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Domingo Delgado

Aznar y los amigos extravagantes

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Nuevamente unas declaraciones del expresidente Aznar no han sido todo lo lúcidas, que seguro él hubiera querido, pues han generado reacciones inmediatas, desde el asombro al enfado. Tales declaraciones aludían a que el controvertido líder libio Gadafi era un amigo extravagante de Occidente.

Naturalmente estas manifestaciones, en plena “guerra” en la que participa la OTAN –y con ella, como aliada, España-, no dejan de ser, cuanto menos, una intemperancia, o una imprudencia, que no se debe permitir a sí mismo un ex presidente del gobierno de España.

Tras la polémica, se han llegado a matizar esas declaraciones, pero el daño ya estaba hecho. Y es que cuando hay un conflicto bélico en el que participe España –por baja que sea su intensidad, y pequeña la participación propia-, el compromiso está del lado de los aliados. Algo que el propio Aznar reclamó para sí cuando gobernaba y nos metió en la guerra de Irak con Estados Unidos e Inglaterrra, y que sin embargo no parece respetar cuando se trata de aplicárselo a otro gobierno de España no regido por él.

Y es que este tipo de cuestiones estratégicas y de política exterior, no puede ser fruto de improvisaciones, ni de comentarios más o menos ocurrentes ante cualquier micrófono público, sino por el contrario ha de ser objeto de estudio y análisis maduro, alumbrado con aportaciones de especialistas en la materia, debatido en sede parlamentaria. Y finalmente, tras la decisión que tome la sede de la soberanía nacional, respetarla y aunar filas con el gobierno de turno, pues en ello nos jugamos importantes intereses nacionales.

No obstante, podemos llegar a entender el sentido del comentario de Aznar, en cuanto a la referencia al peligro de apoyar una revolución en Libia, donde no se tiene la certeza del alcance político de los insurrectos, ni sus vinculaciones al fundamentalismo islámico tan extendido por países islámicos, que podría empeorar la situación en una zona estratégica para España, especialmente si se llegara a un “Estado fallido” inestable o de dominio de una “teocracia islámica” de corte antioccidental. Eso es digno de análisis detallado, pero no se debe esgrimir públicamente, precisamente en plena ofensiva de la OTAN en Libia, por parte de un ex mandatario español. Ni es prudente, ni diplomático, y puede que no se juzgue muy leal, en el ámbito de los aliados. Eso mismo lo podía haber esgrimido el PP en el debate parlamentario inicial; pues ahora no es el momento.

Pero al propio tiempo, Aznar debería de reconsiderar su concepto de “amistad extravagante” a la hora de aplicarla a personajes como Gadafi, que en su día acogió a la OLP, cuyos servicios secretos han estado detrás de un atentado a un avión civil con centenares de víctimas, en cuyo país no hay democracia, ni libertades públicas.

Aznar y los amigos extravagantes

Domingo Delgado
Domingo Delgado
lunes, 18 de abril de 2011, 07:44 h (CET)
Nuevamente unas declaraciones del expresidente Aznar no han sido todo lo lúcidas, que seguro él hubiera querido, pues han generado reacciones inmediatas, desde el asombro al enfado. Tales declaraciones aludían a que el controvertido líder libio Gadafi era un amigo extravagante de Occidente.

Naturalmente estas manifestaciones, en plena “guerra” en la que participa la OTAN –y con ella, como aliada, España-, no dejan de ser, cuanto menos, una intemperancia, o una imprudencia, que no se debe permitir a sí mismo un ex presidente del gobierno de España.

Tras la polémica, se han llegado a matizar esas declaraciones, pero el daño ya estaba hecho. Y es que cuando hay un conflicto bélico en el que participe España –por baja que sea su intensidad, y pequeña la participación propia-, el compromiso está del lado de los aliados. Algo que el propio Aznar reclamó para sí cuando gobernaba y nos metió en la guerra de Irak con Estados Unidos e Inglaterrra, y que sin embargo no parece respetar cuando se trata de aplicárselo a otro gobierno de España no regido por él.

Y es que este tipo de cuestiones estratégicas y de política exterior, no puede ser fruto de improvisaciones, ni de comentarios más o menos ocurrentes ante cualquier micrófono público, sino por el contrario ha de ser objeto de estudio y análisis maduro, alumbrado con aportaciones de especialistas en la materia, debatido en sede parlamentaria. Y finalmente, tras la decisión que tome la sede de la soberanía nacional, respetarla y aunar filas con el gobierno de turno, pues en ello nos jugamos importantes intereses nacionales.

No obstante, podemos llegar a entender el sentido del comentario de Aznar, en cuanto a la referencia al peligro de apoyar una revolución en Libia, donde no se tiene la certeza del alcance político de los insurrectos, ni sus vinculaciones al fundamentalismo islámico tan extendido por países islámicos, que podría empeorar la situación en una zona estratégica para España, especialmente si se llegara a un “Estado fallido” inestable o de dominio de una “teocracia islámica” de corte antioccidental. Eso es digno de análisis detallado, pero no se debe esgrimir públicamente, precisamente en plena ofensiva de la OTAN en Libia, por parte de un ex mandatario español. Ni es prudente, ni diplomático, y puede que no se juzgue muy leal, en el ámbito de los aliados. Eso mismo lo podía haber esgrimido el PP en el debate parlamentario inicial; pues ahora no es el momento.

Pero al propio tiempo, Aznar debería de reconsiderar su concepto de “amistad extravagante” a la hora de aplicarla a personajes como Gadafi, que en su día acogió a la OLP, cuyos servicios secretos han estado detrás de un atentado a un avión civil con centenares de víctimas, en cuyo país no hay democracia, ni libertades públicas.

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