Mija se ha matriculado en un taller de escritura y ha emprendido, a sus setenta y tantos años, la difícil tarea de componer un poema. Su profesor le ha recomendado que, para conseguirlo, mire a su alrededor e intente captar la belleza escondida en cada objeto, incluso en los platos sucios del fregadero. Ver la belleza del mundo es muy difícil para Mija, y más cuando se entera de que su nieto ha cometido la atrocidad de participar durante meses en la violación colectiva de una compañera de clase que, desesperada, terminó por tirarse por un puente para acabar con su vida.
Cuando el director de “Poesía” y actual ministro de cultura de Corea del Sur, Lee Changdong, le consultó a un poeta amigo suyo el título que había escogido para su nuevo proyecto, este le contestó que se trataba de una idea temeraria. Viniendo de un poeta, esta respuesta no deja de ser significativa y es que no hay nada que aleje más al espectador de una película que la pretensión de crear imágenes poéticas. Todos sabemos, más o menos, qué es la poesía en la literatura pero ¿qué es la poesía en el cine? Como dice un personaje de la película, la poesía está en el corazón. Se trata, por lo tanto, de un sentimiento. Lee Changdong no fuerza sus imágenes para que adquieran una pose poética sino que filma el mundo con naturalidad y le deja que hable por sí mismo. En ese mundo hay imágenes grotescas y otras supuestamente bellas pero la auténtica belleza, esa que Mija busca a la desesperada, es invisible a la mirada. Para sentirla hay que abrirse al mundo, tarea demasiado dolorosa como para llevarla a cabo sin una fuerte determinación. Ese es el objetivo que se ha marcado el cineasta: abrir su mirada al dolor sin concesiones para extraer algo de luz.
Con lo expuesto hasta ahora puede parecer que se trata de una película desgarrada de las de lágrima fácil, pero nada más lejos de la realidad. La visión del cineasta muestra en todo momento una serenidad poco dada al pesimismo. La rutina cotidiana discurre con vitalidad aunque de fondo fluyan importantes conflictos del mundo contemporáneo, con especial hincapié en la violencia: la de los adolescentes educados con la televisión y los videojuegos o incluso la del terrorismo. Trasfondo que apenas se nota pero que ahí está y sobre el que el autor proyecta una mirada crítica. En cualquier caso, el discurso no es ideológico sino humano, sobrio la mayor parte del tiempo pero, precisamente por ello, con intensas dosis de emoción en los momentos precisos (destacando el inmejorable final). Una gran película a pesar de su excesivo metraje (llega casi a las dos horas y media), con un merecido premio al mejor guión en la pasada edición del festival de Cannes y perteneciente a una de las cinematografías que mejores películas ha generado en los últimos años como es la surcoreana.