Después de los hechos ocurridos el 16 y 22 de diciembre de 2010, en los cuales migrantes centroamericanos fueron secuestrados por bandas del crimen organizado en México, la migración vuelve a ser tema de discusión y debate entre la sociedad civil, así como entre los gobiernos de los migrantes afectados. La preocupación de gobiernos como Guatemala, El Salvador u Honduras, por mencionar algunos, se centra en la retórica mexicana que se pone en práctica cuando surge a la luz pública algún tema relacionado a la migración, con mayor razón cuando se trata de crímenes contra los migrantes; las respuestas y acciones del gobierno mexicano han sido las mismas, se han quedado estancados en un plano de “integración y cooperación”, lo cual claramente no soluciona el problema de la violación a los derechos humanos de los migrantes a su paso por el territorio mexicano.
Así como al gobierno de Barack Obama le interesa poco o nada llevar a cabo una reforma migratoria con la cual se regularice el tránsito de mexicanos, principalmente, hacia el país norteamericano, al gobierno mexicano encabezado por Felipe Calderón, tampoco le ha interesado consensar mecanismos de integración en la solución del desplazamiento de personas con las distintas autoridades centroamericanas para llegar a acuerdos que no sólo regulen el flujo migratorio, sino que se garanticen los derechos básicos de las personas en conjunto con sanciones a aquellas autoridades que no cumplan con lo anterior, como es el caso del Instituto Nacional de Migración y de los propios policías locales, ya que se ha documentado que en los casos de los secuestros o asaltos de migrantes centroamericanos en la frontera sur, tienen una participación directa o indirecta.
Indudablemente, para el gobierno de México el tema migratorio se encuentra en un “archivero”, oculto y en el olvido; sólo se preocupa de este ámbito cuando tiene que acercarse a Estados Unidos a entablar negociaciones y pláticas que tienen el mismo fin: una criminalización de la migración tanto de los mexicanos que cruzan hacia Estados Unidos, como de los centroamericanos que transitan por México. A pesar de que México ocupa el primer lugar a nivel mundial como el mayor expulsor de personas, al llegar a casi de 12 millones de personas según reportes del Banco Mundial, su trabajo en materia de protección a migrantes, así como de iniciativas y alianzas con países que tienen esta misma problemática, como los casos de España y Francia, por mencionar algunos, para crear mecanismos que regulen la misma y crear alianzas estratégicas de defensa de los derechos de los migrantes, es pobre y carente de resultados; sigue haciendo falta un plan de acción para evitar que el tránsito de personas sea un calvario y se convierta en uno de los negocios más lucrativos a nivel mundial, al utilizarse a las personas para realizar secuestros, extorsiones a sus familiares o llevar a cabo la explotación laboral y sexual.
El fenómeno migratorio se intenta aislar como si estuviera ajeno a los problemas estructurales que afectan el desarrollo de un país, como lo son especialmente la falta de empleo, el bajo nivel productivo y las pocas oportunidades educativas que se ofrecen, considerando que las poblaciones rurales son las más afectadas por esto. Sin embargo es aquí donde está la solución; en el caso de México es necesario prestar atención al deterioro social que se está llevando a cabo por la falta de trabajo y el bajo salario de los pocos empleos que se generan, que solamente sirven para que las personas sobrevivan y que en la mayoría de los casos ni siquiera alcanza para satisfacer las necesidades más básicas. Hoy por hoy los mexicanos, especialmente los jóvenes, tienen dos alternativas a falta de espacios educativos: ingresar al narcotráfico, ya sea como vendedores, traficantes o sicarios; o en su defecto, buscar otra forma de vida en algún otro país, para México la salida o la válvula de escape es el vecino del norte, Estados Unidos.
En México, la migración sigue siendo una arteria delicada que afecta distintos sectores tanto sociales como políticos y económicos; al momento de que las personas buscan una fuente de trabajo y “se van al otro lado”, dejan sus lugares de origen y de manera casi automática los condenan al atraso en los distintos ámbitos, ya que las personas que se van en su mayoría son jóvenes que proporcionan la mano de obra y generan el sustento de la ciudad o poblado. Esta es la realidad de la migración, un fenómeno que se da a nivel mundial y en el cual México tiene mucho que aportar, en especial por tener la frontera más grande y transitada a nivel mundial y por la experiencia de tener a una de las potencias militares y económicas del globo como vecino; sin embargo hasta nuestros días sigue siendo materia de olvido e indiferencia para el gobierno mexicano.