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Kathleen Parker

La propia biblioteca de George

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MOUNT VERNON, Virginia - Fue idóneo que el bullicio montado en torno a la residencia familiar de George Washington recientemente surgiera a tenor de las obras pendientes de devolución del primer presidente, justo cuando los que llevan el cotarro planean una nueva biblioteca presidencial en honor del padre fundador.

Al parecer, el caballero que no sabía mentir no devolvió a la biblioteca un par de obras cuyo préstamo venció el 2 de noviembre de 1789. Eso suman más de 220 años de retraso, o alrededor de 300.000 dólares en penalizaciones.

Prestados por la New York Society Library, los libros son "El derecho de las naciones", obra de Emmerich de Vattel que aborda las relaciones internacionales, y una recopilación de debates celebrados en la Cámara de los Comunes de Gran Bretaña. Algo de luz literaria para un hombre ocupado en el oficio de fundar una nación y aprender a ser su presidente.

Aunque el conservador Mark Bartlett dice que la biblioteca no pretende recaudar la penalización, le encantaría recuperar las obras. ¿Para donarlas acaso a la nueva biblioteca que llevará el nombre del último socio que las sacó prestadas? Es sólo una idea.

El lapso sufrido por Washington en la devolución de sus libros brinda una metáfora útil de la reunión bianual de la Asociación de Damas de Mount Vernon, a la que asistí en calidad de miembro desinteresado de la junta asesora. El tema principal era la biblioteca propuesta, que será un depósito de libros y documentos de Washington así como un centro de ampliación educativa e investigación académica. Con la adición de una residencia para investigadores, los estudiantes serios pueden sumergirse durante varias semanas en todo lo relativo a George.

Bautizada oficialmente Biblioteca Nacional Fred W. Smith para el Estudio de George Washington, el edificio de 12.000 metros cuadrados está previsto inaugurarse en 2012. Suponiendo, es decir, que la asociación de señoras, que cumple ya su año 151 administrando la propiedad exclusivamente con fondos privados, pueda recaudar 20 millones este año.

Una suma inicial de 38 millones ya ha sido prometida por Smith, presidente de la Fundación Donald W. Reynolds, pero las cosas no despegarán hasta que el balance esté cerrado.

Es un proyecto ambicioso y noble, que llenará un vacío sorprendente. En un momento en que las bibliotecas presidenciales son monumentos al legado y el ego, es sorprendente que el primer Presidente de los Estados Unidos no tenga una.

Esos libros errantes, por su parte, son el recordatorio de lo mucho que se desconoce de George Washington. Se sabe muy poco de él y la era de la fundación, porque muy poco se enseña. Y aunque el creciente analfabetismo histórico de Estados Unidos es bien conocido por los educadores y los responsables políticos, un vistazo a las estadísticas sorprenda probablemente a la mayoría de los estadounidenses.

En 2006, por ejemplo, el Intercollegiate Studies Institute examinó la cultura general de 14.000 estudiantes de primer y último año de 50 universidades y centros de educación superior. El estudiante medio de último año suspendía con una nota del 54 por ciento.

También en 2006, el National Assessment of Educational Progress, mencionado a menudo como "la cartilla de notas de la nación", concluía que solo la sexta parte de los estudiantes de cuarto, octavo y decimosegundo tienen conocimientos de historia americana.

Los estudiantes son brillantes, al parecer, cuando se trata de cultura popular, algo que hemos sabido desde hace mucho tiempo. En un estudio encargado por el American Council of Trustees and Alumni (ACTA) en el año 1999, el 98 por ciento de los estudiantes de las 55 universidades y centros superiores punteros sabía identificar al cantante de rap Snoop Doggy Dogg, y el 99 por ciento sabía quiénes son Beavis y Butt-head.

Una cosa es debatir los méritos del excepcionalismo estadounidense, aunque al ritmo actual de crecimiento de nuestra ignorancia nacional pronto no habrá nadie con quien debatir. Otra cosa es conocer los hechos esenciales de nuestra fundación.

No se puede culpar a los estudiantes de desconocer lo que no se les ha enseñado. Otro estudio del ACTA en el año 2002 concluía que la mayoría de los centros de enseñanza superior ya no imparte ningún curso de historia. En los ciclos inferiores, los que estudian historia se encontrarán con el nombre de George Washington con mucha menos frecuencia que las generaciones anteriores. La importancia de Washington en muchos libros de texto es del 10 por ciento de la que fue hace 50 años, según el director ejecutivo del Mount Vernon, Jim Rees.

Aun así, los adultos no saben mucho. Un estudio realizado entre los adultos a nivel nacional encargado por el American Revolution Center concluía que el 83 por ciento suspende un examen básico de la Revolución Americana.

Puede que no sepamos mucho, pero nos parece comprender, como entendían los redactores de la Constitución, que una sociedad libre puede funcionar sólo en la medida en que su ciudadanía está formada. El mismo estudio concluía que el 90 por ciento de los estadounidenses cree que el conocimiento de la Revolución americana es muy importante.

Washington pudo haberse olvidado devolver sus libros de historia, pero al menos queda consuelo en la certeza de que se los leía.

La propia biblioteca de George

Kathleen Parker
Kathleen Parker
jueves, 22 de abril de 2010, 04:56 h (CET)
MOUNT VERNON, Virginia - Fue idóneo que el bullicio montado en torno a la residencia familiar de George Washington recientemente surgiera a tenor de las obras pendientes de devolución del primer presidente, justo cuando los que llevan el cotarro planean una nueva biblioteca presidencial en honor del padre fundador.

Al parecer, el caballero que no sabía mentir no devolvió a la biblioteca un par de obras cuyo préstamo venció el 2 de noviembre de 1789. Eso suman más de 220 años de retraso, o alrededor de 300.000 dólares en penalizaciones.

Prestados por la New York Society Library, los libros son "El derecho de las naciones", obra de Emmerich de Vattel que aborda las relaciones internacionales, y una recopilación de debates celebrados en la Cámara de los Comunes de Gran Bretaña. Algo de luz literaria para un hombre ocupado en el oficio de fundar una nación y aprender a ser su presidente.

Aunque el conservador Mark Bartlett dice que la biblioteca no pretende recaudar la penalización, le encantaría recuperar las obras. ¿Para donarlas acaso a la nueva biblioteca que llevará el nombre del último socio que las sacó prestadas? Es sólo una idea.

El lapso sufrido por Washington en la devolución de sus libros brinda una metáfora útil de la reunión bianual de la Asociación de Damas de Mount Vernon, a la que asistí en calidad de miembro desinteresado de la junta asesora. El tema principal era la biblioteca propuesta, que será un depósito de libros y documentos de Washington así como un centro de ampliación educativa e investigación académica. Con la adición de una residencia para investigadores, los estudiantes serios pueden sumergirse durante varias semanas en todo lo relativo a George.

Bautizada oficialmente Biblioteca Nacional Fred W. Smith para el Estudio de George Washington, el edificio de 12.000 metros cuadrados está previsto inaugurarse en 2012. Suponiendo, es decir, que la asociación de señoras, que cumple ya su año 151 administrando la propiedad exclusivamente con fondos privados, pueda recaudar 20 millones este año.

Una suma inicial de 38 millones ya ha sido prometida por Smith, presidente de la Fundación Donald W. Reynolds, pero las cosas no despegarán hasta que el balance esté cerrado.

Es un proyecto ambicioso y noble, que llenará un vacío sorprendente. En un momento en que las bibliotecas presidenciales son monumentos al legado y el ego, es sorprendente que el primer Presidente de los Estados Unidos no tenga una.

Esos libros errantes, por su parte, son el recordatorio de lo mucho que se desconoce de George Washington. Se sabe muy poco de él y la era de la fundación, porque muy poco se enseña. Y aunque el creciente analfabetismo histórico de Estados Unidos es bien conocido por los educadores y los responsables políticos, un vistazo a las estadísticas sorprenda probablemente a la mayoría de los estadounidenses.

En 2006, por ejemplo, el Intercollegiate Studies Institute examinó la cultura general de 14.000 estudiantes de primer y último año de 50 universidades y centros de educación superior. El estudiante medio de último año suspendía con una nota del 54 por ciento.

También en 2006, el National Assessment of Educational Progress, mencionado a menudo como "la cartilla de notas de la nación", concluía que solo la sexta parte de los estudiantes de cuarto, octavo y decimosegundo tienen conocimientos de historia americana.

Los estudiantes son brillantes, al parecer, cuando se trata de cultura popular, algo que hemos sabido desde hace mucho tiempo. En un estudio encargado por el American Council of Trustees and Alumni (ACTA) en el año 1999, el 98 por ciento de los estudiantes de las 55 universidades y centros superiores punteros sabía identificar al cantante de rap Snoop Doggy Dogg, y el 99 por ciento sabía quiénes son Beavis y Butt-head.

Una cosa es debatir los méritos del excepcionalismo estadounidense, aunque al ritmo actual de crecimiento de nuestra ignorancia nacional pronto no habrá nadie con quien debatir. Otra cosa es conocer los hechos esenciales de nuestra fundación.

No se puede culpar a los estudiantes de desconocer lo que no se les ha enseñado. Otro estudio del ACTA en el año 2002 concluía que la mayoría de los centros de enseñanza superior ya no imparte ningún curso de historia. En los ciclos inferiores, los que estudian historia se encontrarán con el nombre de George Washington con mucha menos frecuencia que las generaciones anteriores. La importancia de Washington en muchos libros de texto es del 10 por ciento de la que fue hace 50 años, según el director ejecutivo del Mount Vernon, Jim Rees.

Aun así, los adultos no saben mucho. Un estudio realizado entre los adultos a nivel nacional encargado por el American Revolution Center concluía que el 83 por ciento suspende un examen básico de la Revolución Americana.

Puede que no sepamos mucho, pero nos parece comprender, como entendían los redactores de la Constitución, que una sociedad libre puede funcionar sólo en la medida en que su ciudadanía está formada. El mismo estudio concluía que el 90 por ciento de los estadounidenses cree que el conocimiento de la Revolución americana es muy importante.

Washington pudo haberse olvidado devolver sus libros de historia, pero al menos queda consuelo en la certeza de que se los leía.

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