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Octavi Pereña

Educar en valores

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Ante la degradación moral que poco a poco va hundiendo a nuestra sociedad en la barbarie, muchas voces se dejan oír denunciando la falta de valores éticos que sufre nuestro País. Teóricamente, la educación que se imparte en las escuelas tendría que servir para enseñar a los alumnos a saber diferenciar el bien del mal y, por tanto, a tener criterio ético. La realidad es que la educación que se imparte tanto en las escuelas públicas como en las concertadas, no alcanza este objetivo. Basta con comprobar el comportamiento ético y moral tanto en las clases sociales bajas como las que componen la elite económica, política y religiosa.

En este contexto no puedo menos que citar a Rafael Argullol, profesor de la Universidad Pompeu Fabra que confesándose agnóstico es partidario de que se incluya la presencia del cristianismo en el futuro desarrollo de Europa. El profesor Argullol, es partidario de que además de la Biblia se deben tener en cuenta los clásicos griegos y latinos en los planes educativos porque en todas estas áreas la generación actual es analfabeta, y dice. “Si esto es así respecto a la cultura en general, la situación todavía es más penosa en relación a aquel tipo de cultura que el laicismo más estrecho de miras considera religiosa. Después de siglos de intolerancia religiosa contra el pensamiento ilustrado, ahora se reivindica una pobre y falsa ilustración para ser intolerantes para todo aquello que implique elementos religiosos. Este desastroso sectarismo, supuestamente progresista, ha arrinconado la cultura religiosa de las escuelas y universidades, con especial rencor contra el cristianismo. Y es este fanatismo religioso el que ha alejado a las últimas generaciones de estudiantes de un tesoro como la Biblia, condenándolos a ser más pobres moralmente y espiritualmente… De una manera más general defenderé siempre que la Biblia es también una lectura obligada desde el punto de vista de la ética ciudadana. Su complejidad, belleza y altura de miras, a menudo trágica, la conforman como uno de los documentos más penetrantes para acceder a la condición humana y a su contradictoria complejidad”.

Para dar un cambio de 180º a la degradación ética y moral de nuestra sociedad es preciso no ver a la Biblia como un libro estrictamente cultural, sino como la Palabra de Dios dada al hombre para que pueda trastornar la decadencia moral y espiritual de nuestra sociedad y pueda iniciarse la remontada hacia una sociedad más justa.

El apóstol Pablo escribiendo a su discípulo Timoteo, refiriéndose a la instrucción bíblica que había recibido de su madre Eunice y de su abuela Loida, le dice: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quien has aprendido y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia , a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:14-17).

Para conseguir que la Biblia sea un revulsivo a la decrepitud ética y moral de la sociedad actual que se denuncia como un daño a nos afecta a todos, no es suficiente verla como un libro de culturización religiosa y nada más. Se la debe ver como el Libro inspirado por Dios porque en todas sus páginas se encuentra el poder divino que capacita a que el lector atento se instruya en la justicia y esté preparado para toda buena obra. La sociedad está muy necesitada de hombres y mujeres que consideren que toda la Escritura es Palabra de Dios. Es urgente que se reconozca el alcance de la declaración “toda la Escritura es inspirada por Dios” porque está muy extendida la enseñanza de que la Biblia contiene Palabra de Dios y que es preciso descubrirla entre muchas doctrinas espurias. Dicha doctrina deja a la responsabilidad del lector descubrir qué es y que no es Palabra de Dios, lo cual además de impedir saber con certeza lo que es palabra de Dios, deja abierta la puerta para decidir lo que lo es y no lo es, con lo cual se rechazan todas aquellas instrucciones que a nuestro entender nos parecen inadecuadas. Esta Biblia que no es toda ella inspirada por Dios no sirve para instruir y corregir en justicia al hombre de Dios. De ahí que muchos cristianos que tienen una Biblia mutilada como objeto de lectura y reflexión no contribuyen a dar la vuelta a la degradación ética y moral de la sociedad actual.

Educar en valores

Octavi Pereña
Octavi Pereña
miércoles, 18 de agosto de 2010, 08:41 h (CET)
Ante la degradación moral que poco a poco va hundiendo a nuestra sociedad en la barbarie, muchas voces se dejan oír denunciando la falta de valores éticos que sufre nuestro País. Teóricamente, la educación que se imparte en las escuelas tendría que servir para enseñar a los alumnos a saber diferenciar el bien del mal y, por tanto, a tener criterio ético. La realidad es que la educación que se imparte tanto en las escuelas públicas como en las concertadas, no alcanza este objetivo. Basta con comprobar el comportamiento ético y moral tanto en las clases sociales bajas como las que componen la elite económica, política y religiosa.

En este contexto no puedo menos que citar a Rafael Argullol, profesor de la Universidad Pompeu Fabra que confesándose agnóstico es partidario de que se incluya la presencia del cristianismo en el futuro desarrollo de Europa. El profesor Argullol, es partidario de que además de la Biblia se deben tener en cuenta los clásicos griegos y latinos en los planes educativos porque en todas estas áreas la generación actual es analfabeta, y dice. “Si esto es así respecto a la cultura en general, la situación todavía es más penosa en relación a aquel tipo de cultura que el laicismo más estrecho de miras considera religiosa. Después de siglos de intolerancia religiosa contra el pensamiento ilustrado, ahora se reivindica una pobre y falsa ilustración para ser intolerantes para todo aquello que implique elementos religiosos. Este desastroso sectarismo, supuestamente progresista, ha arrinconado la cultura religiosa de las escuelas y universidades, con especial rencor contra el cristianismo. Y es este fanatismo religioso el que ha alejado a las últimas generaciones de estudiantes de un tesoro como la Biblia, condenándolos a ser más pobres moralmente y espiritualmente… De una manera más general defenderé siempre que la Biblia es también una lectura obligada desde el punto de vista de la ética ciudadana. Su complejidad, belleza y altura de miras, a menudo trágica, la conforman como uno de los documentos más penetrantes para acceder a la condición humana y a su contradictoria complejidad”.

Para dar un cambio de 180º a la degradación ética y moral de nuestra sociedad es preciso no ver a la Biblia como un libro estrictamente cultural, sino como la Palabra de Dios dada al hombre para que pueda trastornar la decadencia moral y espiritual de nuestra sociedad y pueda iniciarse la remontada hacia una sociedad más justa.

El apóstol Pablo escribiendo a su discípulo Timoteo, refiriéndose a la instrucción bíblica que había recibido de su madre Eunice y de su abuela Loida, le dice: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quien has aprendido y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia , a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:14-17).

Para conseguir que la Biblia sea un revulsivo a la decrepitud ética y moral de la sociedad actual que se denuncia como un daño a nos afecta a todos, no es suficiente verla como un libro de culturización religiosa y nada más. Se la debe ver como el Libro inspirado por Dios porque en todas sus páginas se encuentra el poder divino que capacita a que el lector atento se instruya en la justicia y esté preparado para toda buena obra. La sociedad está muy necesitada de hombres y mujeres que consideren que toda la Escritura es Palabra de Dios. Es urgente que se reconozca el alcance de la declaración “toda la Escritura es inspirada por Dios” porque está muy extendida la enseñanza de que la Biblia contiene Palabra de Dios y que es preciso descubrirla entre muchas doctrinas espurias. Dicha doctrina deja a la responsabilidad del lector descubrir qué es y que no es Palabra de Dios, lo cual además de impedir saber con certeza lo que es palabra de Dios, deja abierta la puerta para decidir lo que lo es y no lo es, con lo cual se rechazan todas aquellas instrucciones que a nuestro entender nos parecen inadecuadas. Esta Biblia que no es toda ella inspirada por Dios no sirve para instruir y corregir en justicia al hombre de Dios. De ahí que muchos cristianos que tienen una Biblia mutilada como objeto de lectura y reflexión no contribuyen a dar la vuelta a la degradación ética y moral de la sociedad actual.

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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