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Nuevas Hipótesis Sobre el Robo del Códice Calixtino

El robo del siglo

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Aunque tengo por costumbre no consumir demasiada información mediática para evitar que se me sobrecaliente la sesera, el sol de medianoche es tan cruel por aquí arriba que, en mis desvelos, no me queda más remedio que pasar el rato visitando páginas webs de dudosa moralidad, desde las correspondientes a periódicos y canales de televisión españoles hasta, lo confieso, pornografía de baratillo (lo cual, en cierta forma, viene a ser lo mismo). Así me he enterado de que alguien ha tenido la gran idea de robar el Códice Calixtino, ese mamotreto medieval que casi nadie sabe lo que es ni para qué sirve, de la Catedral de Santiago de Compostela.

La verdad es que ya tardaban. Lo digo porque el día anterior al robo le comentaba yo a unos amigos islandeses que las medidas de seguridad de la catedral compostelana siempre me han parecido más bien precarias y que no me extrañaría que, un día de estos, algún perroflauta robara el botafumeiro para llenarlo de marihuana o que algún gourmet de gustos macabros hiciera lo propio con los huesos del supuesto apostol para prepararse un sabroso caldito católico-apostólico y salir así en el programa Gente de TVE.

El caso es que, de pronto, todo el mundo habla de “el robo del siglo”. Y tiene gracia, porque la verdad es que robar algo sin que ninguna de las cámaras de seguridad apunte en la dirección de ese algo y disponiendo de las llaves de la caja fuerte (¡¡estaban puestas!!), no es precisamente una proeza digna de un sofisticado ladrón de guante blanco, sino más bien de un tipo con dos luces que ha visto el hueco perfecto para dejar en ridículo la seguridad del templo y, de paso, hacerse con una lectura veraniega más económica que cualquiera de las disponibles en Amazon o en las librerías de viejo de toda la vida.

Según parece las autoridades trabajan con gran ahínco en el caso y, en un alarde de originalidad sin parangón, han llegado a la conclusión de que, probablemente, lo haya robado alguien (quizás el Dioni, se me ocurre) con acceso al fácsimil y la intención vendérselo a un coleccionista privado. No es una teoría descartable, por supuesto, pero habría que considerar otras. Yo pongo sobre la mesa la siguiente pregunta: ¿no es demasiada casualidad que este robo haya sucedido al poco de que la cúpula de la SGAE haya sido arrestada por presunto desvío de fondos? Piénsenlo bien. Una entidad que no tiene miramientos en exigir el pago de derechos de autor a la familia de un niño enfermo visitado por Bustamante para cantarle tonadillas (tendrían que pagarle al pobre niño, pero eso es otra historia), que no duda en tratar de sacarle la sangre a grupos teatrales de escolares por vulnerar la ley de propiedad intelectual, que es responsable de que por cada CD o dispositivo de almacenamiento de memoria se nos cobre un canon precognitivo, a lo Minority Report, para evitar que lo llenemos de contenidos piratas, y que, además, aparece la primera de la lista si uno escribe “ladrones” en Google, está más que cualificada para echarle mano al Códice Calixtino o incluso, si nos ponemos, a la Piedra Rosetta. Y no nos cobran los derechos de autor del libro porque ya están vencidos. Eso sí, si a alguien se le ocurre escribir una novela o un guión sobre el asunto allí estarán ellos prestos y dispuestos para recaudar. Lo primero son los autores, como siempre dicen. Y ojo, que el libro primero o de las liturgias y los dos apéndices que cierran el incunable incluyen música. Esperemos que a Ramoncín o a Victor Manuel y Ana Belén no se les dé por sacar un disco de versiones porque, de lo contrario, mucho me temo que muchos acabaremos pagando un canon sólo por no escucharlo.

El robo del siglo

Nuevas Hipótesis Sobre el Robo del Códice Calixtino
Gonzalo G. Velasco
sábado, 9 de julio de 2011, 22:00 h (CET)
Aunque tengo por costumbre no consumir demasiada información mediática para evitar que se me sobrecaliente la sesera, el sol de medianoche es tan cruel por aquí arriba que, en mis desvelos, no me queda más remedio que pasar el rato visitando páginas webs de dudosa moralidad, desde las correspondientes a periódicos y canales de televisión españoles hasta, lo confieso, pornografía de baratillo (lo cual, en cierta forma, viene a ser lo mismo). Así me he enterado de que alguien ha tenido la gran idea de robar el Códice Calixtino, ese mamotreto medieval que casi nadie sabe lo que es ni para qué sirve, de la Catedral de Santiago de Compostela.

La verdad es que ya tardaban. Lo digo porque el día anterior al robo le comentaba yo a unos amigos islandeses que las medidas de seguridad de la catedral compostelana siempre me han parecido más bien precarias y que no me extrañaría que, un día de estos, algún perroflauta robara el botafumeiro para llenarlo de marihuana o que algún gourmet de gustos macabros hiciera lo propio con los huesos del supuesto apostol para prepararse un sabroso caldito católico-apostólico y salir así en el programa Gente de TVE.

El caso es que, de pronto, todo el mundo habla de “el robo del siglo”. Y tiene gracia, porque la verdad es que robar algo sin que ninguna de las cámaras de seguridad apunte en la dirección de ese algo y disponiendo de las llaves de la caja fuerte (¡¡estaban puestas!!), no es precisamente una proeza digna de un sofisticado ladrón de guante blanco, sino más bien de un tipo con dos luces que ha visto el hueco perfecto para dejar en ridículo la seguridad del templo y, de paso, hacerse con una lectura veraniega más económica que cualquiera de las disponibles en Amazon o en las librerías de viejo de toda la vida.

Según parece las autoridades trabajan con gran ahínco en el caso y, en un alarde de originalidad sin parangón, han llegado a la conclusión de que, probablemente, lo haya robado alguien (quizás el Dioni, se me ocurre) con acceso al fácsimil y la intención vendérselo a un coleccionista privado. No es una teoría descartable, por supuesto, pero habría que considerar otras. Yo pongo sobre la mesa la siguiente pregunta: ¿no es demasiada casualidad que este robo haya sucedido al poco de que la cúpula de la SGAE haya sido arrestada por presunto desvío de fondos? Piénsenlo bien. Una entidad que no tiene miramientos en exigir el pago de derechos de autor a la familia de un niño enfermo visitado por Bustamante para cantarle tonadillas (tendrían que pagarle al pobre niño, pero eso es otra historia), que no duda en tratar de sacarle la sangre a grupos teatrales de escolares por vulnerar la ley de propiedad intelectual, que es responsable de que por cada CD o dispositivo de almacenamiento de memoria se nos cobre un canon precognitivo, a lo Minority Report, para evitar que lo llenemos de contenidos piratas, y que, además, aparece la primera de la lista si uno escribe “ladrones” en Google, está más que cualificada para echarle mano al Códice Calixtino o incluso, si nos ponemos, a la Piedra Rosetta. Y no nos cobran los derechos de autor del libro porque ya están vencidos. Eso sí, si a alguien se le ocurre escribir una novela o un guión sobre el asunto allí estarán ellos prestos y dispuestos para recaudar. Lo primero son los autores, como siempre dicen. Y ojo, que el libro primero o de las liturgias y los dos apéndices que cierran el incunable incluyen música. Esperemos que a Ramoncín o a Victor Manuel y Ana Belén no se les dé por sacar un disco de versiones porque, de lo contrario, mucho me temo que muchos acabaremos pagando un canon sólo por no escucharlo.

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