Nos acercan a los mejores ESPEJOS para que tengamos una visión muy mejorada del rostro, de los ojos, del cutis y de los arreglos cosméticos. Ocurre lo mismo a nivel de la sociedad, para que nos encandilemos con los grandes logros o las pretendidas maravillas. Pero esa treta es un engaño manifiesto, bajo el truco de la mirada superficial en el espejo; porque lo que necesitamos de verdad es atravesar esa superficie con una mirada de mayor alcance. ¿Qué se cuece detrás de aquellas primeras imágenes? Apreciaremos diversos núcleos de actividad que urden tramas de lo más imprevistas, y no pocas veces de carácter perverso.
La realidad es muy expresiva, no se detiene en las triquiñuelas de los espejos. Nos arrecian toda clase de ventoleras y tempestades sociales, en grupos reducidos o en amplios conjuntos, con una variada muestra de PATRAÑAS. Con agresividades y respuestas heladoras, con la frialdad propia de témpanos humanos, impropias pero habituales. Abundan también los acompañantes diletantes que pululan alrededor, aunque no se implican en las relaciones. Así mismo, escuchamos y padecemos los discursos de oráculos sin contenido de peso; a diario y en todos los medios. ¿Dónde quedamos cada uno de nosotros? ¿Qué papel jugamos? Las alternativas a dicho panorama han de ser exigentes; o bien hurgamos en las profundidades de la naturaleza humana en busca de las mejores cualidades benefactoras, o utilizamos la inteligencia para destilar otros contenidos satisfactorios. De lo contrario se impondrá la debacle progresiva.
La degeneración se fragua en torno al desprecio por los caracteres peculiares de cada persona. La despersonalización progresiva genera unos entes que nos devalúan a marchas forzadas. Guy Debord denomina a este espectáculo como la “sociedad del espectáculo”, como un festejo grandioso para que todos bailemos al son de sus indicaciones, sumisos y sin asomo de criterios con las características de cada persona. Todo se presenta difuminado dentro del gran montaje. Con 2 secuelas graves y frecuentes. Se trata de un funcionamiento IMPERSONAL, a los sujetos sólo les cabe el sometimiento al engranaje, representan nuevas versiones en una esclavitud moderna, de la que traigo a colación algunos de sus rasgos. Se le une la ausencia de los responsables, no dan la cara, se pierden en los entresijos de la entidad espectacular; alcanzan su cuota de IRRESPONSABILIDAD, al final es el sistema sin rostro el único culpable. Hemos generado un monstruo de muchas caras y ninguna buena. Por desgracia, esto tiene trazas de un empeoramiento trágico. ¿Distinguiremos las reacciones regenerativas?
El mismo Debord menciona la “Teoría de la deriva”; recalcando la importancia del camino elegido y que vayamos a recorrer cada uno por separado o bien agrupados. Mal iremos si nos limitamos al seguimiento de los entes extrahumanos. Veamos que ocurre con los ENFERMOS, como otros ciudadanos quedan alejados de los primeros planos. Han de someterse a las progresivas gestiones económicas endiosadas, a las que no se puede discutir ninguna orientación, por muy bien enfocada que estuviera la réplica. Algo de esto se vivió con el manejo de las vacunas en el asunto de la gripe A, se aprecia en las listas de espera y los minutos de las consultas. El primer enfoque de las decisiones se aleja de los pacientes, y ese no es un camino esperanzador. Los entes se apoderan de la gestión.
Las maravillas, dentro de lo que cabe, auspiciadas por las democracias; sin ninguna duda ennoblecen y dan un sentido brillante a la política. Basta con una mirada a los regímenes comunistas, integristas árabes o dictatoriales, sean antiguos o de nuevo cuño, para reafirmarnos. Sin embargo, a partir de dichos logros participativos son más lamentables los DESTROZOS POLÍTICOS que introducimos en la democracia. Degeneran en “asentamientos” de algunos para el servicio de sus propios clanes; lo confirma el flujo de capital hacia algunos patrimonios familiares. Las listas establecidas de antemano y con previsiones ocultas, el dominio informativo, la servidumbre necia hacia un espectáculo económico de rumbo dudoso y al servicio de la banca, la ausencia de los debates previos a las decisiones importantes, la falta de transparencia; ¿Refuerzan, o degradan la democracia? La bondad inicial del planteamiento queda en riesgo grave, en camino de convertirse en un contubernio peligroso. Ni se sabe donde se situa al ciudadano.
Es posible que cuando lean este párrafo, el concepto de cultura no represente ninguna realidad sustanciosa. El progresivo vaciamiento de su significado se inicia con un equívoco, implantado primero y cultivado después en nuestros ambientes. Ahora que se estilan los cambios gramaticales, esta palabra también perdió las letras en mayúscula, se empequeñeció. Si de todas las creaciones humanas se recogían las mejores en este concepto y se prosperaba con ellas; se dislocó la tendencia, se BANALIZÓ la CULTURA, reducida a una minúscula agrupación de letras, “cultura a secas y en pequeño”, sin ambiciones de mayor calado. En esa pendiente descendente nos hallamos. ¿Qué obras de teatro se han creado en estos años? Cuando uno oye hablar de muestras artísticas, el estremecimiento ante el hecho artístico se afloja, los pintarrajeos y tachaduras no lo merecen. La creación musical tampoco suena a gran nivel. Las rendijas se agrandaron, se escaparon la sensibilidad, las diferencias cualitativas, el valor de los materiales, el esfuerzo buscador de las esencias y la verdadera naturaleza de las personas se ensombrece. En esas direcciones se avizoran metas frustrantes y con poca trascendencia.
El “sentido común” no es algo cifrado de antemano e invariable, cada uno participa en su elaboración con sus propias valoraciones. Se trata de una posición consecuente con las tres condiciones kantianas. Uno debe pensar por sí mismo, sin forzamientos. Ha de contar con los demás, su pensamiento debe colocarse en el lugar de los otros, para acabar con el pensamiento coherente propio, pero con arreglo a las dosprimeras máximas. Pues bien, se genera el sentido POCO o NADA COMÚN; porque las máximas se han distorsionado. Avasallados por los ajetreos, el bombardeo de los medios o por la comodidad; resulta extrañísimo que una persona trate de pensar por sí mismo y a fondo sobre los asuntos que se presentan a diario. Sobre lo de ponerse en el lugar del otro, ni en sueños; hemos entrado en comportamientos aislados a fuerza de autonomía y las libertad sacada de quicio. La tolerancia del otro, porque uno no tiene más remedio que soportarlo, no es ponerse en su lugar para pensar lo más conveniente. Hasta las éticas se han liberalizado, a cada uno le sobran argumentos para permanecer en su ética privada. Se dilapidó la coherencia constructiva y lo comunitario no sobrepasa la coincidencia en el tiempo de los individuos. La elaboración en común y coherente no se plantea.
La brújula ya no sirve para estas desviaciones del rumbo, si esperaremos con ansia la solución venida desde fuera o la buscaremos en el interior de nuestros razonamientos; esa será la disyuntiva a dilucidar.
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