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Antonio Pérez Omister

La locomotora alemana y la burra coja española

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No nos engañemos. Los principales países de Europa superaron la crisis económica hace tiempo. Las cifras de Alemania, por poner un ejemplo, así lo demuestran. Mientras España se desliza hacia el abismo de la recesión y el desastre, con un 20% de tasa de desempleo, casi 5 millones de futuros indigentes, Alemania se acerca al pleno empleo con una envidiable tasa de paro del 6,8% y una población activa (trabajando) de 40 millones de ciudadanos. Prácticamente toda la población española.

Alemania ha abandonado la crisis con los mejores datos de empleo de los últimos 20 años. ¡Un éxito! Sólo cabe felicitar a la “fracasada” Angela Merkel y preguntarse si no será el patético fantoche que la bautizó con este epíteto el fracasado. La verdad es que la pregunta se contesta sola.

Pero hay más. Un somero análisis del éxito alemán nos da algunas claves del mismo, que reside en buena parte en el incremento de sus exportaciones. Alemania produce bienes de equipo, maquinaria y productos de alto valor añadido. Aquí, la escasa industria que nos queda es de prestado. Ni siquiera es española. Lo poco que teníamos lo trasladamos al extranjero. Incluidas las fábricas de castañuelas y las de los entrañables “souvenirs” turísticos: muñecas vestidas de gitanillas, esbeltos toreros entrando a matar, bravos morlacos de fieltro, y sofisticados botijos con atrevidos pitorros de turbadoras formas fálicas. Ya no nos queda nada, salvo una infundada arrogancia, y el triunfalismo suicida de un necio y sus acólitos.

Buena parte de nuestra agricultura y pesca la transferimos a Marruecos. Alemania o Francia, pueden permitirse esos lujos, España no puede, y no debe. Hay que ser humildes y aprender de quienes saben. En este caso de Alemania y Francia, pero también de otros países como Italia que, además de poder permitirse esos lujos, no los practica. ¿Por qué? Pues porque son países inteligentes, sus ciudadanos están bien informados y, en consecuencia, están gobernados por políticos eficientes y con sentido de la responsabilidad.
Aquí sólo tenemos ramplones paniaguados cuya incompetencia sólo es superada por su mezquindad. Poco importa que en Alemania, o en Francia, gobierne la Izquierda o la Derecha: los dos lo harán bien. España es la antítesis de ambos países.

Mientras a los bancos, y a todas las empresas españolas que intentaron introducirse en Italia, les dieron con la puerta en las narices, aquí los italianos hacen cada día más y mejores negocios sin ninguna traba o cortapisa. Y no será porque Berlusconi sea amigo de Zapatero: quedó patente que le desprecia profundamente cuando le plantó airadamente en medio de una rueda de prensa. ¿Se puede ser más patético que este sujeto que se quedó con cara de bobo durante un buen rato sin saber qué hacer o qué decir? ¿O que no sabía dónde meterse para salir en la foto de la cumbre de la OTAN en Lisboa?

Más vale que nos ocupemos de los éxitos económicos de Alemania, y que nos consolemos rememorando nuestras últimas victorias deportivas sobre los teutones. Es lo único que no queda.

Otra de las razones por las que las empresas alemanas han superado con éxito las turbulencias de la reciente crisis económica está en el hecho de que el Gobierno alemán ha subvencionado las reducciones de jornada. En lugar de echar a la gente a la calle con EREs (expedientes de regulación de empleo) y mediante jubilaciones anticipadas que suponen una insoportable carga para las arcas de la Seguridad Social, el Ejecutivo alemán ha pagado una parte de los salarios de los obreros y éstos han seguido produciendo sin perder sus puestos de trabajo, y generando beneficios para esas empresas, pero también para el Estado. Las grandes empresas germanas han remontado la crisis sin despeinarse, y con su impulso han tirado de las medianas y pequeñas. El resultado ha sido que todos han ganado. Lo que dicho de otro modo viene a ser: ¡Alemania ha ganado!

Esto ha tenido un efecto balsámico sobre la economía germana que, además de ver cómo crecían sus exportaciones, se ha beneficiado de un aumento del consumo interno.

Un “detalle” fundamental a la hora de activar la economía de un país, y que los roñosos “empresarios” de aquí suelen soslayar miserablemente. Por eso Alemania y Francia son lo que son, y están donde están, y nosotros ya no somos lo que fuimos, y no estamos en ninguna parte.

Los salarios mínimos en esos dos grandes países casi triplican a los paupérrimos sueldos que se pagan en España. Sin embargo, los empresarios alemanes no se quejan torticeramente de la falta de “competitividad” de los obreros a los que emplean pagándoles buenos salarios. Y además, dan trabajo y cabida a la inmigración, incluso a la extracomunitaria. Sólo en Alemania viven casi 5 millones de turcos. El equivalente a toda nuestra población de desempleados. Pero en Alemania la inmigración no supone una amenaza para sus nacionales porque éstos, y los obreros extranjeros, cobran igual salario por desempeñar el mismo trabajo. ¡He ahí la “sutil” diferencia con España! Aquí, sin proponérselo, los inmigrantes ejercen a menudo de esquiroles.

Aquí se ha promovido la inmigración descontrolada para abaratar la mano de obra local a través de un exceso en la demanda de empleo. El resultado es que los salarios, que siempre fueron magros, han caído en picado, y seguirán cayendo creando más miseria. Porque esos obreros extranjeros giran una buena parte de los ingresos que aquí obtienen a sus países de origen, sin generar consumo interno en España. Lo que a medio plazo contribuye a desequilibrar aún más la balanza comercial de un país, el nuestro, que vive de prestado en lo industrial, y cuya principal fuente de ingreso de divisas, ahora como hace cuarenta años, es un ajado y trasnochado turismo de sol y playa. Poco más.

Turísticamente hablando, España está ya muy vista. No hemos sabido renovar nuestra oferta, y hemos preferido explorar otros mercados en el Caribe, o en el Magreb, mientras nuestra principal actividad industrial languidece y agoniza. Cuando perdamos el turismo como fuente de ingresos, podemos bajar la persiana y echar el cierre. ¡Se acabó lo que se daba! Ya no nos quedará nada.

Mientras en España los ganapanes socialistas intentan distraer al personal, y enfrentar a la ciudadanía una vez más con leyes tan absurdas y arbitrarias como la que prohíbe fumar en todas partes menos en el propio hogar, de momento, o las cacicadas del nefasto tripartito catalán prohibiendo las corridas de toros, con la anuencia de todos los demás partidos soberanistas, en Alemania y Francia, pero también en Italia y Reino Unido, sus Gobiernos se preocupan de las cosas que realmente importan.

Así España, que podría estar entre esos países de cabeza, de hecho en 2004 éramos la quinta economía europea, y todavía estábamos por delante de Brasil, Rusia, Australia, India y China en PIB, se hunde irremisiblemente en la ruina.

Si repasamos brevemente el saldo de estos últimos seis años y medio de payasadas, vemos que la actividad del gobierno socialista (siempre con minúscula), se ha limitado a mamarrachadas como promulgar leyes para legalizar el matrimonio entre homosexuales, o la creación de observatorios de violencia de género que, como la ley antitabaco, invitan a los ciudadanos a ejercer de delatores, chivatos y fisgones, metiéndose en la vida de sus vecinos como auténticas marujas. Unas patochadas que, por cierto, en Bruselas tumbaron a la primera de cambio. Allí no están para estas memeces.

Cuando a un imbécil de probada solvencia en el ejercicio de su imbecilidad, se le jalea y anima a seguir demostrando su imbecilidad, los resultados no pueden ser más desastrosos. Si además este imbécil consumado se rodea de mediocridades, con independencia de que orinen de pie, o sentadas, el desaguisado está servido. Cuando muchos de sus secuaces no tienen más bagaje intelectual que el de ser gays, o mujeres, o mujeres gays, pocas expectativas le quedan a un país para superar una situación de profunda crisis económica, social, moral y ética. Su extinción está asegurada.

Cuando nuestro presidente va por el mundo convertido en el constante hazmerreír de unos y otros, sólo cabe esperar que al resto de españoles nos etiqueten también de saltimbanquis por haberle votado. Cuando un país no puede exhibir públicamente más “orgullo” que el de ser gay, o el de haber conquistado un título deportivo que sirva al gobierno para tapar sus vergüenzas, su destino está dramáticamente sellado.

No obstante, lo más desalentador es comprobar que el mantecoso partido de la Oposición, parece no tener ningún interés en desbancar al que finge gobernar. A menudo me pregunto si no serán las dos caras de una misma falsa moneda. El PP lleva tanto tiempo viajando al centro de ninguna parte, que cabe suponer que su barco naufragó hace mucho tiempo y que no hubo supervivientes.

Lo he dicho en más de una ocasión: si el PP y su melifluo y errático líder no espabilan, podrían llevarse una desagradable sorpresa en 2012. ¡Los Idus de Marzo aún no han pasado!

La locomotora alemana y la burra coja española

Antonio Pérez Omister
Antonio Pérez Omister
miércoles, 5 de enero de 2011, 23:00 h (CET)
No nos engañemos. Los principales países de Europa superaron la crisis económica hace tiempo. Las cifras de Alemania, por poner un ejemplo, así lo demuestran. Mientras España se desliza hacia el abismo de la recesión y el desastre, con un 20% de tasa de desempleo, casi 5 millones de futuros indigentes, Alemania se acerca al pleno empleo con una envidiable tasa de paro del 6,8% y una población activa (trabajando) de 40 millones de ciudadanos. Prácticamente toda la población española.

Alemania ha abandonado la crisis con los mejores datos de empleo de los últimos 20 años. ¡Un éxito! Sólo cabe felicitar a la “fracasada” Angela Merkel y preguntarse si no será el patético fantoche que la bautizó con este epíteto el fracasado. La verdad es que la pregunta se contesta sola.

Pero hay más. Un somero análisis del éxito alemán nos da algunas claves del mismo, que reside en buena parte en el incremento de sus exportaciones. Alemania produce bienes de equipo, maquinaria y productos de alto valor añadido. Aquí, la escasa industria que nos queda es de prestado. Ni siquiera es española. Lo poco que teníamos lo trasladamos al extranjero. Incluidas las fábricas de castañuelas y las de los entrañables “souvenirs” turísticos: muñecas vestidas de gitanillas, esbeltos toreros entrando a matar, bravos morlacos de fieltro, y sofisticados botijos con atrevidos pitorros de turbadoras formas fálicas. Ya no nos queda nada, salvo una infundada arrogancia, y el triunfalismo suicida de un necio y sus acólitos.

Buena parte de nuestra agricultura y pesca la transferimos a Marruecos. Alemania o Francia, pueden permitirse esos lujos, España no puede, y no debe. Hay que ser humildes y aprender de quienes saben. En este caso de Alemania y Francia, pero también de otros países como Italia que, además de poder permitirse esos lujos, no los practica. ¿Por qué? Pues porque son países inteligentes, sus ciudadanos están bien informados y, en consecuencia, están gobernados por políticos eficientes y con sentido de la responsabilidad.
Aquí sólo tenemos ramplones paniaguados cuya incompetencia sólo es superada por su mezquindad. Poco importa que en Alemania, o en Francia, gobierne la Izquierda o la Derecha: los dos lo harán bien. España es la antítesis de ambos países.

Mientras a los bancos, y a todas las empresas españolas que intentaron introducirse en Italia, les dieron con la puerta en las narices, aquí los italianos hacen cada día más y mejores negocios sin ninguna traba o cortapisa. Y no será porque Berlusconi sea amigo de Zapatero: quedó patente que le desprecia profundamente cuando le plantó airadamente en medio de una rueda de prensa. ¿Se puede ser más patético que este sujeto que se quedó con cara de bobo durante un buen rato sin saber qué hacer o qué decir? ¿O que no sabía dónde meterse para salir en la foto de la cumbre de la OTAN en Lisboa?

Más vale que nos ocupemos de los éxitos económicos de Alemania, y que nos consolemos rememorando nuestras últimas victorias deportivas sobre los teutones. Es lo único que no queda.

Otra de las razones por las que las empresas alemanas han superado con éxito las turbulencias de la reciente crisis económica está en el hecho de que el Gobierno alemán ha subvencionado las reducciones de jornada. En lugar de echar a la gente a la calle con EREs (expedientes de regulación de empleo) y mediante jubilaciones anticipadas que suponen una insoportable carga para las arcas de la Seguridad Social, el Ejecutivo alemán ha pagado una parte de los salarios de los obreros y éstos han seguido produciendo sin perder sus puestos de trabajo, y generando beneficios para esas empresas, pero también para el Estado. Las grandes empresas germanas han remontado la crisis sin despeinarse, y con su impulso han tirado de las medianas y pequeñas. El resultado ha sido que todos han ganado. Lo que dicho de otro modo viene a ser: ¡Alemania ha ganado!

Esto ha tenido un efecto balsámico sobre la economía germana que, además de ver cómo crecían sus exportaciones, se ha beneficiado de un aumento del consumo interno.

Un “detalle” fundamental a la hora de activar la economía de un país, y que los roñosos “empresarios” de aquí suelen soslayar miserablemente. Por eso Alemania y Francia son lo que son, y están donde están, y nosotros ya no somos lo que fuimos, y no estamos en ninguna parte.

Los salarios mínimos en esos dos grandes países casi triplican a los paupérrimos sueldos que se pagan en España. Sin embargo, los empresarios alemanes no se quejan torticeramente de la falta de “competitividad” de los obreros a los que emplean pagándoles buenos salarios. Y además, dan trabajo y cabida a la inmigración, incluso a la extracomunitaria. Sólo en Alemania viven casi 5 millones de turcos. El equivalente a toda nuestra población de desempleados. Pero en Alemania la inmigración no supone una amenaza para sus nacionales porque éstos, y los obreros extranjeros, cobran igual salario por desempeñar el mismo trabajo. ¡He ahí la “sutil” diferencia con España! Aquí, sin proponérselo, los inmigrantes ejercen a menudo de esquiroles.

Aquí se ha promovido la inmigración descontrolada para abaratar la mano de obra local a través de un exceso en la demanda de empleo. El resultado es que los salarios, que siempre fueron magros, han caído en picado, y seguirán cayendo creando más miseria. Porque esos obreros extranjeros giran una buena parte de los ingresos que aquí obtienen a sus países de origen, sin generar consumo interno en España. Lo que a medio plazo contribuye a desequilibrar aún más la balanza comercial de un país, el nuestro, que vive de prestado en lo industrial, y cuya principal fuente de ingreso de divisas, ahora como hace cuarenta años, es un ajado y trasnochado turismo de sol y playa. Poco más.

Turísticamente hablando, España está ya muy vista. No hemos sabido renovar nuestra oferta, y hemos preferido explorar otros mercados en el Caribe, o en el Magreb, mientras nuestra principal actividad industrial languidece y agoniza. Cuando perdamos el turismo como fuente de ingresos, podemos bajar la persiana y echar el cierre. ¡Se acabó lo que se daba! Ya no nos quedará nada.

Mientras en España los ganapanes socialistas intentan distraer al personal, y enfrentar a la ciudadanía una vez más con leyes tan absurdas y arbitrarias como la que prohíbe fumar en todas partes menos en el propio hogar, de momento, o las cacicadas del nefasto tripartito catalán prohibiendo las corridas de toros, con la anuencia de todos los demás partidos soberanistas, en Alemania y Francia, pero también en Italia y Reino Unido, sus Gobiernos se preocupan de las cosas que realmente importan.

Así España, que podría estar entre esos países de cabeza, de hecho en 2004 éramos la quinta economía europea, y todavía estábamos por delante de Brasil, Rusia, Australia, India y China en PIB, se hunde irremisiblemente en la ruina.

Si repasamos brevemente el saldo de estos últimos seis años y medio de payasadas, vemos que la actividad del gobierno socialista (siempre con minúscula), se ha limitado a mamarrachadas como promulgar leyes para legalizar el matrimonio entre homosexuales, o la creación de observatorios de violencia de género que, como la ley antitabaco, invitan a los ciudadanos a ejercer de delatores, chivatos y fisgones, metiéndose en la vida de sus vecinos como auténticas marujas. Unas patochadas que, por cierto, en Bruselas tumbaron a la primera de cambio. Allí no están para estas memeces.

Cuando a un imbécil de probada solvencia en el ejercicio de su imbecilidad, se le jalea y anima a seguir demostrando su imbecilidad, los resultados no pueden ser más desastrosos. Si además este imbécil consumado se rodea de mediocridades, con independencia de que orinen de pie, o sentadas, el desaguisado está servido. Cuando muchos de sus secuaces no tienen más bagaje intelectual que el de ser gays, o mujeres, o mujeres gays, pocas expectativas le quedan a un país para superar una situación de profunda crisis económica, social, moral y ética. Su extinción está asegurada.

Cuando nuestro presidente va por el mundo convertido en el constante hazmerreír de unos y otros, sólo cabe esperar que al resto de españoles nos etiqueten también de saltimbanquis por haberle votado. Cuando un país no puede exhibir públicamente más “orgullo” que el de ser gay, o el de haber conquistado un título deportivo que sirva al gobierno para tapar sus vergüenzas, su destino está dramáticamente sellado.

No obstante, lo más desalentador es comprobar que el mantecoso partido de la Oposición, parece no tener ningún interés en desbancar al que finge gobernar. A menudo me pregunto si no serán las dos caras de una misma falsa moneda. El PP lleva tanto tiempo viajando al centro de ninguna parte, que cabe suponer que su barco naufragó hace mucho tiempo y que no hubo supervivientes.

Lo he dicho en más de una ocasión: si el PP y su melifluo y errático líder no espabilan, podrían llevarse una desagradable sorpresa en 2012. ¡Los Idus de Marzo aún no han pasado!

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Nos levantamos cada mañana, esperando y temiendo, que hoy, o en esta semana, algún personaje/persona de la política o de sus aledaños inventen un nuevo insulto contra alguien. Hasta la saciedad hemos indicado que se expongan datos, argumentos, razones, conceptos, ideas con respeto, con respeto a las posiciones del otro, con respeto a las posiciones ideológicas del otro, con respeto a las otras personas.

Necesitamos comprensión de hogar, máxime en un tiempo donde las familias son muy heterogéneas; ya que los diversos vínculos suelen sentir y vivir de manera distinta, además de que los espacios sean muy diferentes, pues aún se silencian voces en muchos de ellos, imperando el ordeno y mando, sin apenas diálogo alguno.

Yo me propongo, como un quijote real e histórico, quebrar lanzas aportando al desarrollo y al progreso cultural de nuestra nación sobre el fundador, no de la maravillosa Granada, ni de la sede del saber, como lo es nuestra querida occidental ciudad de León, sino del descubridor del nuevo mundo y en su cuarto viaje de la provincia o país Nicaragua.

 
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