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Dinero oculto

Cajas de seguridad y miedo al fisco
Francisco Rodríguez
viernes, 21 de octubre de 2011, 09:37 h (CET)
Leo en algún lado que hay una importante demora para conseguir el alquiler de cajas de seguridad en las entidades financieras. No creo que se deba al temor de la gente al robo de sus joyas, quizás el miedo sea al fisco. Seguramente hay bastantes españoles que obtuvieron incrementos de patrimonio en la compra y venta de fincas urbanizables, viviendas que, en los años pasados, se compraron a un precio y se vendieron por el doble y otros negocios por el estilo, en los que lo declarado en las escrituras no coincidía con la realidad.

Si la verdad de estos incrementos patrimoniales la hubiesen llevado a la declaración de la renta, habrían tenido que pagar un alto impuesto, que prefirieron evadir, pensando, quizás, que ya habría otras oportunidades para emplear ventajosamente estas ganancias convertidas en “dinero negro”.

Ahora la posibilidad de tales inversiones ventajosas, con “dinero negro”, se ha evaporado y estos ciudadanos no saben realmente lo que hacer con su dinero, salvo guardarlo en alguna caja de seguridad en billetes de 500€ en espera de que lleguen otros tiempos.

Si se tratara de poseedores de cuantiosas cantidades, es seguro de que tendrían astutos asesores y medios a su alcance para hacer llegar estos capitales a paraísos fiscales o encontrar resquicios legales para eludir al fisco, pero los que no llegan a eso parece que se conforman con guardar el dinero, lejos de los apuntes de cuentas corrientes, que la Hacienda Pública pronto conocería.

Este dinero, retirado de la circulación, pienso que representaría una parte importante de los depósitos que permitirían a las entidades conceder créditos a las empresas para poder continuar su actividad.

Los bancos y las cajas de ahorro se dedicaron siempre a prestar el dinero que recibían de los ahorradores, dentro de determinados límites de seguridad fijados por el Banco de España y debidamente vigilados. La ganancia de la entidad era la diferencia entre el interés que pagaba a sus clientes-depositantes y el interés que cobraba a sus deudores por créditos.

Al parecer, en un determinado momento, las entidades financieras encontraron la posibilidad de disponer de una gran cantidad de dinero barato en el mercado internacional de capitales y prestarlo para financiar grandes inmobiliarias, empresas concesionarias de costosas obras públicas o hipotecas temerarias para comprar pisos. El negocio, que todos creyeron maravilloso, se ha hundido; los bancos y cajas no pueden devolver el dinero que le habían prestado y el Estado ha tenido que rescatarlos, pero el Estado mismo también ha tenido que buscar ayuda en Europa para financiar su deuda.

En esta situación angustiosa de paro y cese de la actividad empresarial, quizás podría pensarse alguna fórmula para que todo el “dinero negro” guardado en cajas de acero, pudiera aflorar sin miedo al fisco, para reactivar nuestra economía a través del crédito que necesitan las empresas, hoy inexistente.

Posiblemente lo que digo no pasa de mera ocurrencia de un lego en economía, pero la lista de espera para conseguir el alquiler de una caja de seguridad, podía hacernos pensar en alguna posible solución.

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La escritura es un acontecimiento ontológico o, lo que es lo mismo, una expresión de realidades y a la vez es una forma de fijar el pensamiento, el conocimiento, las sensaciones, las emociones, etc. También es una especie de archivo de la memoria, con todo lo que eso supone. En realidad, como se sabe ya desde la antigüedad es una extensión del lenguaje hablado. Además, es una forma de ser en el mundo.

Migrantes. Es lo último en apelativos orientados a retorcer el lenguaje para tornarlo ariete ideológico. Parecen no venir ni emigrar desde ningún lado, ni dirigirse, inmigrando, a otro lugar concreto y delimitado, como si estuviesen sometidos a una suerte de movimiento pendular perpetuo que solo se detendrá al legalizarlos en algún sitio. Existen asuntos sensibles sobre los cuales parece que está prohibido debatir, o al menos hacerlo con racionalidad y argumentos.

¿Qué supone eso de enfrentarse cada día a los sucesivos retos de la vida? La versión de la respuesta siempre será personal, aunque los matices particulares aparezcan entreverados con las oleadas procedentes de la comunidad. Son tantos los factores implicados, que la rutina atenúa el sofoco de atender a todos ellos; con el inconveniente de prescindir de algunos conocimientos.

 
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