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Levántate contra la pobreza

Clemente Ferrer (Madrid)
Redacción
martes, 26 de octubre de 2010, 14:30 h (CET)
En África los hambrientos quieren lo de los acaudalados. Los números en el continente africano siguen siendo alarmantes, según la revista Frontera: “El 20% de los más ricos de la población, casi todos blancos, acapara el 60% de la riqueza del país. El salario medio anual de un trabajador negro apenas supera los 1.000 euros, mientras que el de un blanco se acerca a los 7.000. El 24% de los hogares carece de agua corriente y un 20% de electricidad. Con más de la mitad de los jóvenes en paro, los índices de criminalidad son también espectaculares: hay un asesinato cada 45 segundos y una violación cada 30 segundos”. Sudáfrica es el país con mayores diferencias sociales de la tierra. “La desnudez del mundo indigente podría ser vestida con los adornos sobrantes de los vanidosos”, afirma Goldsmith.

Por otra parte, los 2.700 millones de mortales, el 40% de los ciudadanos del mundo, vegetan en un estado de miseria. De ellos, 1.600 millones subsisten con 1,25 euros al día, y otros 1.100 millones de aborígenes coexisten en una situación de indigencia extrema, con menos de 0,79 euros al día. Esta situación nos lleva a que 35.000 seres humanos sucumben de gazuza cada día.

Para terminar con esta disparidad económica, se conmemora el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza dentro de la Semana de Movilización contra este cruel problema. Se lanzará una campaña publicitaria, promovida por Naciones Unidas, bajo el eslogan; “Levántate contra la pobreza”, que se llevará a cabo en 100 países y que aconseja el alzamiento de todos para terminar con la indigencia, antes del año 2015. Entre las metas de esta acción figura; la aniquilación de la pobreza extrema, la disminución de la mortandad de los seres indefensos e inocentes y que la educación primaria y la atención hospitalaria sean para todo el mundo. Estos son algunos de los objetivos para el desarrollo del milenio de Naciones Unidas.

No podemos olvidar que lo que sobra a los opulentos es patrimonio de los indigentes.

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Hay noticias que rayan el insulto y el desprecio hacia quienes se dirigen. Que son asumidas como una verdad irrefutable y que en ese globo sonda enviado no tiene la menor respuesta indignada de quienes las reciben. El problema, por tanto, no es la noticia en sí, sino la palpable realidad de que han convertido al ciudadano en un tipo pusilánime. En un mendigo de migajas a quien los grandes poderes han decidido convertirle, toda su vida, en un esclavo del trabajo.

La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

 
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