Doscientos años de Andersen dan para mucho en el ámbito de la literatura infantil y juvenil. Por ejemplo, dan para considerar sus premios literarios como los “Nobel” de su categoría y para celebrar los libros infantiles del mundo.
Tal día como hoy de hace dos siglos, nació en Odense (Dinamarca) Hans Christian Andersen. Y es “El Patito feo”, tal vez su cuento más famoso de los casi doscientos que escribió, el que mejor lo representa autobiográficamente porque él fue un joven retraído, desgarbado en su aspecto físico, pareciendo en su madurez antes un autor de género policiaco, incluso de terror, que un autor de cuentos para niños.
Hoy es fiesta grande en Odense, en Copenhague y en Dinamarca, pese a quien critica que bastante de la fiesta celebrada y por celebrar en este año es para captar turistas como el proyecto de parque temático de su nombre, a inaugurar en este año Andersen, y es que no siempre los actos festivos basados en la literatura se acercan al hecho literario.
Andersen ha sobrevivido los dos últimos siglos representando a la diversidad y a la diferencia con su Patito feo. De niño pobre y miserable pasó a ser reconocido tras los años como un gran autor literario. Pasó de feo pato a bello cisne de la literatura universal. Después de estos doscientos años, su mensaje de aceptación de los seres vivos diferentes sigue vigente en el corral del mundo. Desgraciadamente, los picotazos a quien por cualquier razón es distinto se siguen dando en nuestra sociedad con zancadillas, “mobbing”, intolerancias de todos los calibres y desprecios al más débil y oprimido.
Andersen fue pobre, posiblemente homosexual, fue también lo que no quiso ser, escritor, pues en realidad él mismo creyó ir para cantante y bailarín, pobre pato danzante. A muchos de los grandes les ha ocurrido así. El futuro, ese que a veces se esconde a los ojos, videntes o no videntes, estaba para él en ser el primero en innovar en los relatos infantiles de tradición oral, con una gran dosis de imaginación y creatividad, como no habían hecho hasta ahora el resto de los autores o compiladores anteriores; su destino estaba en revolucionar e iniciar la creación individual de la literatura infantil, en ser el pionero. No en vano estaba escrito, de niño una adivina le predijo su fama.
Dicen que los cuentos de Andersen son tristes y acaban mal, igual como la vida. Y aún así seguimos empeñados en picotear al prójimo más cercano sólo porque es diferente, ¡horror del género humano si todos fuéramos origen, comparándonos con la verde campiña danesa de Andersen, de la misma puesta de huevos de una gansa! ¡Vaya una gansa clonación de seres aburridos e inhumanos!
Leamos hoy una versión, a ser posible original, pues se han hecho tantas versiones de sus obras, de El patito feo, y apliquemos el cuento. Será el mejor homenaje para Andersen y para el diferente, también para buscar bellezas profundas, no aparentes, tras esa primera impresión que nos ofrece un ser que puede ser rechazado por no pertenecer a la misma postura o pollada, pero que en su interior lleva un sueño de belleza y valores oculto, próximo a despertarse en el momento más oportuno o inoportuno en cualquier lago.
Doscientos años de cuentos, doscientos años de fealdad y belleza luchando entre sí en “El Patito feo”, no siendo sino un cambio de especie, matiz o diferencia; doscientos sueños de cisnes encantados, doscientos patos que se ven obligados a emigrar de su tierra por intransigencia. Historia viva es Andersen. Y bella.
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