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Depués de la casi suspensión de pagos en EE.UU se duda de liderazgo de Obama

¿Todavía puede liderar américa?

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LONDRES - La primera semana de agosto de 2011 será recordada como momento singularmente irracional, inútil y vergonzoso de la historia política y económica de los Estados Unidos. Plasma gran parte de lo que tienen de malo las prioridades de nuestra élite política y las obsesiones de aquellos que ahora detentan el poder eficaz de veto sobre nuestro ejecutivo.

Empezó con el mundo pendiente de cada avance de las negociaciones por el techo de la deuda mientras temblaba por la posibilidad de que la disfunción de Washington condujera a un descubierto del pago de la deuda soberana estadounidense y una catástrofe global. Hasta los políticos y los tertulianos impecablemente proamericanos se preguntaban públicamente si Estados Unidos todavía podía gobernarse.

Pero hacia el jueves, aun evitado el descubierto a través de un acuerdo que en su mayor parte capitula a las exigencias Republicanas, la catástrofe hacía de todas formas acto de presencia. En todo el mundo los mercados implosionaban. La crisis del techo de la deuda creada artificialmente por políticos estadounidenses de derechas no pesó tanto como la peligrosa fragilidad de la economía global y la crisis de la deuda mucho más acusada de Europa.

Y para rematar este retrato de irresponsabilidad, Standard & Poor's, que con anterioridad estampaba rentablemente y sin poner pegas la calificación de triple A a los valores de respaldo hipotecario titularizados, terminaba la semana rebajando la calificación del ejecutivo federal. S&P cedió con anterioridad a las presiones de Goldman Sachs en su calificación de los títulos privados, pero se negó por lo menos a dosificar sus críticas a la solvencia estadounidense a pesar del fructífero cuestionamiento de algunas de sus cifras por parte de la administración Obama. Hemos de aprender mucho más de las fuerzas que empujaron a S&P a tomar esta decisión descabellada y enormemente politizada.

En nuestra fijación por mantener un debate profundamente ideológico en torno al gasto público, hemos perdido de vista lo que realmente importa. Washington, al actuar en concierto con otros países, debería poner el acento en crear empleo y recuperar el crecimiento. Tiene que abordar un caos inmobiliario y del crédito personal que ha devastado las cuentas de millones de hogares. Tiene que elevar el poder adquisitivo del consumidor. Y debería de ampliar la inversión pública en el futuro de la nación, no recortarla.

Pero aun así el mundo recurre a Estados Unidos para ayudar a impulsar una recuperación y brindar liderazgo en un momento en el que nosotros nos encerramos hasta extremos asfixiantes -- y en el que los ultraconservadores son tan dogmáticos con la rebaja del gasto que están dispuestos a dar al traste con la influencia de nuestra nación. ¿Que hay impago? No hay problema.

"No nos estábamos tirando el moco", decía al Washington Post el congresista Republicano de Utah Jason Chaffetz. "Lo tumbaremos". Lo decía con orgullo, pero el "lo" implica a la economía estadounidense y la posición de América en el mundo. ¿Esto es patriotismo?

Contemplar la semana que acaeció desde el extranjero ha sido un espectáculo aleccionador, y uno se pregunta si el Presidente Obama capta enteramente la decepción que hay entre decenas de miles en todo el mundo tan esperanzados en tiempos en que él devolviera a Estados Unidos a una posición de liderazgo global responsable.

Los amigos de América en el extranjero son conscientes de que la crisis de la deuda fue instigada por los rivales de Obama. Pero ahora se preocupan por lo fuerte que está Obama, si pondrá límites y si podrá recuperar la iniciativa.

Me reuní el viernes con el líder conservador británico, un miembro en alza del gabinete del Primer Ministro David Cameron que habló de su aprecio hacia Obama. Su interpretación de la política en la lucha de la deuda plasma perfectamente la ambivalencia de aquellos que desean el triunfo de Obama.

"Como estratega político, se le subestima a menudo", decía de Obama este ducho político. "Él está librando una partida a un plazo más largo". Mientras "los Republicanos han permitido que el movimiento de protesta fiscal tea party lleve la batuta... Obama podrá decir: ' Creo en los recortes del gasto, pero también creo que los más ricos del país deben pagar algo más'". Los Republicanos replicarán saliendo en defensa de importantes recortes en el programa Medicare de la tercera edad entre otros programas populares, pero él destaca que en lo que respecta a la opinión pública, esto dará ventaja a Obama.

Luego viene lo negativo: que Obama "parece ser una figura pasiva en un momento en que el mundo necesita un líder". Obama y sus asesores deberían tener muy presente esta observación discretamente devastadora. Incluso si ellos están de acuerdo en el paradero de Obama a nivel político, tienen que preocuparles todas las concesiones y las maniobras que minan el activo más importante de un presidente: una imagen de fuerza ganada apoyada en principios.

El principal interrogante es si Estados Unidos es todavía capaz de sacar al mundo de la agitación económica. La respuesta de Obama a este desafío tendrá un impacto mucho mayor, tanto sobre el futuro del país como sobre su propia reelección, que todas las consignas, los sondeos y los desplazamientos por conveniencia juntos.

¿Todavía puede liderar américa?

Depués de la casi suspensión de pagos en EE.UU se duda de liderazgo de Obama
E. J. Dionne
miércoles, 10 de agosto de 2011, 07:47 h (CET)
LONDRES - La primera semana de agosto de 2011 será recordada como momento singularmente irracional, inútil y vergonzoso de la historia política y económica de los Estados Unidos. Plasma gran parte de lo que tienen de malo las prioridades de nuestra élite política y las obsesiones de aquellos que ahora detentan el poder eficaz de veto sobre nuestro ejecutivo.

Empezó con el mundo pendiente de cada avance de las negociaciones por el techo de la deuda mientras temblaba por la posibilidad de que la disfunción de Washington condujera a un descubierto del pago de la deuda soberana estadounidense y una catástrofe global. Hasta los políticos y los tertulianos impecablemente proamericanos se preguntaban públicamente si Estados Unidos todavía podía gobernarse.

Pero hacia el jueves, aun evitado el descubierto a través de un acuerdo que en su mayor parte capitula a las exigencias Republicanas, la catástrofe hacía de todas formas acto de presencia. En todo el mundo los mercados implosionaban. La crisis del techo de la deuda creada artificialmente por políticos estadounidenses de derechas no pesó tanto como la peligrosa fragilidad de la economía global y la crisis de la deuda mucho más acusada de Europa.

Y para rematar este retrato de irresponsabilidad, Standard & Poor's, que con anterioridad estampaba rentablemente y sin poner pegas la calificación de triple A a los valores de respaldo hipotecario titularizados, terminaba la semana rebajando la calificación del ejecutivo federal. S&P cedió con anterioridad a las presiones de Goldman Sachs en su calificación de los títulos privados, pero se negó por lo menos a dosificar sus críticas a la solvencia estadounidense a pesar del fructífero cuestionamiento de algunas de sus cifras por parte de la administración Obama. Hemos de aprender mucho más de las fuerzas que empujaron a S&P a tomar esta decisión descabellada y enormemente politizada.

En nuestra fijación por mantener un debate profundamente ideológico en torno al gasto público, hemos perdido de vista lo que realmente importa. Washington, al actuar en concierto con otros países, debería poner el acento en crear empleo y recuperar el crecimiento. Tiene que abordar un caos inmobiliario y del crédito personal que ha devastado las cuentas de millones de hogares. Tiene que elevar el poder adquisitivo del consumidor. Y debería de ampliar la inversión pública en el futuro de la nación, no recortarla.

Pero aun así el mundo recurre a Estados Unidos para ayudar a impulsar una recuperación y brindar liderazgo en un momento en el que nosotros nos encerramos hasta extremos asfixiantes -- y en el que los ultraconservadores son tan dogmáticos con la rebaja del gasto que están dispuestos a dar al traste con la influencia de nuestra nación. ¿Que hay impago? No hay problema.

"No nos estábamos tirando el moco", decía al Washington Post el congresista Republicano de Utah Jason Chaffetz. "Lo tumbaremos". Lo decía con orgullo, pero el "lo" implica a la economía estadounidense y la posición de América en el mundo. ¿Esto es patriotismo?

Contemplar la semana que acaeció desde el extranjero ha sido un espectáculo aleccionador, y uno se pregunta si el Presidente Obama capta enteramente la decepción que hay entre decenas de miles en todo el mundo tan esperanzados en tiempos en que él devolviera a Estados Unidos a una posición de liderazgo global responsable.

Los amigos de América en el extranjero son conscientes de que la crisis de la deuda fue instigada por los rivales de Obama. Pero ahora se preocupan por lo fuerte que está Obama, si pondrá límites y si podrá recuperar la iniciativa.

Me reuní el viernes con el líder conservador británico, un miembro en alza del gabinete del Primer Ministro David Cameron que habló de su aprecio hacia Obama. Su interpretación de la política en la lucha de la deuda plasma perfectamente la ambivalencia de aquellos que desean el triunfo de Obama.

"Como estratega político, se le subestima a menudo", decía de Obama este ducho político. "Él está librando una partida a un plazo más largo". Mientras "los Republicanos han permitido que el movimiento de protesta fiscal tea party lleve la batuta... Obama podrá decir: ' Creo en los recortes del gasto, pero también creo que los más ricos del país deben pagar algo más'". Los Republicanos replicarán saliendo en defensa de importantes recortes en el programa Medicare de la tercera edad entre otros programas populares, pero él destaca que en lo que respecta a la opinión pública, esto dará ventaja a Obama.

Luego viene lo negativo: que Obama "parece ser una figura pasiva en un momento en que el mundo necesita un líder". Obama y sus asesores deberían tener muy presente esta observación discretamente devastadora. Incluso si ellos están de acuerdo en el paradero de Obama a nivel político, tienen que preocuparles todas las concesiones y las maniobras que minan el activo más importante de un presidente: una imagen de fuerza ganada apoyada en principios.

El principal interrogante es si Estados Unidos es todavía capaz de sacar al mundo de la agitación económica. La respuesta de Obama a este desafío tendrá un impacto mucho mayor, tanto sobre el futuro del país como sobre su propia reelección, que todas las consignas, los sondeos y los desplazamientos por conveniencia juntos.

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