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Hay una serie de preguntas que es insoslayable responder si queremos encontrar sentido a la vida

Preguntas a responder

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Releyendo los documentos del Concilio Vaticano II encuentro que en la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, subrayé en alguna lectura anterior, quizás la primera vez que la leí, una colección de preguntas que siguen interrogándonos a todos desde 1965.

Estas preguntas son: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?

Pienso que estas preguntas no han pasado de moda, que cada persona tiene que planteárselas constantemente, buscando respuestas que puedan orientar su vida, la única vida que le ha tocado vivir.

Muchos filósofos han tratado de averiguar qué sea el hombre. Hay respuestas para todos los gustos: un eslabón en la cadena evolutiva, una pasión inútil, un cáncer peligroso que puede acabar con el planeta tierra, el rey de la creación, una sombra que cruza el mundo para desvanecerse al poco tiempo.

En el primer libro de la Biblia se dice que el hombre fue creado por Dios a su imagen y semejanza, aunque hay mucha gente que no cree en ello, quizás crea en la evolución por parecerle más científico, aunque tendrá que reconocer que no tiene ni idea de quién pudo iniciar esta evolución, ni siquiera si se trata de un proceso inteligente o ciego. Negar la existencia de Dios no me aclara nada, ni me explica que estemos dotados de razón y de libertad.

Pero preguntarnos por el sentido del dolor, del mal o de la muerte resulta mucho más angustioso y a pesar de tanto invento e investigación sobre el dolor, no hay quien se escape de sufrirlo ya sea el de cualquier parte del cuerpo o se sufra mucho más adentro, en el alma. Claro que si no creemos en el alma nos tendremos que conformar con que se trata de la psiquis, pero una pena de amor, ¿se puede curar con medicinas?

Que el mal existe parece que no cabe duda, si somos libres para elegir entre el bien y el mal ¿Por qué elegimos el mal? ¿Por qué nos hacemos daño unos a otros e incluso a nosotros mismos? Claro que si no creemos en Dios tampoco creemos en los demonios, pero existir ¡existen!

Y no digamos del sentido de la muerte. Todos los adelantos no han podido librarnos de la tumba, solo aumentar los años de vida probable y probablemente llena de achaques. Pero si con la muerte volvemos a la nada, si no hay otra forma de existencia más allá y es igual el destino de los que hicieron el mal y los que hicieron el bien… la vida toda es un sinsentido.

Claro que si fuimos creados por Dios, dotados de razón y libertad, es lógico que ese ser supremo nos pida cuenta de nuestra existencia y no sea igual la suerte de los buenos que la de los malos.

En cuanto a lo que el hombre pueda dar a la sociedad o esperar de ella, pues ahí andamos organizándolo, pero cuando parece que hemos dado con una solución, la democracia, resulta que cada cual tiene una idea distinta y a luchar por imponerla de manera más o menos civilizada, la estabilidad no hay manera de conseguirla y las crisis se van sucediendo a pequeña escala o a gran escala.

Ahí quedan las preguntas, las respuestas tiene que buscarlas cada uno.

Preguntas a responder

Hay una serie de preguntas que es insoslayable responder si queremos encontrar sentido a la vida
Francisco Rodríguez
sábado, 18 de marzo de 2017, 11:20 h (CET)
Releyendo los documentos del Concilio Vaticano II encuentro que en la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, subrayé en alguna lectura anterior, quizás la primera vez que la leí, una colección de preguntas que siguen interrogándonos a todos desde 1965.

Estas preguntas son: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?

Pienso que estas preguntas no han pasado de moda, que cada persona tiene que planteárselas constantemente, buscando respuestas que puedan orientar su vida, la única vida que le ha tocado vivir.

Muchos filósofos han tratado de averiguar qué sea el hombre. Hay respuestas para todos los gustos: un eslabón en la cadena evolutiva, una pasión inútil, un cáncer peligroso que puede acabar con el planeta tierra, el rey de la creación, una sombra que cruza el mundo para desvanecerse al poco tiempo.

En el primer libro de la Biblia se dice que el hombre fue creado por Dios a su imagen y semejanza, aunque hay mucha gente que no cree en ello, quizás crea en la evolución por parecerle más científico, aunque tendrá que reconocer que no tiene ni idea de quién pudo iniciar esta evolución, ni siquiera si se trata de un proceso inteligente o ciego. Negar la existencia de Dios no me aclara nada, ni me explica que estemos dotados de razón y de libertad.

Pero preguntarnos por el sentido del dolor, del mal o de la muerte resulta mucho más angustioso y a pesar de tanto invento e investigación sobre el dolor, no hay quien se escape de sufrirlo ya sea el de cualquier parte del cuerpo o se sufra mucho más adentro, en el alma. Claro que si no creemos en el alma nos tendremos que conformar con que se trata de la psiquis, pero una pena de amor, ¿se puede curar con medicinas?

Que el mal existe parece que no cabe duda, si somos libres para elegir entre el bien y el mal ¿Por qué elegimos el mal? ¿Por qué nos hacemos daño unos a otros e incluso a nosotros mismos? Claro que si no creemos en Dios tampoco creemos en los demonios, pero existir ¡existen!

Y no digamos del sentido de la muerte. Todos los adelantos no han podido librarnos de la tumba, solo aumentar los años de vida probable y probablemente llena de achaques. Pero si con la muerte volvemos a la nada, si no hay otra forma de existencia más allá y es igual el destino de los que hicieron el mal y los que hicieron el bien… la vida toda es un sinsentido.

Claro que si fuimos creados por Dios, dotados de razón y libertad, es lógico que ese ser supremo nos pida cuenta de nuestra existencia y no sea igual la suerte de los buenos que la de los malos.

En cuanto a lo que el hombre pueda dar a la sociedad o esperar de ella, pues ahí andamos organizándolo, pero cuando parece que hemos dado con una solución, la democracia, resulta que cada cual tiene una idea distinta y a luchar por imponerla de manera más o menos civilizada, la estabilidad no hay manera de conseguirla y las crisis se van sucediendo a pequeña escala o a gran escala.

Ahí quedan las preguntas, las respuestas tiene que buscarlas cada uno.

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