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Edward Schumacher-Matos

¿Ciudadanos todos o ninguno?

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BOSTON - ¿Pierde su significado la ciudadanía? ¿Está marchitándose la vinculación emocional a la nación y a los conciudadanos estadounidenses en un mundo de implacable migración, dobles nacionalidades e integración cultural?

Estos interrogantes fundamentales subyacen al debate en torno a la ciudadanía por nacimiento, pero también guardan implicaciones centrales en el apoyo de la opinión pública al régimen fiscal, la reforma sanitaria, la financiación escolar, el servicio militar o simplemente el discurso público, algo particularmente valioso esta última semana.

La mayor parte de Europa, Australia y Canadá entre otros países de ideales universalistas de tolerancia bregan con esta misma cuestión. Pero aunque los activistas detractores vierten con cualquier excusa acusaciones de racismo, islamofobia, abuso de la administración o delincuencia inmigrante que tienen parte de verdad, añaden más confusión que claridad.

Los decibelios de la expresión pública agotan un debate más crucial que tiene lugar entre sociólogos y académicos juristas. Éste depende de la cuestión de si la ciudadanía se basa o debe basarse en el origen familiar o el lugar de nacimiento, ser consensuada o atribuible, o ser excluyente o incluyente. Cada opción conlleva su propio coste político en el debate.

Si hay una conclusión para el Presidente Obama y los líderes del Congreso es que deberían proceder con humildad al manipular la ciudadanía frente a las tendencias históricas inexorables y las consecuencias imprevistas.

Uno de los estudios más provocadores y discutidos es fatalista. El profesor de la Temple University Peter J. Spiro sostiene en su obra más reciente, "Beyond Citizenship: American Identity After Globalization", que el declive de la ciudadanía como concepto "significativo" o "real" es irreversible. Se ha convertido en una simple idea legalista basada en derechos, no deberes, y naciones que compiten por los inmigrantes.

El valor de la ciudadanía estadounidense se ha ido diluyendo a causa de la sobre-inclusividad. La inclusión puede ser necesaria, pero dice: "Una vez que todo el mundo es estadounidense, nadie es estadounidense". Él no ofrece soluciones.

Jeff Redding, de la Saint Louis University, firmando en el número más reciente de la publicación especializada Minnesota Law Review, se muestra más optimista. Dice que Spiro se equivoca al utilizar la religión o alguna otra institución como prueba de que la exclusión es necesaria para construir la identidad y fomentar la cohesión interna.

La ciudadanía por nacimiento es simplemente un factor del pesimista análisis de Spiro. Garrett Epps, de la Universidad de Baltimore, aborda los orígenes históricos de la práctica frontalmente en el American University Law Review. Experto en la Decimocuarta Enmienda, Epps cita ampliamente transcripciones del debate legislativo, pasa revista a los politólogos del siglo XIX y presenta otras pruebas para demostrar de forma muy concluyente que los artífices de la enmienda, redactada tras la Guerra Civil, la concibieron a propósito para incluir a los inmigrantes y no solamente a los esclavos liberados, como dicen algunos.

Concretamente se fija en "Citizenship Without Consent", una obra de 1985 de Peter Schuck, de la Universidad de Yale, con Rogers M. Smith, de la Universidad de Pennsylvania, considerada la biblia de los contrarios al derecho por nacimiento. Schuck y Smith consideran el derecho a la ciudadanía por nacimiento "una suerte de concepto bastardo de la ideología estadounidense. A pesar de su atractiva sencillez, sigue siendo una idea difícil de explicar".

Defienden en su lugar la ciudadanía consensuada en general: Hay que solicitarla y el país tiene que acceder a concedértela. Los menores de los inmigrantes en situación irregular quedan marcados por la situación de sus tutores y por tanto están excluidos.

Epps reconoce que la ciudadanía consensuada puede ser de valor, pero no es una postura originalista como dicen muchos contrarios al derecho.

Los menores de inmigrantes chinos y gitanos destacan de forma prominente en aquellos debates del Senado en el siglo XIX. Los chinos no se podían acoger a la regularización, mientras que la mayoría de los gitanos carecía de cualquier identificación. "Sin duda", responde el Senador Lyman Trumbull, autor de la Decimocuarta Enmienda, a una pregunta acerca de si su formulación se refiere a los hijos de los dos.

La proporción de oriundos del extranjero era más o menos la misma que ahora, destaca Epps, como la inquietud por la asimilación y la unidad nacional.

Schuck vuelve a la carga en el número actual del Policy Review del Instituto Hoover con un ensayo acerca de "Terroristas ciudadanos". Se sorprende de que ni siquiera el 11 de Septiembre y la amenaza de los ciudadanos regularizados que se vuelven terroristas haya bastado para obligar al país a poner al día las leyes de ciudadanía. Él vuelve a destacar que uno de los problemas del concepto de la ciudadanía por nacimiento con respecto a la ciudadanía es que, al contrario que la ciudadanía regularizada, es casi imposible de anular.

Durante más de un siglo, sin embargo, ha sido la costumbre estadounidense.

¿Ciudadanos todos o ninguno?

Edward Schumacher-Matos
Edward Schumacher-Matos
lunes, 17 de enero de 2011, 07:49 h (CET)
BOSTON - ¿Pierde su significado la ciudadanía? ¿Está marchitándose la vinculación emocional a la nación y a los conciudadanos estadounidenses en un mundo de implacable migración, dobles nacionalidades e integración cultural?

Estos interrogantes fundamentales subyacen al debate en torno a la ciudadanía por nacimiento, pero también guardan implicaciones centrales en el apoyo de la opinión pública al régimen fiscal, la reforma sanitaria, la financiación escolar, el servicio militar o simplemente el discurso público, algo particularmente valioso esta última semana.

La mayor parte de Europa, Australia y Canadá entre otros países de ideales universalistas de tolerancia bregan con esta misma cuestión. Pero aunque los activistas detractores vierten con cualquier excusa acusaciones de racismo, islamofobia, abuso de la administración o delincuencia inmigrante que tienen parte de verdad, añaden más confusión que claridad.

Los decibelios de la expresión pública agotan un debate más crucial que tiene lugar entre sociólogos y académicos juristas. Éste depende de la cuestión de si la ciudadanía se basa o debe basarse en el origen familiar o el lugar de nacimiento, ser consensuada o atribuible, o ser excluyente o incluyente. Cada opción conlleva su propio coste político en el debate.

Si hay una conclusión para el Presidente Obama y los líderes del Congreso es que deberían proceder con humildad al manipular la ciudadanía frente a las tendencias históricas inexorables y las consecuencias imprevistas.

Uno de los estudios más provocadores y discutidos es fatalista. El profesor de la Temple University Peter J. Spiro sostiene en su obra más reciente, "Beyond Citizenship: American Identity After Globalization", que el declive de la ciudadanía como concepto "significativo" o "real" es irreversible. Se ha convertido en una simple idea legalista basada en derechos, no deberes, y naciones que compiten por los inmigrantes.

El valor de la ciudadanía estadounidense se ha ido diluyendo a causa de la sobre-inclusividad. La inclusión puede ser necesaria, pero dice: "Una vez que todo el mundo es estadounidense, nadie es estadounidense". Él no ofrece soluciones.

Jeff Redding, de la Saint Louis University, firmando en el número más reciente de la publicación especializada Minnesota Law Review, se muestra más optimista. Dice que Spiro se equivoca al utilizar la religión o alguna otra institución como prueba de que la exclusión es necesaria para construir la identidad y fomentar la cohesión interna.

La ciudadanía por nacimiento es simplemente un factor del pesimista análisis de Spiro. Garrett Epps, de la Universidad de Baltimore, aborda los orígenes históricos de la práctica frontalmente en el American University Law Review. Experto en la Decimocuarta Enmienda, Epps cita ampliamente transcripciones del debate legislativo, pasa revista a los politólogos del siglo XIX y presenta otras pruebas para demostrar de forma muy concluyente que los artífices de la enmienda, redactada tras la Guerra Civil, la concibieron a propósito para incluir a los inmigrantes y no solamente a los esclavos liberados, como dicen algunos.

Concretamente se fija en "Citizenship Without Consent", una obra de 1985 de Peter Schuck, de la Universidad de Yale, con Rogers M. Smith, de la Universidad de Pennsylvania, considerada la biblia de los contrarios al derecho por nacimiento. Schuck y Smith consideran el derecho a la ciudadanía por nacimiento "una suerte de concepto bastardo de la ideología estadounidense. A pesar de su atractiva sencillez, sigue siendo una idea difícil de explicar".

Defienden en su lugar la ciudadanía consensuada en general: Hay que solicitarla y el país tiene que acceder a concedértela. Los menores de los inmigrantes en situación irregular quedan marcados por la situación de sus tutores y por tanto están excluidos.

Epps reconoce que la ciudadanía consensuada puede ser de valor, pero no es una postura originalista como dicen muchos contrarios al derecho.

Los menores de inmigrantes chinos y gitanos destacan de forma prominente en aquellos debates del Senado en el siglo XIX. Los chinos no se podían acoger a la regularización, mientras que la mayoría de los gitanos carecía de cualquier identificación. "Sin duda", responde el Senador Lyman Trumbull, autor de la Decimocuarta Enmienda, a una pregunta acerca de si su formulación se refiere a los hijos de los dos.

La proporción de oriundos del extranjero era más o menos la misma que ahora, destaca Epps, como la inquietud por la asimilación y la unidad nacional.

Schuck vuelve a la carga en el número actual del Policy Review del Instituto Hoover con un ensayo acerca de "Terroristas ciudadanos". Se sorprende de que ni siquiera el 11 de Septiembre y la amenaza de los ciudadanos regularizados que se vuelven terroristas haya bastado para obligar al país a poner al día las leyes de ciudadanía. Él vuelve a destacar que uno de los problemas del concepto de la ciudadanía por nacimiento con respecto a la ciudadanía es que, al contrario que la ciudadanía regularizada, es casi imposible de anular.

Durante más de un siglo, sin embargo, ha sido la costumbre estadounidense.

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