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Solapamientos

Rafael Pérez Ortolá
Rafael Pérez Ortolá
domingo, 2 de mayo de 2010, 06:38 h (CET)
Los términos precisos, las exactitudes, se alcanzan en pocas ocasiones, aunque lo parezca a primera vista; las dobleces impensadas surgen de improviso. Las excepciones se multiplican. Aún las ciencias exactas, en los extremos pierden la precisión; y en los infinitos, dejan de ser exactas. Enfrascados en las exactitudes y precisiones, que pocas veces lo son; olvidamos un importante constituyente de los humanos y de sus obras, me refiero a las mezcolanzas e INEXACTITUDES. La vida entraña una gran diversidad de caracteres, con una derivación notable; las numerosas diversidades se asocian y se influencian unas a otras. Se reunen matices y porciones de otras vidas; con sus afinidades solapadas, con sus contradicciones, maravillas y resultados lamentables.

A la vez, presentamos rasgos del padre y de la madre, físicos o mentales. La FAMILIA representa un primer reflejo del solapamiento de caracteres, patente y claro para cualquier observador. Las peculiaridades creadas en su ambientación marcan a sus componentes, bien se trate de la ineludible herencia genética o de las actuaciones desarrolladas en la vida cotidiana. Con presencias de una mayor repercusión, ya que todas las características no se transmiten por igual. Con ausencias, desde los diferentes grados de orfandad, con la falta de alguno de los miembros; a los cambios derivados del cariz social, con el trabajo absorbente de sus componentes, con el alejamiento de los abuelos. Las separaciones y las nuevas consolidaciones del grupo familiar, modifican la conformación del conjunto, con las dificultades consiguientes de adaptación para todos. Aunque persistan rasgos comunes, se manifiestan muchos condicionamientos diversos y simultáneos.

Del mismo modo, las diferentes EDADES están presentes, se solapan dentro de cada individuo en particular. Quienes disfrutaron de la ternura maternal en la lactancia, quienes partieron de tratos más abandonados, como los juegos o las oportunidades que les correspondieron, su núcleo de amigos; persisten señales de cada edad en el sujeto posterior adulto. ¿De qué manera? ¿Con qué repercusiones? La adolescencia con sus vivencias y decisiones, los estudios o el trabajo juvenil, mantienen una influencia indudable, con rasgos gozosos o de frustración, pero manifestados en el carácter como un sello grabado. Se trata de algo que supera la mera acumulación de vivencias, hice esto o sufrí aquello, para conformar una participación posterior de lo que pasó en cada edad. Serán cargas pesadas o livianas, mas cada quisque tiene presentes esas etapas por las que pasó. También se podrá afirmar aquello de que supone un arte peculiar el mantenimiento de las mejores vibraciones; puestos al arrastre de etapas sucesivas, hacerlo con esmero, con la mayor sensibilidad, en busca de la mejor selección posible.

Al estilo de lo que se comenta en Medicina, “Si uno sólo es médico, no será ni médico”; la reflexión es aplicable a cada uno de los campos profesionales. Manifiesta un canto a la diferenciación de un buen profesional con respecto a los autómatas; destaca la implicación de la persona en su labor. Muestra a las claras como en la actividad LABORAL se entrelazan un gran número de características, estructurales y humanas. Se juntan las aportaciones en una colaboración continuada, variable y dinámica. Precisamente, echamos de menos esa conjunción de factores con una lamentable frecuencia. O bien en las administraciones, o en los gestores de turno, detectamos como suelen ver y, lo que empeora las cosas, actuan, como si los trabajadores fueran sólo adminículos de usar y tirar. A la inversa también sucede. Con mayor o menor justificación, falla en demasía la implicación a fondo del profesional en su labor. Queda patente la trama necesaria del conjunto de factores. De su funcionamiento se derivará la realidad ambiental, esplendorosa, vacilante, desorientada o grimosa; según la suerte corrida por los sectores observados.

Nos cuesta discernir unas cosas de otras, sea por empecinamiento obtuso que sólo mira en una dirección (Sobre todo, muy habitual en política), sea por ignorancia, sea por la torpeza de la que somos exponentes con frecuencia. Si las materias objeto de estos análisis están muy mezcladas, la tarea deviene en un imposible. Uno de los ejemplos significativos en este sentido, gira en torno a la separación entre BONDAD y MALDAD; es una tarea bien complicada, aue atribula a los grandes pensadores, incapaces de una proposición nítida en cuanto a la descripción de la frontera separadora.

Si uno se apoya en las sesudas teorías (Religiosas, ideologías políticas, científicas o esoterismos); percibe con prontitud el IMPERATIVO RESULTANTE, la necesidad del despertar, en busca de su propia actuación responsable. El refugio en las teorías no resuelve las disyuntivas; el bien o el mal existencial, las opciones, quedan delante, siempre renovadas, con nuevas caras. Son cuestiones acuciantes, muy importantes para la vida en sociedad; sin que dispongamos nunca de una solución previa ni con la nitidez precisa. No aparecen alternativas rotundas, la respuesta reside en cada uno; es el sino exigente, a la espera de nuestra atención. Sin embargo, el escapismo abunda y cada día observamos las malas consecuencias.

La MEMORIA dispone de 2 compartimentos esenciales. El recuerdo en sí, lo ocurrido con anterioridad, como punto de partida; no obstante, en el caso de quedarse ahí, ya es pasado y se reduce a un mero dato histórico. En eso radica la importancia del segundo compartimento. ¿Qué se hace con esos antecedentes? A mi modo de ver, no se obtendrá una memoria digna sin la buena realización de ambos apartados. Coinciden muchos factores y formas de pensar; por eso no servirán las posiciones simplistas. Para un individuo aislado, una agrupación, o para el conjunto de la sociedad; la CONSTRUCCIÓN de la MEMORIA supone un reto decisivo. Con dicha elaboración se pueden conseguir grandes avenidas de realización personal o colectiva, batallas crueles por no facilitar los cruces de caminos (inevitables), o el simple regodeo perezoso contemplando los desastres anteriores. ¿Cómo afrontaremos esas decisiones en cada caso? El reto es apasionante y habitual, con sus riesgos y con sus posibilidades.

Los principios rígidos (Morales, ateos, creyentes, políticos…) son ambivalentes, ayudan en la orientación y anquilosan las formas del pensamiento individual. Por eso, cuando tenemos que afrontar realidades complejas y personas tan distintas, no basta con un acercamiento apresurado a los hechos, así no se obtiene un contacto fiel, se captan sólo unas pocas parcialidades. La habilidad intelectual, si disponemos de ella, clama por un mayor ESFUERZO de ATENCIÓN, como la única manera de entender la realidad compleja y así poder responder de manera inteligente. Las emociones juegan un rol importante a la hora de una motivación enérgica, sirven para el esfuerzo mencionado; aunque resulta notorio el riesgo que entrañan, por el escaso control que ejercemos sobre ellas. No se trata de alcanzar una imparcialidad neutra, sino de la elaboración de un nuevo solapamiento constructivo, el de las mejores cualidades del intelecto humano. ¿Acaso vamos a despreciarlas?

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