Según una leyenda urbana que circula en internet, Mariano Rajoy ya está trabajando en diseñar su futuro Gobierno, convencido, pero con dudas, de que ganará las elecciones generales de 2012. Aunque ya lleva siete años trabajando en ello, no quiere que su mesiánica llegada a La Moncloa le tome por sorpresa. Lo que nos lleva a pensar que si finalmente llega, él será el primer sorprendido.
En verdad os digo que su llegada no ha sido anunciada por ninguna estrella, ni por cualquier otro signo portentoso en el firmamento. Tampoco los venerables profetas dan testimonio de ello en sus escrituras. Ni el emir de Catar es uno de los Reyes Magos que ha venido para adorarle. Ciertamente será una sorpresa si este anodino caballero gana algún día las elecciones, siquiera las de presidente en su comunidad de vecinos.
Pero en política, como en fútbol, todo puede pasar. Recuerdo a cierto sujeto llamado Javier Solana que pasó de encabezar el NO A LA OTAN, a ser su Secretario General. Y a todo un colectivo de comediantes, tramoyistas y pacifistas a tiempo parcial que pasaron de decir NO A LA GUERRA, a callar para otorgar su SÍ A LA GUERRA. Como decía Pedro Navaja “…la vida te da sorpresas. Sorpresas te da la vida”.
Se dice por ahí que don Mariano prepara un equipo reducido, pero muy cualificado, con mucha gente que no está en la actual cúpula del PP. “Entonces… ¿dónde están?” se preguntan los asombrados pastorcillos. ¿Estarán en Marte? ¿Se estarán haciendo un traje? ¿Los estarán peinando?
Entretanto, y mientras miran cómo beben los peces en el río, Rajoy insiste en que dará “sorpresas” en su primer Gobierno, y dejándose llevar por su contagioso entusiasmo ha añadido que “Si en los seis primeros meses no me montan tres huelgas generales, no lo estaré haciendo bien”.
Si lo que buscaba con semejante arenga era el voto de la plebe. ¡Se ha vuelto a equivocar! Se equivocó la paloma, y se equivocó el palomo Rajoy.
Mariano Rajoy insiste en que la economía será determinante en su programa de gobierno. Por esto, según él, la elección del ministro que afronte este reto va a ser clave. Entre los nombres que se barajan figura Fernando Becker, doctor en Económicas, que fue consejero de Hacienda en Castilla y León, compañero de pupitre de don Mariano y en la actualidad vicepresidente de Iberdrola.
Haber sido compañero de pupitre es uno de los “méritos” que más se valoran en el panorama político español marcado siempre por el dedazo, el nepotismo, el amiguismo, el compadreo, el enchufismo, el mamoneo de genuflexión, y otras prácticas propias de zafios paniaguados y mezquinos prevaricadores.
Si esto es así, ¿de qué sirve votar a Rajoy? Más recortes, más penurias, más miseria… ¡más de lo mismo! Echando mano de la sabiduría popular contenida en el refranero, podemos decir que “más vale malo conocido, que bueno por conocer”.
En cualquier caso, dárselas de machomán y hablar de “tres huelgas generales” es llamar al mal tiempo. No vaya a pensar don Mariano que los sindicatos serán con él tan benévolos como lo han sido con el compañero Zp.
Rajoy quiere, nada más llegar a la Presidencia del Gobierno, adoptar una serie de drásticas y duras medidas económicas para, siempre según él, enderezar el rumbo del país. Algo parecido decía Franco en sus discursos: “Desde el timón de la nave…”
Estas náuticas palabras servían de introducción antes de hablar del problema que entonces acuciaba al país: la pertinaz sequía. Aludir al agua para lamentar la sequía… Algo así como mentar la soga en casa del ahorcado. O comparar España con un trasatlántico. Es imposible no evocar la imagen del malogrado “Titanic” y estremecerse por su aciago destino.
De la “pertinaz sequía” hemos pasado a la “pertinaz crisis” que cada día se parece más al cuento de nunca acabar. Rajoy, como Zapatero, está dispuesto a acometer todos estos ajustes y a imponer nuevos sacrificios a la ciudadanía porque es consciente de que él, y los suyos, no los sufrirán en sus propias carnes. Tampoco le preocupa perder una popularidad que jamás ha tenido. Por todo esto, el presidente del PP ha llegado a comentar lo siguiente sobre su hipotético debut en La Moncloa: “Si en los seis primeros meses al frente del Gobierno no me organizan tres huelgas generales, será que no lo estoy haciendo bien”.
La baladronada no tiene gracia. Y digo baladronada porque el baladrón es un fanfarrón que, aun siendo cobarde, blasona de valiente. Es muy fácil hablar de sacrificios y de apretarse el cinturón, cuando las penurias, como las almorranas, las sufren otros en silencio.
Como en el sueño de Claris que la aterrorizaba cuando era niña, el nuestro ha sido el silencio de los corderos conducidos al matadero.
Tal vez, la razón de tanto abuso sea que los españoles hemos callado durante demasiado tiempo esperando que, sumidos en el silencio, el matarife se olvidase de nosotros y no viniese a buscarnos a medianoche para degollarnos.
Pero a cada cordero, como a cada cerdo, le llega su particular sanmartín.