Vaya por delante que le deseo la más rápida y total recuperación de su dolencia. Dicho esto, hay un par de extremos sobre el cáncer de Esperanza Aguirre y el tratamiento mediático que la propia presidenta le ha dado que me gustaría comentar.
En primer lugar, me parece muy aceptable que hable de su enfermedad, sin tapujos, recomendando a las mujeres que prevengan esa enfermedad que, efectivamente es muy traicionera por asintomática. Pero no veo tan bien que lo haya hecho antes de pasar por quirófano y de conocer el informe del patólogo. Creo que la discreción no es precisamente lo que más caracteriza a la lideresa y, en ese sentido, pues no se le puede pedir peras al olmo.
La lideresa ha optado por ser intervenida en el Hospital Clínico San Carlos, cosa en la que demuestra un gran sentido común, pues este sanatorio tiene un equipo médico extraordinario y su experiencia en tratamiento oncológico es impresionante. Pero lo que no debería la presidenta de la Comunidad de Madrid haber hecho, como ha hecho, es saltarse la lista de espera (mucho menos llamándose Esperanza y sintiéndose, como se siente, una ciudadana más, orgullosa del sistema sanitario público madrileño).
Las listas de espera para operaciones de cáncer tienen un protocolo específico en el que se aplica la urgencia oncológica, por lo que los enfermos no esperan más de diez días para ser intervenidos. No está nada bien que la presidenta de la Comunidad se salte la lista y le quite el puesto a otra ciudadana que tiene los mismos derechos a ser atendida en óptimas condiciones que ella misma.
Lo importante es la salud, así que lo de menos es el efecto político que puede causar la gestión de Esperanza Aguirre de su propia enfermedad. Así que, como he dicho antes, le deseo la mejor recuperación. Pero he de decir que también deseo que esta triste situación que atraviesa le haga pensar más y mejor en el bienestar de los ciudadanos madrileños y que le haga poner toda su voluntad en reforzar los servicios públicos que tanto ha denostado hasta ahora.