbocado que se escuchan por la parte baja de Manhattan y en ciudades de todo el mundo.

El texto habla de "la preferencia del ser sobre el tener", de "la ética sobre la economía" y de "apoyar la lógica del bien común global".

En un rapapolvo a los que se oponen a la regulación pública de la economía, la instancia pone el acento en "la preferencia de la política -- responsable del bien común -- sobre la economía y las finanzas". Habla positivamente del impuesto a las transacciones económicas y apoya la creación de una autoridad internacional que supervise la economía global.

Pero las autoridades vaticanas tuvieron cuidado en matizar que su texto no es una respuesta directa a las manifestaciones mundiales. "Es coincidencia que compartamos ciertas opiniones", afirma el secretario de la instancia, el obispo Mario Toso. "Pero después de todo, son propuestas que se basan en lo razonable".

De veras que sí, y podría ser un cumplido mayor a los activistas del "99 por ciento". Este documento recibió más atención de la que debería porque los manifestantes han sensibilizado hacia los problemas que el documento aborda.

Además, la intervención de la instancia vaticana demuestra que los que protestan contra un sistema económico injusto y averiado no expresan algún punto de vista marginal. Están poniendo de relieve temores compartidos por muchos, Iglesia Católica Romana incluida. Desafiar lo que han labrado los mercados globales no es radical. Es reflejo, como dice el obispo Toso, de "lo razonable".

No hace falta decir que los católicos conservadores no estaban contentos con el documento, y que hicieron todo lo posible por minimizar su importancia. George Weigel, el periodista católico conservador, acudía al blog del National Review a denigrar al Consejo Pontificio por tratarse de "una instancia muy selecta de la Curia Romana" e insistir en que su documento "no habla por el Papa, ni habla por 'el Vaticano', y no habla por la Iglesia Católica".

¿En serio? ¿Por quién habla pues? Weigel no había terminado. "Este breve texto de las autoridades confesionales de menor rango de la Curia Romana no alinea 'al Vaticano', al Papa o a la Iglesia Católica con Occupy Wall Street más que con la doctrina de la fe", escribe. "Los que así lo insinúan están grotescamente desinformados o son tendenciosos al extremo de lo responsable".

Vaya, vaya. Siempre es entretenido para aquellos de nosotros que somos católicos liberales ver a nuestros amigos católicos conservadores tratando de evitar el hecho de que en cuestiones de economía y justicia social, la enseñanza social católica es, se mire por donde se mire, "progresista". Los conservadores condenan con regularidad a "los católicos de sofá" liberales que eligen lo que les conviene de la doctrina de la iglesia. Pero los conservadores se saltan con igual frecuencia las partes del menú moral relativas a la paz, la justicia social y lo que el Papa Juan Pablo segundo llamaba "la idolatría del mercado".

Casualmente, el Consejo Pontificio no es ninguna "instancia selecta". Ha sido pionera con los años en el pensamiento católico relativo a la solidaridad y la justicia. Y este documento está sólidamente anclado en enseñanzas papales que se remontan al Papa Juan XXIII, al Papa Pablo VI y a Juan Pablo II. La encíclica del Papa Benedicto de 2009, Caritas in Veritate, habla explícitamente de la necesidad de una autoridad política global que supervise de cerca una economía mundial cada vez más integrada.

Políticas internas de la iglesia aparte, el documento del Consejo Pontificio es importante porque plasma un enfoque ético sobre la economía compartido mucho más allá de los círculos católicos. En particular, la instancia aborda con inteligencia el problema de someter la economía a reglamentos razonables cuando las naciones-estados que en tiempos implantaban esas regulaciones tienen progresivamente menos poder, teniendo en cuenta lo fácil e instantáneamente que se mueve el capital.

El documento describe los beneficios de la globalización en la misma medida que su factura, y no simula que estabilizar las estructuras transnacionales vaya a ser fácil. Aborda la importancia de "la legitimidad democrática" y habla de "administración pública compartida" en lugar de alguna autoridad mundial estructurada.

"No debemos temer proponer nuevas ideas, incluso si pueden desestabilizar los equilibrios de poder existentes que imperan sobre los más débiles", afirma el documento. "Son una semilla arrojada al suelo que germinará y se apresurará a fructificar". Esperemos que así sea. Si nuestras autoridades religiosas no nos desafían a ser misericordiosos y hacer justicia, ¿quién lo hará?

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