Las últimas lecturas de la prensa me traen a la memoria la novela de Antonio Skármeta "No pasó nada". No pasó nada. Lo dice Van Rompuy: "son las diez y media y no hay crisis". Lo dice Celestino Corbacho: "el PSOE se va a sentir cómodo con la reforma". No es raro, por tanto, que el presidente de la banca afirme que el Gobierno no tiene convicción en la reforma laboral.
En realidad, todo ha sido una mala pesadilla producto de alguna mala digestión (estos transgénicos que van a acabar con nosotros). Desde su nacimiento, allá por el siglo XVII, los bancos no han hecho otra cosa que lo que debían hacer. Lo que pasa es que los trabajadores se han subido a la parra y quieren vivir como señoritos. Y eso no puede ser. ¿Cuándo se ha visto que un obrero se bañe en la misma playa que un señor? ¿Cómo hemos podido consentir que un empleado viaje en el mismo avión que su patrón? ¡Así nos luce el pelo! Ya está bien de tonterías. Lo que hay que hacer es rebajar el salario a los trabajadores, crear nuevos barrios para ellos, con casas de adobe y baños comunitarios. Fuera coches y electrodomésticos. ¿Qué es eso de que una muerta de hambre tenga un lavavajillas como si fuera una señora? ¿Estamos todos locos? Nada, nada. Todos sabemos que la clase media se inventó después de la II Guerra Mundial so pretexto de levantar la industria con el consumo. Pero eso ya se acabó. Ahora lo que toca es volver cada uno a su sitio, como toda la vida. Cada uno a su casa y Dios en la de todos. Y al mus, el cura, el alcalde, el maestro, el galeno y la guardia civil. Eso es todo, amigos, que diría Porky.