El pasado sábado estaba tranquilamente viendo el partido de liga ofrecido por La Sexta entre el Barcelona y Sevilla, cuando de repente los comentarios de los locutores cesaron y apareció un anuncio a todo volumen dejando el fútbol en una pequeña pantalla. Me quede alucinado. Algo que había sido respetado durante años y años de televisión, fue tirado por la borda.
Antes sólo veías anuncios en el descanso, pero, ¿ahora? ¿Han abierto brecha para que en un futuro (no muy lejano) aumente esa cantidad de publicidad como ya ha pasado con la Fórmula 1? ¿Llegará un momento en el que veas el gol decisivo de la final de la Champions en una minúscula pantalla por culpa de un anuncio?
Está claro que son tiempos difíciles para todos, incluso para la publicidad, pero algo que la gente vive con tanta intensidad y que es capaz de sacar el amor patriótico de un país entero como sucedió este verano debería seguir como estaba. Situémonos en el hipotético caso de que aquella noche del pasado 11 de julio del 2010, cuando el balón cae a los pies de Iniesta y sin pensárselo dos veces golpea con toda su alma mandando el esférico al interior de la red holandesa, que Telecinco hubiese puesto un anuncio de Coca Cola y tuviéramos que haber visto, mejor dicho, intuido el gol que proclamaba a España campeona del Mundo. ¿Qué hubiera pasado? Yo, sin duda, hubiera dejado de beber ese refresco y seguro que muchos hubiesen hecho lo mismo.