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Luis Agüero Wagner

Fernando Lugo y su ridícula embajada en Egipto

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Dicen que toda lisonja en boca de embajador tiene mal sabor, y más aún si cuando quien las recibe es un déspota como el dictador de Egipto, en la cuerda floja en estos días por el hartazgo de su pueblo, sostenido apenas por sus aliados en la inteligencia norteamericana y otros intereses creados a lo largo de tres décadas de oprobio.

Con envidiable sentido de la oportunidad, la Internacional Socialista ha expulsado en estos días de su seno al Partido Nacional Democrático (PND), la fuerza política que lidera Hosni Mubarak. La organización mundial de los partidos socialdemócratas, socialistas y laboristas entiende que la formación del presidente egipcio incumple los valores que defiende la socialdemocracia.

El secretario general de la Internacional Socialista, el chileno Luis Ayala, ha enviado una carta al PND en la que le informa del "cese de su pertenencia" a la organización y le subraya el compromiso de ésta con "una democracia más integradora". La organización esperaba un mensaje de parte de Mubarak al pueblo de Egipto que mostrara un claro camino hacia el cambio político, social y económico, que no se ha producido.

Dice mucho a el clamor del pueblo egipcio sobre aquellos gobiernos del mundo que tendieron su mano al tirano en sus horas difíciles, algo así como váyanse a casa lo antes posible.

Sin embargo, la providencia ha hecho que el dictador egipcio reciba a tardíos emisarios de otras latitudes que contribuyeron a seguir legitimando su régimen.
Entre ellos, cura Fernando Lugo es uno de los pocos presidentes del mundo a quien se le ocurrió oxigenar al régimen del déspota Hosni Mubarak en pleno siglo XXI, abriendo una embajada en Egipto para que su amigo Ausberto Rodríguez obtenga un zoquete.

¿Porqué una embajada paraguaya en Egipto, y no una en Guinea Ecuatorial o en Sumatra?

La explicación es simple. Ausberto Rodríguez, ex director del periódico (El Pueblo) que pagaba Euclides Acevedo siendo ministro de Gonzalez Macchi, y conocido empleado de encumbrados personeros de la dictadura en medios de comunicación, se convirtió así por amiguismo en "asesor presidencial" y embajador en Egipto.

Los méritos fueron proponer a una de las mujeres del cura un amigo como padre sustituto, y ofrecer 50 millones de guaraníes al abogado de Hortensia Morán para lograr que retire una de las demandas de filiación.

No se trata de un caso aislado en el gobierno arzobispal del Paraguay, donde desde que una vice ministra de Minas y Energía fue nombrada por ser hija de un amigo del clérigo presidente, el pais permanece en la semipenumbra de los constantes apagones y cortes de energía eléctrica. O donde después de que una ex amante fuera ubicada como directora de la binacional Yacyretá, la ciudad de Encarnación estuvo a punto de hundirse luego de convertirse en una Venecia sudamericana.

Y pensar que estos hombres eran los que llevarían al "cambio" en la política paraguaya, unos simples alcahuetes presidenciales colgados del presupuesto de gastos en la decadente corte de un cura con hijos.

Fernando Lugo y su ridícula embajada en Egipto

Luis Agüero Wagner
Luis Agüero Wagner
miércoles, 2 de febrero de 2011, 07:56 h (CET)
Dicen que toda lisonja en boca de embajador tiene mal sabor, y más aún si cuando quien las recibe es un déspota como el dictador de Egipto, en la cuerda floja en estos días por el hartazgo de su pueblo, sostenido apenas por sus aliados en la inteligencia norteamericana y otros intereses creados a lo largo de tres décadas de oprobio.

Con envidiable sentido de la oportunidad, la Internacional Socialista ha expulsado en estos días de su seno al Partido Nacional Democrático (PND), la fuerza política que lidera Hosni Mubarak. La organización mundial de los partidos socialdemócratas, socialistas y laboristas entiende que la formación del presidente egipcio incumple los valores que defiende la socialdemocracia.

El secretario general de la Internacional Socialista, el chileno Luis Ayala, ha enviado una carta al PND en la que le informa del "cese de su pertenencia" a la organización y le subraya el compromiso de ésta con "una democracia más integradora". La organización esperaba un mensaje de parte de Mubarak al pueblo de Egipto que mostrara un claro camino hacia el cambio político, social y económico, que no se ha producido.

Dice mucho a el clamor del pueblo egipcio sobre aquellos gobiernos del mundo que tendieron su mano al tirano en sus horas difíciles, algo así como váyanse a casa lo antes posible.

Sin embargo, la providencia ha hecho que el dictador egipcio reciba a tardíos emisarios de otras latitudes que contribuyeron a seguir legitimando su régimen.
Entre ellos, cura Fernando Lugo es uno de los pocos presidentes del mundo a quien se le ocurrió oxigenar al régimen del déspota Hosni Mubarak en pleno siglo XXI, abriendo una embajada en Egipto para que su amigo Ausberto Rodríguez obtenga un zoquete.

¿Porqué una embajada paraguaya en Egipto, y no una en Guinea Ecuatorial o en Sumatra?

La explicación es simple. Ausberto Rodríguez, ex director del periódico (El Pueblo) que pagaba Euclides Acevedo siendo ministro de Gonzalez Macchi, y conocido empleado de encumbrados personeros de la dictadura en medios de comunicación, se convirtió así por amiguismo en "asesor presidencial" y embajador en Egipto.

Los méritos fueron proponer a una de las mujeres del cura un amigo como padre sustituto, y ofrecer 50 millones de guaraníes al abogado de Hortensia Morán para lograr que retire una de las demandas de filiación.

No se trata de un caso aislado en el gobierno arzobispal del Paraguay, donde desde que una vice ministra de Minas y Energía fue nombrada por ser hija de un amigo del clérigo presidente, el pais permanece en la semipenumbra de los constantes apagones y cortes de energía eléctrica. O donde después de que una ex amante fuera ubicada como directora de la binacional Yacyretá, la ciudad de Encarnación estuvo a punto de hundirse luego de convertirse en una Venecia sudamericana.

Y pensar que estos hombres eran los que llevarían al "cambio" en la política paraguaya, unos simples alcahuetes presidenciales colgados del presupuesto de gastos en la decadente corte de un cura con hijos.

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