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El gobierno del cura Fernando Lugo tambalea ante cada secuestro, debido al estigma de haber contado entre sus aliados políticos a bandas de secuestradores

En manos de un gobierno de Secuestradores

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Un gremio de empresarios abogó anoche en Asunción por la liberación de la empresaria secuestrada Dalia Scappini e instó al cura presidente Fernando Lugo a que utilice todo el peso de la ley y poder del gobierno para lograr el retorno con vida de la desaparecida, así como el castigo de los criminales responsables.

La pesadilla se inició el martes cuando sobre la transitada avenida denominada General Máximo Santos, la empresaria fue bajada en forma violenta de su vehículo, luego de lo que aparentó ser un leve accidente de tránsito. Una voz advirtió al sistema de seguridad 911 del incidente, y luego una mujer denunció que la camioneta de la secuestrada fue abandonada detrás del Club Guaraní, a pocas cuadras de los hechos.

Según los testigos, el principal secuestrador manejaba un carro Toyota y vestía un traje de color negro y corbata. Llamativamente llevaba puesto un par de guantes de color blanco, presumiblemente de jardinero.

En el automóvil de los secuestradores pudo divisarse a dos personas más, aunque no pudo establecerse con claridad las características físicas de los mismos. Sí pudo observarse que el principal secuestrador era un sujeto de aproximadamente un metro setenta de altura de pelo muy corto, lo que dio pie a las acostumbradas especulaciones de que se trataban de uniformados de incógnito.

La familia de la secuestrada pronto se manifestó en el sentido de no confiar en las autoridades ni en los medios para resolver el duro trance, y pidió apartarse del caso al gobierno y el retiro de la prensa de las inmediaciones de su domicilio.

Secuestradores al poder

Razones no le faltan a la familia Scappini para cerrar las puertas a la prensa. Aunque los medios luguistas se avergüencen y renieguen de ello, es un secreto a voces en la sociedad paraguaya que ayudaron a tomar el poder ejecutivo a una banda de secuestradores.

Todos sabían que respaldaban a un cura de oscuros antecedentes como Fernando Lugo, a quien sus mismos ex aliados políticos del EPP acusan hoy de haber ayudado a huir hacia el Brasil a Juan Arrom, acusado del secuestro de María Edith Debernardi.

El principal líder el EPP, núcleo que promocionó a Lugo ante la línea dura de la izquierda latinoamericana presentándolo en Venezuela y Cuba como un “marxista y bolivariano obispo de los pobres”, -credenciales que luego demostraron ser falsas- es un viejo alumno de seminario de Lugo, Alcides Oviedo. La mayoría de los demás integrantes del grupo, acusado de haber materializado y cobrado millonarios rescates por varios secuestros, son adeptos a la teología de la Liberación que según su misma propaganda proselitista, Lugo predicaba entre sus discípulos en Paraguay.

El actual ministro de Justicia de Lugo, Humberto Blasco, apenas llegó al gobierno incluyó en la lista de indultados por fin de año a sus ex compañeros de la juventud liberal que se encontraban purgando una larga condena por haber secuestrado y asesinado al médico Wenceslao Meza, a principios de la década de 1990.

El actual nominado a dirigir Itaipú, nunca aprobado por el Congreso Nacional pero director de facto al fin, Gustavo Codas, intentó asaltar a su propia familia para munir de fondos a la organización delictiva que integraba hacia 1976. En el Parlamento Nacional incluso fue acusado de haber intentado secuestrar a su propia madre.

Varios otros personajes del gobierno como Miguel López Perito, Raúl Monte Domecq o Dionisio Borda cuentan con antecedentes similares que fueron prontuariados en tiempos de su asociación criminal en una banda delictiva conocida como “OPM”, que funcionó en la década de 1970.

Violencia de Género ejercida desde el poder

Lugo también es recordado nítidamente por la ciudadanía paraguaya por su impío comentario cuando se encontraba secuestrada la empresaria Cecilia Cubas, quien luego acabaría asesinada por grupos luego ligados electoralistamente al actual gobierno de Paraguay.

“Tengo cosas más importantes de qué preocuparme” había declarado entonces el cura, con una indiferencia que horrorizó a propios y extraños. Desde entonces el fantasma de los feminicidios y la violencia de género que ejerce contra las mismas mujeres del poder, no han dejado de estar presentes un solo día. Feminicidios, secuestros y violencia de género ejercida desde el gobierno en Paraguay se instalaron así de manera permanente y como algo natural con el cura Fernando Lugo.

No podía ser de otra manera con una verdadera encarnación de la misoginia en la silla presidencial. El secuestro de Dalia María Scappini Campos que sacude a la sociedad paraguaya y tensa el clima con un gobierno que contó entre sus aliados políticos para llegar al poder a personas vinculadas con este tipo de delitos, es apenas un capítulo más de esta pesadilla que cuenta con muchos cómplices, entre ellos la misma prensa.

Se dice que el miedo es lo que se siente ante la inseguridad a lo desconocido, y el pánico aflora ante la seguridad de lo conocido. En el caso que atañe al actual gobierno de secuestradores que padece el Paraguay, no cabe que el escalofrío que recorre el cuerpo de la mayoría de los indefensos ciudadanos, corresponde a la segunda de las opciones.

En manos de un gobierno de Secuestradores

El gobierno del cura Fernando Lugo tambalea ante cada secuestro, debido al estigma de haber contado entre sus aliados políticos a bandas de secuestradores
Luis Agüero Wagner
jueves, 1 de septiembre de 2011, 12:37 h (CET)
Un gremio de empresarios abogó anoche en Asunción por la liberación de la empresaria secuestrada Dalia Scappini e instó al cura presidente Fernando Lugo a que utilice todo el peso de la ley y poder del gobierno para lograr el retorno con vida de la desaparecida, así como el castigo de los criminales responsables.

La pesadilla se inició el martes cuando sobre la transitada avenida denominada General Máximo Santos, la empresaria fue bajada en forma violenta de su vehículo, luego de lo que aparentó ser un leve accidente de tránsito. Una voz advirtió al sistema de seguridad 911 del incidente, y luego una mujer denunció que la camioneta de la secuestrada fue abandonada detrás del Club Guaraní, a pocas cuadras de los hechos.

Según los testigos, el principal secuestrador manejaba un carro Toyota y vestía un traje de color negro y corbata. Llamativamente llevaba puesto un par de guantes de color blanco, presumiblemente de jardinero.

En el automóvil de los secuestradores pudo divisarse a dos personas más, aunque no pudo establecerse con claridad las características físicas de los mismos. Sí pudo observarse que el principal secuestrador era un sujeto de aproximadamente un metro setenta de altura de pelo muy corto, lo que dio pie a las acostumbradas especulaciones de que se trataban de uniformados de incógnito.

La familia de la secuestrada pronto se manifestó en el sentido de no confiar en las autoridades ni en los medios para resolver el duro trance, y pidió apartarse del caso al gobierno y el retiro de la prensa de las inmediaciones de su domicilio.

Secuestradores al poder

Razones no le faltan a la familia Scappini para cerrar las puertas a la prensa. Aunque los medios luguistas se avergüencen y renieguen de ello, es un secreto a voces en la sociedad paraguaya que ayudaron a tomar el poder ejecutivo a una banda de secuestradores.

Todos sabían que respaldaban a un cura de oscuros antecedentes como Fernando Lugo, a quien sus mismos ex aliados políticos del EPP acusan hoy de haber ayudado a huir hacia el Brasil a Juan Arrom, acusado del secuestro de María Edith Debernardi.

El principal líder el EPP, núcleo que promocionó a Lugo ante la línea dura de la izquierda latinoamericana presentándolo en Venezuela y Cuba como un “marxista y bolivariano obispo de los pobres”, -credenciales que luego demostraron ser falsas- es un viejo alumno de seminario de Lugo, Alcides Oviedo. La mayoría de los demás integrantes del grupo, acusado de haber materializado y cobrado millonarios rescates por varios secuestros, son adeptos a la teología de la Liberación que según su misma propaganda proselitista, Lugo predicaba entre sus discípulos en Paraguay.

El actual ministro de Justicia de Lugo, Humberto Blasco, apenas llegó al gobierno incluyó en la lista de indultados por fin de año a sus ex compañeros de la juventud liberal que se encontraban purgando una larga condena por haber secuestrado y asesinado al médico Wenceslao Meza, a principios de la década de 1990.

El actual nominado a dirigir Itaipú, nunca aprobado por el Congreso Nacional pero director de facto al fin, Gustavo Codas, intentó asaltar a su propia familia para munir de fondos a la organización delictiva que integraba hacia 1976. En el Parlamento Nacional incluso fue acusado de haber intentado secuestrar a su propia madre.

Varios otros personajes del gobierno como Miguel López Perito, Raúl Monte Domecq o Dionisio Borda cuentan con antecedentes similares que fueron prontuariados en tiempos de su asociación criminal en una banda delictiva conocida como “OPM”, que funcionó en la década de 1970.

Violencia de Género ejercida desde el poder

Lugo también es recordado nítidamente por la ciudadanía paraguaya por su impío comentario cuando se encontraba secuestrada la empresaria Cecilia Cubas, quien luego acabaría asesinada por grupos luego ligados electoralistamente al actual gobierno de Paraguay.

“Tengo cosas más importantes de qué preocuparme” había declarado entonces el cura, con una indiferencia que horrorizó a propios y extraños. Desde entonces el fantasma de los feminicidios y la violencia de género que ejerce contra las mismas mujeres del poder, no han dejado de estar presentes un solo día. Feminicidios, secuestros y violencia de género ejercida desde el gobierno en Paraguay se instalaron así de manera permanente y como algo natural con el cura Fernando Lugo.

No podía ser de otra manera con una verdadera encarnación de la misoginia en la silla presidencial. El secuestro de Dalia María Scappini Campos que sacude a la sociedad paraguaya y tensa el clima con un gobierno que contó entre sus aliados políticos para llegar al poder a personas vinculadas con este tipo de delitos, es apenas un capítulo más de esta pesadilla que cuenta con muchos cómplices, entre ellos la misma prensa.

Se dice que el miedo es lo que se siente ante la inseguridad a lo desconocido, y el pánico aflora ante la seguridad de lo conocido. En el caso que atañe al actual gobierno de secuestradores que padece el Paraguay, no cabe que el escalofrío que recorre el cuerpo de la mayoría de los indefensos ciudadanos, corresponde a la segunda de las opciones.

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