WASHINGTON - Podría escribir más acerca del acuerdo tributario, pero probablemente estará cansado de escuchar hablar de ello y, siendo honesta, he estado demasiado ocupada jugando al Scrabble del iPad.
Demasiado ocupada perdiendo, en realidad.
Es una suerte que no empezara a fumar, porque soy el tipo de persona crónicamente obsesiva que se aficiona con facilidad y a la que se haría imposible romper el hábito. He atravesado estas fases con anterioridad - el buscaminas del ordenador de la oficina, el Super Mario Brothers de la Gameboy de las chicas. Desde que recibí el iPad hace unas semanas, he pasado una cantidad de tiempo ridícula para una adulta -- una cantidad de tiempo ridícula hasta para una adolescente -- arrugando un folio virtual para tirarlo a una papelera virtual. Tengo que superar esas 23 seguidas.
Y no es solamente la electrónica: Soy la persona a la que hay que apartar, ojos enrojecidos, de la mesa de las cartas tratando de encajar la última pieza del puzzle. ¿Y a los sádicos amigos que me acababan de regalar un rompecabezas de 1.000 piezas con una imagen de cientos de lápices? Sólo porque tuviera que renunciar a acabar "gatitos sobre colcha" el fin de semana del último año nuevo no significa que me vaya a pasar con este.
Pero el Scrabble del iPad es diferente. Es mi primer juego virtual de relaciones.
Tengo experiencia con el Scrabble, por supuesto. A mi marido le gusta contar la historia de lo muy gentilmente que le advertí, antes de nuestra primera cita, de mi habilidad con las fichas. Él procedió a ganar - por muchísimo, y repetidamente, antes de que yo me diera cuenta de su diabólico truco. ¿Ai? ¿Jo? ¿Qi? Me tuvo convencida durante años de que gi es una medida asiática y por tanto aceptable. (No lo es). No es el tipo de hombre al que quieras dejar las palabras de triple puntuación.
Pero no es rival para mi iPad. Es condenadamente listo. Por supuesto, yo lo volví así -- literalmente, se puede escoger su opción: fácil, normal, difícil. Sabe palabras que yo nunca había oído: ¡Splake! ¡Herry! ¡Zax! (Y eso sólo en el rato en que me pongo a escribir esto). Es el rey de las palabras de 7 y 8 puntos. ¡Soilure! ¡Decolorante! ¡Otarino!
Al mismo tiempo, se porta como un caballero consumado. A diferencia de cierta gente, nunca te hace esperar mientras encaja las fichas. Ni empieza a suspirar ostentosamente si a usted le está costando.
El iPad siempre te deja salir. Si coloca una palabra dudosa o no contenida en el diccionario, da otra oportunidad en lugar de ser un fanático del reglamento y restarte un turno.
Y si estás verdaderamente atascada, te deja hacer trampas -- quiero decir que amablemente te da pistas. Sólo tienes que pulsar ese atractivo icono de sugerencias, el del corazón rojo brillante. Te hará sentir mal, pero nunca te lo va a reprochar. Revestir, 122 puntos. ¿Quién podría resistirse?
Yo no.
El iPad tampoco. Lo convirtió en revestido.