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Crónica desde el festival de Sitges

De robots, contagios y aproximaciones

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Bienvenidos a Sitges. Una pequeña villa de la costa catalana que, además de por su encanto genuino, es conocida nacional e internacionalmente por ser punto de encuentro gay-lésbico durante todo el año. Sin embargo, durante diez días del mes de Octubre, Sitges cambia la peseta rosa por las monedas en los ojos de los muertos, y se convierte así en centro neurálgico de la cultura del cine fantástico y de terror. Incluso la calle llamada "del pecado", conocida por sus bares y terrazas, luce estos días tumbas y lápidas colgantes de cartón piedra, como reclamo inequívoco para los miles de espectadores que en las jornadas venideras van llenar los tres cines existentes: el gran Auditorio que se ubica en lo alto del pueblo, y los dos pequeños cines, el Prado y el Retiro, que durante todo el año se las ven y se las desean para atraer gente a sus butacas, y en los que ahora hay que hacer largas colas para obtener un asiento decente.



Fotograma de Eva.

El festival ha elegido para su inauguración el film Eva, firmado por el debutante Kike Maíllo, y producido por Escándalo Films, la productora de la ESCAC (Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña) que con su proyecto Ópera Prima viene dando salida al cine de las nuevas generaciones con propuestas que hasta la fecha han tenido un remarcable interés, léase Lo mejor de mí, de Roser Aguilar, Tres días con la familia, de Mar Coll o Blog, de Elena Trapé.

Eva se aleja de propuestas de corte más intimista, como las citadas, y se ubica en una ciencia ficción "a lo grande", con el ojo puesto en la factoría americana y con efectos especiales de calidad y concepto poético. No cabe duda que Maíllo, como otros directores de su generación, maneja con soltura la puesta en cámara del género, con una habilidad estética que refleja la integración de los códigos de Hollywood y su asimilación y puesta en práctica de forma orgánica. El problema no reside en la ejecución, por así decirlo, sino en un guión que se desequilibra a mitad del metraje hacia el drama romántico y que se resuelve con el imperativo de la acción de forma poco plausible, dejando de lado posibilidades dramáticas, tal vez más interesantes, relacionadas con la investigación del protagonista (Daniel Brühl), que se plantean en la primera hora de metraje, la más sobresaliente.

El uso de música pop conecta con ese anacronismo del futuro perfilado -¿por qué escenarios nevados, por cierto?-, pero en más de una secuencia, las concesiones al sentimentalismo que la música apoya pervierten las mismas canciones que habían conectado con el público. Y si de concesiones hablamos, podemos mentar que la escena final, tras una penúltima escena de emoción verdadera, da y regala sonrojos y remata con muy poco estilo una película que apuntaba maneras pero que exigía, tal vez, un enfoque más personal y más firme que no tratara de contentar a los amantes del género y del drama por igual, sino que rindiera cuentas únicamente con la propia película y con sus necesidades.

Tras Eva, ha llegado a la pantalla del Auditorio Contagion, firmada por Steven Soderbergh, ésta sí, americana de cepa, y qué mejor que la palabra cepa para aludir a su argumento: la situación de alarma y caos mundial generada por un virus capaz de convertirse en una epidemia devastadora. El film, de pulso trepidante e impecable puesta en escena, responde a ese modelo de thriller "global" -menos global que Syriana y más que aquéllos que reducen el resto del mundo a un pase de postales- , en donde cada personaje representa un punto de vista del problema y muchas veces, una duda moral. Contagion expone un escenario posible con un realismo que se construye sobre multitud de detalles técnicos y referentes reales: las meteduras de pata de la OMS con la Gripe A, el conocido lucro de las empresas farmacéuticas con las vacunas compradas por los gobiernos etc.

Juega, además, una baza muy interesante y es la de no aclarar en todas las ocasiones quién lleva razón o qué y qué no es cierto, aunque sí parece que da poco crédito a las informaciones de la blogosfera, vehiculadas por el blogger Jude Law. Al fin y al cabo, la película es crítica con el sistema pero lo reafirma con toda convicción, erigiendo a los organismos investigadores y políticos (de Estados Unidos, no hace falta mentarlo) como únicos garantes, con todos sus "defectos", de la seguridad y salud de los ciudadanos e incluso de la justicia autocrítica del propio sistema. Estos entes no son anónimos, como es costumbre están formados por un puñado de seres extraordinarios, de un altruismo sobrecogedor -para con los suyos, eso sí lo deja claro-, sin los cuales la debacle moral, fruto de la devastación de la enfermedad, sería una epidemia huérfana de modelos con los que recuperar la cordura. Americanismos al uso aparte, se puede decir que la película es un goce en cuanto al ritmo que tan bien maneja Soderbergh y que eso, a fin de cuentas, también forma parte del corazón del cine.

Reseñar por último, de esta primera jornada de festival, la película Boro in the box (Bertrand Mandico), un biopic sobre el cineasta polaco Walerian Borowczyk, que en la sección Nuevas Visiones, hacía programa doble con La mujer del eternauta (Adán Aliaga), un documental que aborda la carismática figura de Elsa Sánchez, viuda de Héctor Oesterheld, escritor del cómic El eternauta, asesinado junto a sus cuatro hijas en 1977 a manos de la dictadura argentina. Boro in the box, la primera de ambas, es una pieza libre y sucia, de un blanco y negro empobrecido en el que laten las pulsiones a la vez turbias y naíf que parecen vertebrar la figura recreada por el director del cineasta polaco, en una aproximación que evoca tanto el surrealismo pictórico de Magritte como un bizarrismo erótico que podría emparentarse con Cronemberg y su tecnología orgánica (a la cámara-pene me refiero), además de con el cine surrealista. Turbación poética y lirismo lisérgico para uno de los objetos arrojadizos indispensables en un festival como el de Sitges, que arranca con altas expectativas para los días que siguen.

De robots, contagios y aproximaciones

Crónica desde el festival de Sitges
Ana Rodríguez
viernes, 7 de octubre de 2011, 07:52 h (CET)
Bienvenidos a Sitges. Una pequeña villa de la costa catalana que, además de por su encanto genuino, es conocida nacional e internacionalmente por ser punto de encuentro gay-lésbico durante todo el año. Sin embargo, durante diez días del mes de Octubre, Sitges cambia la peseta rosa por las monedas en los ojos de los muertos, y se convierte así en centro neurálgico de la cultura del cine fantástico y de terror. Incluso la calle llamada "del pecado", conocida por sus bares y terrazas, luce estos días tumbas y lápidas colgantes de cartón piedra, como reclamo inequívoco para los miles de espectadores que en las jornadas venideras van llenar los tres cines existentes: el gran Auditorio que se ubica en lo alto del pueblo, y los dos pequeños cines, el Prado y el Retiro, que durante todo el año se las ven y se las desean para atraer gente a sus butacas, y en los que ahora hay que hacer largas colas para obtener un asiento decente.



Fotograma de Eva.

El festival ha elegido para su inauguración el film Eva, firmado por el debutante Kike Maíllo, y producido por Escándalo Films, la productora de la ESCAC (Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña) que con su proyecto Ópera Prima viene dando salida al cine de las nuevas generaciones con propuestas que hasta la fecha han tenido un remarcable interés, léase Lo mejor de mí, de Roser Aguilar, Tres días con la familia, de Mar Coll o Blog, de Elena Trapé.

Eva se aleja de propuestas de corte más intimista, como las citadas, y se ubica en una ciencia ficción "a lo grande", con el ojo puesto en la factoría americana y con efectos especiales de calidad y concepto poético. No cabe duda que Maíllo, como otros directores de su generación, maneja con soltura la puesta en cámara del género, con una habilidad estética que refleja la integración de los códigos de Hollywood y su asimilación y puesta en práctica de forma orgánica. El problema no reside en la ejecución, por así decirlo, sino en un guión que se desequilibra a mitad del metraje hacia el drama romántico y que se resuelve con el imperativo de la acción de forma poco plausible, dejando de lado posibilidades dramáticas, tal vez más interesantes, relacionadas con la investigación del protagonista (Daniel Brühl), que se plantean en la primera hora de metraje, la más sobresaliente.

El uso de música pop conecta con ese anacronismo del futuro perfilado -¿por qué escenarios nevados, por cierto?-, pero en más de una secuencia, las concesiones al sentimentalismo que la música apoya pervierten las mismas canciones que habían conectado con el público. Y si de concesiones hablamos, podemos mentar que la escena final, tras una penúltima escena de emoción verdadera, da y regala sonrojos y remata con muy poco estilo una película que apuntaba maneras pero que exigía, tal vez, un enfoque más personal y más firme que no tratara de contentar a los amantes del género y del drama por igual, sino que rindiera cuentas únicamente con la propia película y con sus necesidades.

Tras Eva, ha llegado a la pantalla del Auditorio Contagion, firmada por Steven Soderbergh, ésta sí, americana de cepa, y qué mejor que la palabra cepa para aludir a su argumento: la situación de alarma y caos mundial generada por un virus capaz de convertirse en una epidemia devastadora. El film, de pulso trepidante e impecable puesta en escena, responde a ese modelo de thriller "global" -menos global que Syriana y más que aquéllos que reducen el resto del mundo a un pase de postales- , en donde cada personaje representa un punto de vista del problema y muchas veces, una duda moral. Contagion expone un escenario posible con un realismo que se construye sobre multitud de detalles técnicos y referentes reales: las meteduras de pata de la OMS con la Gripe A, el conocido lucro de las empresas farmacéuticas con las vacunas compradas por los gobiernos etc.

Juega, además, una baza muy interesante y es la de no aclarar en todas las ocasiones quién lleva razón o qué y qué no es cierto, aunque sí parece que da poco crédito a las informaciones de la blogosfera, vehiculadas por el blogger Jude Law. Al fin y al cabo, la película es crítica con el sistema pero lo reafirma con toda convicción, erigiendo a los organismos investigadores y políticos (de Estados Unidos, no hace falta mentarlo) como únicos garantes, con todos sus "defectos", de la seguridad y salud de los ciudadanos e incluso de la justicia autocrítica del propio sistema. Estos entes no son anónimos, como es costumbre están formados por un puñado de seres extraordinarios, de un altruismo sobrecogedor -para con los suyos, eso sí lo deja claro-, sin los cuales la debacle moral, fruto de la devastación de la enfermedad, sería una epidemia huérfana de modelos con los que recuperar la cordura. Americanismos al uso aparte, se puede decir que la película es un goce en cuanto al ritmo que tan bien maneja Soderbergh y que eso, a fin de cuentas, también forma parte del corazón del cine.

Reseñar por último, de esta primera jornada de festival, la película Boro in the box (Bertrand Mandico), un biopic sobre el cineasta polaco Walerian Borowczyk, que en la sección Nuevas Visiones, hacía programa doble con La mujer del eternauta (Adán Aliaga), un documental que aborda la carismática figura de Elsa Sánchez, viuda de Héctor Oesterheld, escritor del cómic El eternauta, asesinado junto a sus cuatro hijas en 1977 a manos de la dictadura argentina. Boro in the box, la primera de ambas, es una pieza libre y sucia, de un blanco y negro empobrecido en el que laten las pulsiones a la vez turbias y naíf que parecen vertebrar la figura recreada por el director del cineasta polaco, en una aproximación que evoca tanto el surrealismo pictórico de Magritte como un bizarrismo erótico que podría emparentarse con Cronemberg y su tecnología orgánica (a la cámara-pene me refiero), además de con el cine surrealista. Turbación poética y lirismo lisérgico para uno de los objetos arrojadizos indispensables en un festival como el de Sitges, que arranca con altas expectativas para los días que siguen.

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