WASHINGTON - El Presidente Obama toca ya el cielo del debate de la deuda, habiendo levantado el farol de los Republicanos con la deuda. Dejó en evidencia que la reducción del déficit no es hoy, y nunca ha sido, la prioridad del Partido Republicano. Que no se duerma en los laureles.
Tras frustrar el acuerdo que el presidente de la Cámara de Representantes John Boehner andaba preparando con Obama, el congresista Eric Cantor, secretario de la mayoría y rival de Boehner, tendrá que demostrar que sabía lo que hacía y recobrar terreno político. Cantor presentará probablemente a Obama los recortes del gasto público que el presidente parecía apoyar en su momento como parte de un gran acuerdo pero que ahora tendrá que rechazar puesto que el acuerdo es imposible. Sigue revistiendo bastante peligro.
Pero ya está claro que la historia contará que Boehner, el guerrero curtido en batallas, fue mejor estratega político que Cantor, el autoproclamado "joven espada". Boehner vio la oportunidad de realizar importantes recortes en los programas de pensiones, sacudirse los graves daños causados a su formación por los austeros presupuestos del congresista Paul Ryan, y sembrar el conflicto entre Obama y el electorado Demócrata.
Boehner ofreció lo que, dentro de la artimaña, eran modestas concesiones en materia de subida tributaria, logrando hasta tres veces más en recortes del gasto público. Sólo a los Republicanos legisladores se les puede ocurrir que tres pasos adelante y un paso atrás equivalen a una retirada. Boehner vive en el mundo real. La mayoría de los legisladores de su representación viven en FOXlandia o en Villa Rush Limbaugh, donde los programas de debate de derechas definen la verdad.
Obama pensaba que solucionar el gran problema iba a superar cualquier dificultad política que su acuerdo con Boehner pudiera causarle. Pero Cantor ahorra a Obama un montón de problemas. Le blinda frente a las rencillas internas y deja prístino que proteger las deducciones fiscales de las rentas altas y las multinacionales es el objetivo motor del Partido Republicano. Hasta el más decididamente centrista y cauto se vería obligado a reconocer esta verdad esencial de la política norteamericana.
El secretario Republicano en el Senado Mitch McConnell - que es igual de astuto que Boehner, pero que está menos interesado en las legislaciones -- indicaba el martes que toda esta aventura de vincular la subida del techo de la deuda a la empresa de los grandes recortes del gasto público se ha transformado en una estrategia perdedora. Su alambicada pero inteligente propuesta deja en manos Demócratas toda la responsabilidad de elevar el umbral de endeudamiento. Esto saca al Partido Republicano de su actual dilema y obliga a los Demócratas a celebrar una gran cantidad de votaciones desagradables. Eso ayuda a los Republicanos a capturar el Senado en 2012, que es lo que más le importa a McConnell.
De esta forma, el Partido Republicano ingresa por la fuerza en una fórmula sobre la que los Demócratas tuvieron el monopolio en tiempos: sí, los Republicanos están dispersos. Se dividen entre los que saben que Boehner tiene razón, los que como McConnell andan deseosos de dar carpetazo a la cuestión del límite de la deuda, y la troika ahora responsable de la estrategia Republicana en la Cámara (Cantor, Ryan y el congresista Kevin McCarthy) que necesitan tener algo que mostrar a cambio de haber empujado al límite al país.
La mejor forma de abandonar esta parálisis es, desafortunadamente, un imposible político: trabajar con los presupuestos redactados por el senador Demócrata de Dakota del Norte Kent Conrad, que demuestran que se puede lograr una importante reducción del déficit maridando ciertos recortes del gasto público con impuestos más altos a las rentas muy altas. Es un camino que Obama podría haber considerado de forma útil con anterioridad.
La alternativa racional es un acuerdo con los recortes suficientes para satisfacer a la mayoría de los Republicanos y la suficiente recaudación pública para ganar el apoyo de la cifra suficiente de legisladores Demócratas para compensar a los activistas fiscales que nunca van a apoyar un incremento del techo de la deuda. Si Boehner hace valer su postura, así es probablemente como saldrán las cosas.
He aquí el escenario preocupante: Cantor traslada cada recorte del gasto público nacional debatido en el seno de las negociaciones con el Vicepresidente Joe Biden, afirma que la administración ha dado el visto bueno, y los somete a votación en una batería de medidas.
No importa que Cantor abandonara las negociaciones antes de producirse negociaciones serias en torno a los recortes de la defensa y la recaudación pública, y que por tanto no haya ningún acuerdo real. Cantor, que necesita dejar en evidencia a los Demócratas y tirar del pedestal a Obama, fue astuto al obligar a la administración a hablar primero de recortes nacionales y lanzando su órdago. Ahora puede jugar esas bazas contra Obama obligando al presidente a rechazar las reducciones que en tiempos consideró cuando parecía posible un acuerdo ambicioso.
Puede parecer un juego político. Pero en este momento, los legisladores Republicanos no se pueden permitir poner fin a todo este lamentable episodio con un lamento. El estruendo que buscan todavía puede causar enormes daños colaterales.