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Johari Gautier Carmona

Las redes sociales: entre la simple herramienta y la clave revolucionaria

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La oleada de cambios que ha marcado los países árabes en este inicio de año ha vuelto a poner a las redes sociales en el centro del debate. Mientras unos las retratan como una herramienta revolucionaria capaz de derivar a tiranos, otros ponen de relieve la sed de justicia de un pueblo oprimido. El deseo de libertad de naciones enteras se confunde a veces con las consignas impuestas por un liberalismo globalizador, pero, ¿quién debe a quién?







Twitter, un éxito tecnológico destacable

“La gente siempre encontrará una forma de comunicar”, explicaba Dick Costolo, el dirigente de Twitter en el último congreso mundial de móviles en Barcelona. De esta forma aludía a uno de los mayores acontecimientos de los últimos años en el mundo árabe: el derrocamiento de Hosni Mubarak tres días antes (el 11 de febrero), como consecuencia de unas manifestaciones de casi tres semanas. Hoy en día, con la tecnología disponible, y por muchos impedimentos que pueda establecer un Estado, el ciudadano puede encontrar la manera de citarse con otros individuos y comunicarse. Es una realidad que vale para Medio Oriente pero también para el resto del mundo.

“La gente empezó a usar Twitter para saber lo que ocurría en Egipto”, añade el CEO con entusiasmo y, si bien trata de desmarcarse del impacto político que haya podido tener el producto que ofrece, sus palabras incitan a ver un nexo directo entre Twitter y libertad de expresión. Redes sociales y democracia. Un eslogan publicitario atrayente e impactante. La misión de la empresa tiende a reforzar esta impresión y, ante un público ávido de novedades tecnológicas, el dirigente no se cansó de repetirla: “Todo lo que queremos es interconectar a los usuarios con lo que realmente les interesa”.

Pocas empresas pueden vanagloriarse de haber contribuido a la caída de regímenes autocráticos o a la liberalización de sociedades estancadas. Muy pocas lo hacen. Tampoco la compañía Twitter se atreve a comentarlo abiertamente ––más todavía si consideramos que el país de donde es originaria ha patrocinado gran parte de los regímenes expuestos a la crítica popular en Oriente Medio––, pero, sin duda, se beneficia de los grandes titulares que han inundado los periódicos y otras revistas digitales.

En su intervención, Dick Costolo puso énfasis en las oportunidades que abre su plataforma en las comunicaciones globales. “Para la gente que vive en el desierto, quizás Twitter sea otra forma de interactuar”. Es innegable. Internet permite extender el círculo social de quienes se ven imposibilitados de hacerlo por cuestiones geográficas. Y sin embargo, el dirigente se empeñó en subrayar otra habilidad destacable de su producto estrella: el procesamiento de cada vez más información en un tiempo reducido. “En el momento más intenso de la final del Superball (football americano), Twitter registró más de 4000 twits por segundo.

Nuestro récord anterior se estableció en el mundial de futbol: cuando Japón goleó contra Camerún. En aquel momento, registramos más de 3000 twits por segundo”.

La polémica en torno al papel de Twitter en la revolución árabe sólo hace que empezar. Pero lo seguro es que la red social ya permite seguir la oleada de cambios en los países árabes como si fueran partidos de futbol en directo. Ya no sorprenden los mensajes que actualizan “al minuto” el estado de la revolución en Egipto, los ataques del ejército libio o las manifestaciones en Bahréin o Marruecos.





Las redes sociales en el contexto de Medio Oriento

Nada más hacerse pública la noticia de la huída de Mubarak, los titulares que loaban las virtudes de Facebook o Twitter se difundieron por toda la red. En un artículo publicado en La Información.com el 12 de febrero, las palabras de El Baradei cristalizaban un sentimiento que había crecido a lo largo de los días anteriores: “Ahora que la juventud de El Cairo, armada únicamente con Facebook y el poder de sus convicciones, ha animado a millones a lanzarse a las calles para pedir un Egipto verdaderamente democrático, sería absurdo continuar apoyando por razones tácticas a un régimen que ha perdido la confianza del pueblo”. De esta forma, se consolidó el prestigio de las redes sociales en el consciente colectivo, elevándolas a un papel de garantes de la paz y de libre expresión.

Esta sobrevaloración suscitó la reacción de algunos periodistas que supieron reaccionar a tiempo y relativizar lo que ya parecía la repetición del fenómeno mediático del presidente Obama y su exitosa relación con las redes sociales. Con su artículo “Ni facebook ni twitter”, el periodista del Diario El País, Moíses Naím, se opone a la simple idea de una juventud articulada por las redes sociales y retrata un panorama totalmente diferente en el que las manifestaciones se caracterizan por su diversidad social, religiosa, generacional y regional. “Aunque en Egipto hay proporcionalmente más usuarios de Internet que en el resto de la región, cabe suponer que un porcentaje importante de quienes participaron en las revueltas no tiene una cuenta en Facebook ni tuitea; muy probablemente ni siquiera usa regularmente Internet”, sostiene.

El punto que Moíses Naím subraya a continuación es el que más importancia tiene y el que, sorprendentemente, menos destacó en estos tiempos de euforia tecnológica: el ejército. “El papel de las Fuerzas Armadas en lo que sucedió en Túnez o Egipto ha sido tanto o más determinante que Facebook. En estos países, los militares les quitaron el apoyo a los dictadores, y a estos no les quedó más opción que irse”, explica. Este enfoque también nos permite entender el avance de la revuelta Libia que, si es verdad que se ha estancado en una suerte de conflicto civil, no puede explicarse por el uso inapropiado de las redes sociales sino por el triste protagonismo de un ejército que acepta disparar al pueblo indiscriminadamente.

Por su lado, la periodista Lali Sandiumenge, revela en la revista Fronterad la cronología de una revolución que empezó mucho antes de la explosión de Facebook. Ya en 2004,
ciertos disidentes egipcios se habían organizado en la blogosfera para denunciar el encarcelamiento de un joven alejandrino, Karim Amer. Así pues, Lali expresa que “sería exagerado calificar la revuelta del Nilo de ciberevolución o de revolución Facebook, e injusto para los miles de egipcios de todas las edades, creencias y extracción social que abarrotaron la plaza Tahrir”. Pero matiza que difícilmente la revolución podría haberse conseguido a esta velocidad sin el concurso de internet y de los jóvenes.
Twitter y Facebook representan, sin lugar a dudas, revoluciones tecnológicas a las que también les queremos atribuir revoluciones sociales. En el intento se cosechan revoluciones mediáticas. Pero la clave la detiene siempre el pueblo y su determinación de terminar con la opresión.

Las redes sociales: entre la simple herramienta y la clave revolucionaria

Johari Gautier Carmona
Redacción
martes, 15 de marzo de 2011, 09:02 h (CET)
La oleada de cambios que ha marcado los países árabes en este inicio de año ha vuelto a poner a las redes sociales en el centro del debate. Mientras unos las retratan como una herramienta revolucionaria capaz de derivar a tiranos, otros ponen de relieve la sed de justicia de un pueblo oprimido. El deseo de libertad de naciones enteras se confunde a veces con las consignas impuestas por un liberalismo globalizador, pero, ¿quién debe a quién?







Twitter, un éxito tecnológico destacable

“La gente siempre encontrará una forma de comunicar”, explicaba Dick Costolo, el dirigente de Twitter en el último congreso mundial de móviles en Barcelona. De esta forma aludía a uno de los mayores acontecimientos de los últimos años en el mundo árabe: el derrocamiento de Hosni Mubarak tres días antes (el 11 de febrero), como consecuencia de unas manifestaciones de casi tres semanas. Hoy en día, con la tecnología disponible, y por muchos impedimentos que pueda establecer un Estado, el ciudadano puede encontrar la manera de citarse con otros individuos y comunicarse. Es una realidad que vale para Medio Oriente pero también para el resto del mundo.

“La gente empezó a usar Twitter para saber lo que ocurría en Egipto”, añade el CEO con entusiasmo y, si bien trata de desmarcarse del impacto político que haya podido tener el producto que ofrece, sus palabras incitan a ver un nexo directo entre Twitter y libertad de expresión. Redes sociales y democracia. Un eslogan publicitario atrayente e impactante. La misión de la empresa tiende a reforzar esta impresión y, ante un público ávido de novedades tecnológicas, el dirigente no se cansó de repetirla: “Todo lo que queremos es interconectar a los usuarios con lo que realmente les interesa”.

Pocas empresas pueden vanagloriarse de haber contribuido a la caída de regímenes autocráticos o a la liberalización de sociedades estancadas. Muy pocas lo hacen. Tampoco la compañía Twitter se atreve a comentarlo abiertamente ––más todavía si consideramos que el país de donde es originaria ha patrocinado gran parte de los regímenes expuestos a la crítica popular en Oriente Medio––, pero, sin duda, se beneficia de los grandes titulares que han inundado los periódicos y otras revistas digitales.

En su intervención, Dick Costolo puso énfasis en las oportunidades que abre su plataforma en las comunicaciones globales. “Para la gente que vive en el desierto, quizás Twitter sea otra forma de interactuar”. Es innegable. Internet permite extender el círculo social de quienes se ven imposibilitados de hacerlo por cuestiones geográficas. Y sin embargo, el dirigente se empeñó en subrayar otra habilidad destacable de su producto estrella: el procesamiento de cada vez más información en un tiempo reducido. “En el momento más intenso de la final del Superball (football americano), Twitter registró más de 4000 twits por segundo.

Nuestro récord anterior se estableció en el mundial de futbol: cuando Japón goleó contra Camerún. En aquel momento, registramos más de 3000 twits por segundo”.

La polémica en torno al papel de Twitter en la revolución árabe sólo hace que empezar. Pero lo seguro es que la red social ya permite seguir la oleada de cambios en los países árabes como si fueran partidos de futbol en directo. Ya no sorprenden los mensajes que actualizan “al minuto” el estado de la revolución en Egipto, los ataques del ejército libio o las manifestaciones en Bahréin o Marruecos.





Las redes sociales en el contexto de Medio Oriento

Nada más hacerse pública la noticia de la huída de Mubarak, los titulares que loaban las virtudes de Facebook o Twitter se difundieron por toda la red. En un artículo publicado en La Información.com el 12 de febrero, las palabras de El Baradei cristalizaban un sentimiento que había crecido a lo largo de los días anteriores: “Ahora que la juventud de El Cairo, armada únicamente con Facebook y el poder de sus convicciones, ha animado a millones a lanzarse a las calles para pedir un Egipto verdaderamente democrático, sería absurdo continuar apoyando por razones tácticas a un régimen que ha perdido la confianza del pueblo”. De esta forma, se consolidó el prestigio de las redes sociales en el consciente colectivo, elevándolas a un papel de garantes de la paz y de libre expresión.

Esta sobrevaloración suscitó la reacción de algunos periodistas que supieron reaccionar a tiempo y relativizar lo que ya parecía la repetición del fenómeno mediático del presidente Obama y su exitosa relación con las redes sociales. Con su artículo “Ni facebook ni twitter”, el periodista del Diario El País, Moíses Naím, se opone a la simple idea de una juventud articulada por las redes sociales y retrata un panorama totalmente diferente en el que las manifestaciones se caracterizan por su diversidad social, religiosa, generacional y regional. “Aunque en Egipto hay proporcionalmente más usuarios de Internet que en el resto de la región, cabe suponer que un porcentaje importante de quienes participaron en las revueltas no tiene una cuenta en Facebook ni tuitea; muy probablemente ni siquiera usa regularmente Internet”, sostiene.

El punto que Moíses Naím subraya a continuación es el que más importancia tiene y el que, sorprendentemente, menos destacó en estos tiempos de euforia tecnológica: el ejército. “El papel de las Fuerzas Armadas en lo que sucedió en Túnez o Egipto ha sido tanto o más determinante que Facebook. En estos países, los militares les quitaron el apoyo a los dictadores, y a estos no les quedó más opción que irse”, explica. Este enfoque también nos permite entender el avance de la revuelta Libia que, si es verdad que se ha estancado en una suerte de conflicto civil, no puede explicarse por el uso inapropiado de las redes sociales sino por el triste protagonismo de un ejército que acepta disparar al pueblo indiscriminadamente.

Por su lado, la periodista Lali Sandiumenge, revela en la revista Fronterad la cronología de una revolución que empezó mucho antes de la explosión de Facebook. Ya en 2004,
ciertos disidentes egipcios se habían organizado en la blogosfera para denunciar el encarcelamiento de un joven alejandrino, Karim Amer. Así pues, Lali expresa que “sería exagerado calificar la revuelta del Nilo de ciberevolución o de revolución Facebook, e injusto para los miles de egipcios de todas las edades, creencias y extracción social que abarrotaron la plaza Tahrir”. Pero matiza que difícilmente la revolución podría haberse conseguido a esta velocidad sin el concurso de internet y de los jóvenes.
Twitter y Facebook representan, sin lugar a dudas, revoluciones tecnológicas a las que también les queremos atribuir revoluciones sociales. En el intento se cosechan revoluciones mediáticas. Pero la clave la detiene siempre el pueblo y su determinación de terminar con la opresión.

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