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El simbolismo no paga facturas ni cubre el coste de la seguridad social y Medicare

¿Se impondrá la simbología a la lógica?

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WASHINGTON -- Esto no impide a los políticos de la capital del país participar de una lucha prolongada y totalmente simbólica en torno a elevar el umbral de la deuda.

Es hora de cortar la charada

Las líneas maestras del acuerdo eventual están ya claras. Las dos formaciones convienen en unos cuantos recortes del gasto y un mecanismo de reducción del déficit que no se activa hasta mucho después de las presidenciales de 2012. La formulación del mecanismo de acción será lo bastante vaga para que los Republicanos puedan decir que obliga a realizar importantes reducciones del gasto público y para que los Demócratas puedan decir que permitirá una cierta mezcolanza de subidas tributarias y recortes del gasto.

Los Republicanos que condicionan la subida del umbral de endeudamiento a sus iniciativas de eviscerar los programas saben perfectamente bien que el Congreso no va a arriesgarse a una crisis económica. Hasta ellos reconocen esto.

"En algún momento tengo claro que tendrán que elevar el umbral de deuda", decía el domingo el presidente de la Cámara John Boehner en el programa de la CBS "Face the Nation". Pero aun así Boehner está obligado a llevar las cosas al extremo porque los integrantes del movimiento fiscal que forman parte de su representación están seguros de que los comicios del año pasado dieron "un mandato" a los Republicanos para convertir en realidad sus sueños de gobierno limitado más salvajes. Boehner está tratando de apaciguar a la derecha con prolongados enfrentamientos contra todos y grandes dosis de retórica contra gasto público.

Por supuesto, nunca hubo mandato del movimiento fiscal. Los Demócratas siguen teniendo la mayoría en el Senado gracias en parte a que el movimiento fiscal sentenció las posibilidades Republicanas de hacerse con él durante el año pasado al ayudar a sacar elegidos candidatos imposibles de elegir, sobre todo Christine O'Donnell en Delaware y Sharron Angle en Nevada.

Y es evidente que los Republicanos se dan cuenta de que los presupuestos que tramitaron el mes pasado, redactados por el congresista Paul Ryan, R-Wisc., son una quimera política.

En la campaña de las elecciones extraordinarias del distrito 26 de Nueva York fijadas la semana que viene, la Republicana Jane Corwin corre un inesperado peligro porque la Demócrata Kathy Hochul ha transformado los comicios en un referendo de los presupuestos de Ryan y sus recortes al programa Medicare de los ancianos. Sorprendente (y falsamente), Corwin acusa a la Demócrata de ser partidaria de los recortes en Medicare. Moraleja: Corwin no puede defender los recortes, así que ahora quiere sembrar la confusión: y los Republicanos se desharán de los presupuestos de Ryan si es lo que hace falta para salvar escaños en la Cámara.

Ni el propio Ryan defiende ya sus recortes en el programa de los ancianos. Como señala Ezra Klein en el Washington Post, el importante discurso de Ryan en Chicago esta semana sólo dedicaba tres párrafos parcos en detalles a Medicare. Y el legislador Newt Gingrich está siendo castigado por su partido por el gran pecado de decir la verdad de los presupuestos de Ryan: El votante simplemente no se va a tragar "la ingeniería social de derechas".

Luego está la retirada del Senador Tom Coburn, R-Okla., del "Grupo de los Seis" que aspira a llegar a un amplio acuerdo contra el déficit. La deserción de Coburn demuestra que un acuerdo bipartidista integral es imposible mientras los Republicanos sean reacios a admitir la necesidad de nuevas fuentes importantes de recaudación pública. Y toda la buena voluntad del mundo no basta para superar el hecho de que el grueso del problema del déficit a lo largo de la próxima década es generado por las bajadas tributarias Bush.

Tarde o temprano, todas estas realidades llevarán al Congreso a elevar el techo de la deuda sin simular que puede resolver los interrogantes fundamentales de los presupuestos. Pero todavía queda un gran peligro.

Habiendo perdido en el tema del Medicare, los Republicanos van a ser dados a cruzarse de brazos y contemplar grandes recortes en el programa Medicaid de los pobres - y los recortes de Ryan en esta cuestión son, si cabe, peores que los del Medicare. Como concluye hasta la cauta Oficina Presupuestaria del Congreso, su plan para Medicaid "probablemente obligue a los estados... a recortar la afiliación al Medicaid, ofrecer cobertura menos amplia a los afiliados, o pagarla ellos". Los recortes perjudicarán especialmente a los discapacitados, que suponen el 42% del gasto del Medicaid.

La administración se ha mostrado extrañamente reservada con Medicaid, que juega un importante papel en la iniciativa de la nueva reforma sanitaria por ampliar la cobertura. Recemos porque no sea la primera cuestión a la que renuncie el Presidente Obama en su Máquina de Concesiones Preventivas.

El presidente también podría interrumpir de forma útil nuestra obsesión deficitaria para recordarnos un momento que el Congreso tiene todavía en paro a 13,7 millones de estadounidenses. Si crear un mecanismo para recortar el déficit a largo plazo tiene sentido, rebajarlo ahora sería insensato.

Esa es la razón de que un acuerdo preciso y rápido para elevar el umbral de endeudamiento sea la única forma sensata de salir de esta confrontación inútil. Es verdaderamente irracional arriesgar el nombre de la nación en aras de ofrecer símbolos vacíos al movimiento fiscal.

¿Se impondrá la simbología a la lógica?

El simbolismo no paga facturas ni cubre el coste de la seguridad social y Medicare
E. J. Dionne
viernes, 20 de mayo de 2011, 07:02 h (CET)
WASHINGTON -- Esto no impide a los políticos de la capital del país participar de una lucha prolongada y totalmente simbólica en torno a elevar el umbral de la deuda.

Es hora de cortar la charada

Las líneas maestras del acuerdo eventual están ya claras. Las dos formaciones convienen en unos cuantos recortes del gasto y un mecanismo de reducción del déficit que no se activa hasta mucho después de las presidenciales de 2012. La formulación del mecanismo de acción será lo bastante vaga para que los Republicanos puedan decir que obliga a realizar importantes reducciones del gasto público y para que los Demócratas puedan decir que permitirá una cierta mezcolanza de subidas tributarias y recortes del gasto.

Los Republicanos que condicionan la subida del umbral de endeudamiento a sus iniciativas de eviscerar los programas saben perfectamente bien que el Congreso no va a arriesgarse a una crisis económica. Hasta ellos reconocen esto.

"En algún momento tengo claro que tendrán que elevar el umbral de deuda", decía el domingo el presidente de la Cámara John Boehner en el programa de la CBS "Face the Nation". Pero aun así Boehner está obligado a llevar las cosas al extremo porque los integrantes del movimiento fiscal que forman parte de su representación están seguros de que los comicios del año pasado dieron "un mandato" a los Republicanos para convertir en realidad sus sueños de gobierno limitado más salvajes. Boehner está tratando de apaciguar a la derecha con prolongados enfrentamientos contra todos y grandes dosis de retórica contra gasto público.

Por supuesto, nunca hubo mandato del movimiento fiscal. Los Demócratas siguen teniendo la mayoría en el Senado gracias en parte a que el movimiento fiscal sentenció las posibilidades Republicanas de hacerse con él durante el año pasado al ayudar a sacar elegidos candidatos imposibles de elegir, sobre todo Christine O'Donnell en Delaware y Sharron Angle en Nevada.

Y es evidente que los Republicanos se dan cuenta de que los presupuestos que tramitaron el mes pasado, redactados por el congresista Paul Ryan, R-Wisc., son una quimera política.

En la campaña de las elecciones extraordinarias del distrito 26 de Nueva York fijadas la semana que viene, la Republicana Jane Corwin corre un inesperado peligro porque la Demócrata Kathy Hochul ha transformado los comicios en un referendo de los presupuestos de Ryan y sus recortes al programa Medicare de los ancianos. Sorprendente (y falsamente), Corwin acusa a la Demócrata de ser partidaria de los recortes en Medicare. Moraleja: Corwin no puede defender los recortes, así que ahora quiere sembrar la confusión: y los Republicanos se desharán de los presupuestos de Ryan si es lo que hace falta para salvar escaños en la Cámara.

Ni el propio Ryan defiende ya sus recortes en el programa de los ancianos. Como señala Ezra Klein en el Washington Post, el importante discurso de Ryan en Chicago esta semana sólo dedicaba tres párrafos parcos en detalles a Medicare. Y el legislador Newt Gingrich está siendo castigado por su partido por el gran pecado de decir la verdad de los presupuestos de Ryan: El votante simplemente no se va a tragar "la ingeniería social de derechas".

Luego está la retirada del Senador Tom Coburn, R-Okla., del "Grupo de los Seis" que aspira a llegar a un amplio acuerdo contra el déficit. La deserción de Coburn demuestra que un acuerdo bipartidista integral es imposible mientras los Republicanos sean reacios a admitir la necesidad de nuevas fuentes importantes de recaudación pública. Y toda la buena voluntad del mundo no basta para superar el hecho de que el grueso del problema del déficit a lo largo de la próxima década es generado por las bajadas tributarias Bush.

Tarde o temprano, todas estas realidades llevarán al Congreso a elevar el techo de la deuda sin simular que puede resolver los interrogantes fundamentales de los presupuestos. Pero todavía queda un gran peligro.

Habiendo perdido en el tema del Medicare, los Republicanos van a ser dados a cruzarse de brazos y contemplar grandes recortes en el programa Medicaid de los pobres - y los recortes de Ryan en esta cuestión son, si cabe, peores que los del Medicare. Como concluye hasta la cauta Oficina Presupuestaria del Congreso, su plan para Medicaid "probablemente obligue a los estados... a recortar la afiliación al Medicaid, ofrecer cobertura menos amplia a los afiliados, o pagarla ellos". Los recortes perjudicarán especialmente a los discapacitados, que suponen el 42% del gasto del Medicaid.

La administración se ha mostrado extrañamente reservada con Medicaid, que juega un importante papel en la iniciativa de la nueva reforma sanitaria por ampliar la cobertura. Recemos porque no sea la primera cuestión a la que renuncie el Presidente Obama en su Máquina de Concesiones Preventivas.

El presidente también podría interrumpir de forma útil nuestra obsesión deficitaria para recordarnos un momento que el Congreso tiene todavía en paro a 13,7 millones de estadounidenses. Si crear un mecanismo para recortar el déficit a largo plazo tiene sentido, rebajarlo ahora sería insensato.

Esa es la razón de que un acuerdo preciso y rápido para elevar el umbral de endeudamiento sea la única forma sensata de salir de esta confrontación inútil. Es verdaderamente irracional arriesgar el nombre de la nación en aras de ofrecer símbolos vacíos al movimiento fiscal.

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