Las próxima elecciones en Brasil, a llevarse a cabo el domingo 3 de octubre, nos hacen reflexionar sobre lo que ha sido el proceso de surgimiento de Brasil como potencia regional en Latinoamérica, así como su influencia y preponderancia a nivel mundial; todo esto dirigido por Luiz Inácio Lula da Silva. La llegada a la presidencia de Lula da Silva, en enero de 2003, significó un nuevo rumbo para el desarrollo de Brasil; de igual forma, fue un suceso importante por tratarse de un presidente que llegaba al poder, donde se gobiernan todas la esferas públicas y hasta privadas, carente de estudios formales, pero que había sido obrero y líder sindical, lo cual conllevaba un conocimiento preciso sobre las necesidades de la población, de sus compañeros trabajadores y, en general, de lo que Brasil estaba requiriendo.
Como es de pensar, fue rechazado, atacado y criticado por la visión de reformas y cambios para el país; sin embargo, nadie se imaginaría lo que llegaría a lograr por el “grande del Sur”. Siendo uno de los países con más desigualdad en América Latina, junto con México, el gobierno de Lula desde sus comienzos se enfocó en reducir la brecha entre los más pobres y los más ricos, es decir, en atacar el problema de la pobreza que tanto afecta por igual a los países latinoamericanos. Con una población de más de 190 millones de habitantes, Brasil cuenta con entre 40 y 42 millones de personas en la pobreza.
Sin embargo, de acuerdo al Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, ésta se redujo en un 19% en el primer gobierno de Lula da Silva. Además, la política social ha ayudado a que la “clase media” oscile ya entre el 51% de la población, lo que significa un logro en la desigualdad social. Aunque ha habido avances significativos, todavía queda mucho por hacer en este rubro puesto que Brasil sigue siendo hoy por hoy el país número uno con mayor desigualdad social del mundo; el 10% de “los ricos brasileños” que poseen el mayor poder adquisitivo y la riqueza de la nación.
Actualmente, la economía brasileña es de las más fuertes en la región latinoamericana. Datos económicos muestran que su inflación se encuentra entre el 4% y 5%, además su crecimiento económico anual ha tenido cifras significativas. Para este año se prevé un crecimiento del 7.3%, a pesar de la crisis financiera mundial de 2009. En este ámbito, tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional, colocan a Brasil como la 8ª economía mundial, debido a su crecimiento del PIB.
En términos coloquiales, es considerada la octava potencia mundial. Otro de los grandes avances de Brasil es el estar considero dentro de los países “BRIC” (o países emergentes), cuyo común denominador es contar con una gran población, un enorme territorio así como vastos recursos naturales, y lo más importante, el crecimiento del PIB y su participación en el comercio mundial. Todos estos factores hacen a Brasil una fuente receptora de inversiones, pero además un poder estratégico continental y transcontinental.
La política exterior y la proyección internacional de Brasil frente al resto del mundo, también ha sido un pilar fundamental del gobierno de Lula. Desde su llegada a la presidencia, el mandatario brasileño se ha propuesto eliminar la dependencia e intromisión de los Estados Unidos en cuestiones que únicamente competen a la región; por ello, Lula da Silva ha apostado por una integración y cooperación regional, con organismos que funcionen y sirvan como detonadores del desarrollo igualitario y equitativo.
Como prueba del desplazamiento de las imposiciones puramente estadounidenses, el gobierno de Lula ha sido promotor activo de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), cuyo objetivo es “buscar el desarrollo de un espacio integrado en lo político, social, cultural, económico, financiero, ambiental y en la infraestructura”; además, en el Mercosur también ocupa un lugar importante, principalmente porque es el país que puede acercar a la región no sólo a una libre circulación de bienes o a la coordinación de políticas que funcionen para los miembros, sino también para la inclusión de la región en el comercio internacional y en su presencia, como bloque, en otras partes del mundo.
Como país petrolero, Brasil también ha incursionado con fuerza en dicho sector, puesto que ha tenido los recursos tanto económicos como humanos para posicionar mundialmente a su empresa Petrobras, en el ramo de la producción, extracción e investigación petrolera. De acuerdo con información de la propia compañía, ésta ha logrado superar el lugar número 37, y ubicarse en el octavo lugar en el ranking de las mayores empresas a nivel mundial; el valor en el mercado de Petrobras incrementó de 95.9 millones de dólares a 164.8 millones de dólares. A pesar de todos estos avances significativos en combate a la pobreza, al desempleo, los incentivos para la inversión y el considerable crecimiento económico que está teniendo, Brasil todavía presenta serios problemas de corrupción.
De acuerdo con Transparencia Internacional, organización no gubernamental encargada de medir los niveles de corrupción y de confianza de las poblaciones respecto sus gobiernos, ubica a Brasil en el lugar número 75 a nivel mundial, con una calificación de 3.7; si bien no se encuentra en los peores lugares, como Venezuela que ocupa el 162, el avance en combate a la corrupción es lento y una preocupación generalizada para toda América Latina. Estos son algunos aspectos importantes que nos hacen reflexionar sobre la posición que ocupa actualmente Brasil, y que se ha dado gracias a las iniciativas y proyectos del gobierno de Lula da Silva. Definitivamente, la apuesta de “Lula” por el liderazgo de Brasil entre los países que se encuentran en desarrollo, se ha logrado, a tal punto que ha conseguido el apoyo de muchos para la reforma del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Esto es lo que deja Luiz Inácio Lula da Silva, después de dos periodos de gobierno y de un sinfín de críticas y malos augurios al inicio de su gobierno. Esto es el Brasil después Lula.
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