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Ana Rodríguez

Wikileaks, the film

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Antes de comenzar este artículo, he reunido en un mismo papel las siguientes palabras: Assange, código, preservativo, Ken Loach, bomba, Michael Moore, Facebook, Steve Jobs y, entre interrogantes, ¿Kennedy?. El caso Wikileaks traza una red semántica de amplio espectro dentro del mundo virtual y fuera de él.

Ken Loach y Michael Moore, para arrancar, son los dos cineastas que han ofrecido su apoyo económico para saldar la fianza impuesta a Julian Assange para su libertad. He aquí el primer cruce entre esta historia y el mundo del cine, presumiblemente el primero de varios si alguien decide llevar a la gran pantalla la historia de Wikileaks que los medios están convirtiendo en prácticamente un thriller en directo, gracias entre otras cosas a las respuestas en tiempo real que se están produciendo en el espacio online por simpatizantes, hackers, bloggers, etc.

La propuesta de David Fincher sobre Jesse Eisenberg y Facebook abona el camino para la película Assange y constituye tal vez un síntoma de la relevancia del mundo virtual y sus protagonistas, sus ideólogos. Sujetos que se vuelven interesantes para los espectadores porque ellos son también usuarios que han visto modificadas sus vidas por el cambio de las prácticas en las relaciones sociales que han introducido creaciones como Facebook.

Facebook, redes sociales, software y hardware. No podemos dejar de mencionar en esta breve historia de las stars de la tecnología y la virtualidad a Bill Gates y Steve Jobs, enemigos y amigos, que han abanderado hasta ahora la figura del gurú tecnológico, visionario –y millonario-, capaz de la seducción binaria y de la seducción mediática. Personajes envueltos por la fascinación y la rumorología, con sus luces y sus sombras.

Assange forma parte de esta estirpe, en el ala del periodismo online (ahora difundido por la prensa escrita internacional), versión politizada y combativa –y posiblemente pobre, en comparación- de los tres anteriores. Héroe de la contrainformación, Robin Hood de los papeles de Estado y amigo de los hackers, Assange cuenta con el apoyo general, por razones obvias.

Su figura es hoy objeto de una campaña para el descrédito basada en una particularidad de la justicia sueca relacionada con la posibilidad de penalización de una relación sexual en la que no se ha utilizado preservativo, y que por ese motivo, puede pasar a considerarse como no consentida si una de las partes así lo manifiesta. Matices suecos que se me escapan y que traen a mi cabeza el escabroso asunto Lewinsky. En este caso, Julian Assange ha pasado de mujeriego a delincuente sexual como el que no quiere la cosa, otro matiz esta vez algo más peliagudo.

Por si la cosa se fuera de las manos, parece ser que Wikileaks guarda un as en la manga en forma de información ultrasecreta y codificada. Una información-bomba que de revelarse promete una severa conmoción en la opinión pública. Una amiga me decía al respecto que tal información debía de ser por lo menos el esclarecimiento del asesinato de Kennedy.

¿Kennedy? Vuelvo sobre mis interrogantes y sobre la nebulosa de palabras en la que se cruzan historias del pasado, del más inmediato presente y de un incierto futuro en la posibilidad de un film que recoja las cuestiones sobre información, globalización, red, política y justicia que está poniendo de manifiesto el caso Wikileaks. La posibilidad de un film que me trae a la cabeza All the President’s men (1976, Alan J.Pakula), Cortina de humo (1997, Barry Levinson) o incluso Syriana (2005, Stephen Gaghan), tres variopintos ejemplos que bajo el signo de distintas épocas se adentran en los vericuetos del mundo de lo contado, lo ocultado y lo revelado, y las estrategias que rodean a esas operaciones.

La película de Assange podría ser desde un thriller a una tvmovie pasando por un documental panfletario y llegando a un drama intimista entre Assange y sus mujeres… Me pregunto qué haría Scorsese con este material dramático en sus manos, pero sobre todo, me pregunto cómo diantre lo enfocaría David Lynch, si alguna vez aceptase dirigir una propuesta como ésta.

Wikileaks, the film

Ana Rodríguez
Ana Rodríguez
viernes, 17 de diciembre de 2010, 08:36 h (CET)
Antes de comenzar este artículo, he reunido en un mismo papel las siguientes palabras: Assange, código, preservativo, Ken Loach, bomba, Michael Moore, Facebook, Steve Jobs y, entre interrogantes, ¿Kennedy?. El caso Wikileaks traza una red semántica de amplio espectro dentro del mundo virtual y fuera de él.

Ken Loach y Michael Moore, para arrancar, son los dos cineastas que han ofrecido su apoyo económico para saldar la fianza impuesta a Julian Assange para su libertad. He aquí el primer cruce entre esta historia y el mundo del cine, presumiblemente el primero de varios si alguien decide llevar a la gran pantalla la historia de Wikileaks que los medios están convirtiendo en prácticamente un thriller en directo, gracias entre otras cosas a las respuestas en tiempo real que se están produciendo en el espacio online por simpatizantes, hackers, bloggers, etc.

La propuesta de David Fincher sobre Jesse Eisenberg y Facebook abona el camino para la película Assange y constituye tal vez un síntoma de la relevancia del mundo virtual y sus protagonistas, sus ideólogos. Sujetos que se vuelven interesantes para los espectadores porque ellos son también usuarios que han visto modificadas sus vidas por el cambio de las prácticas en las relaciones sociales que han introducido creaciones como Facebook.

Facebook, redes sociales, software y hardware. No podemos dejar de mencionar en esta breve historia de las stars de la tecnología y la virtualidad a Bill Gates y Steve Jobs, enemigos y amigos, que han abanderado hasta ahora la figura del gurú tecnológico, visionario –y millonario-, capaz de la seducción binaria y de la seducción mediática. Personajes envueltos por la fascinación y la rumorología, con sus luces y sus sombras.

Assange forma parte de esta estirpe, en el ala del periodismo online (ahora difundido por la prensa escrita internacional), versión politizada y combativa –y posiblemente pobre, en comparación- de los tres anteriores. Héroe de la contrainformación, Robin Hood de los papeles de Estado y amigo de los hackers, Assange cuenta con el apoyo general, por razones obvias.

Su figura es hoy objeto de una campaña para el descrédito basada en una particularidad de la justicia sueca relacionada con la posibilidad de penalización de una relación sexual en la que no se ha utilizado preservativo, y que por ese motivo, puede pasar a considerarse como no consentida si una de las partes así lo manifiesta. Matices suecos que se me escapan y que traen a mi cabeza el escabroso asunto Lewinsky. En este caso, Julian Assange ha pasado de mujeriego a delincuente sexual como el que no quiere la cosa, otro matiz esta vez algo más peliagudo.

Por si la cosa se fuera de las manos, parece ser que Wikileaks guarda un as en la manga en forma de información ultrasecreta y codificada. Una información-bomba que de revelarse promete una severa conmoción en la opinión pública. Una amiga me decía al respecto que tal información debía de ser por lo menos el esclarecimiento del asesinato de Kennedy.

¿Kennedy? Vuelvo sobre mis interrogantes y sobre la nebulosa de palabras en la que se cruzan historias del pasado, del más inmediato presente y de un incierto futuro en la posibilidad de un film que recoja las cuestiones sobre información, globalización, red, política y justicia que está poniendo de manifiesto el caso Wikileaks. La posibilidad de un film que me trae a la cabeza All the President’s men (1976, Alan J.Pakula), Cortina de humo (1997, Barry Levinson) o incluso Syriana (2005, Stephen Gaghan), tres variopintos ejemplos que bajo el signo de distintas épocas se adentran en los vericuetos del mundo de lo contado, lo ocultado y lo revelado, y las estrategias que rodean a esas operaciones.

La película de Assange podría ser desde un thriller a una tvmovie pasando por un documental panfletario y llegando a un drama intimista entre Assange y sus mujeres… Me pregunto qué haría Scorsese con este material dramático en sus manos, pero sobre todo, me pregunto cómo diantre lo enfocaría David Lynch, si alguna vez aceptase dirigir una propuesta como ésta.

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