WASHINGTON - Empezamos a descubrir que la presidencia Obama será una época de logros importantes, pero diferidos - tal vez acompañados siempre de la sensación de crisis permanente. Su cacareado "cool" le permite esperar sin impaciencia y capear el temporal sin signos de desesperación visibles. Precisa de lo mismo por parte de sus electores.
Estos pensamientos son generados a partir de los acontecimientos de los últimos días en Washington, cuando un nutrido grupo de 46 mandatarios provocaba un monumental atasco y un verdadero revuelo, todo para arrancar una promesa de que dentro de dos años, veremos importantes medidas hacia el control de las armas nucleares y su combustible.
Hace un año, en Praga, Barack Obama - impulsando deliberada y dramáticamente la vía del desarme mucho más allá de lo que se atrevieron a ir sus predecesores en cualquier partido -- esbozaba su imagen de un mundo liberado de forma sustancial de la amenaza de la aniquilación atómica.
Esta semana, en respuesta a su liderazgo, las naciones del mundo - con algunas excepciones notables en ambas partes de la brecha árabe-israelí -- enviaban a sus líderes a Washington a dar muestra de su respaldo a esa aspiración.
Dentro de dos años, ellos o sus sucesores volverán a reunirse y podremos medir lo mucho - o lo poco -- que individual y colectivamente se ha avanzado hacia este noble objetivo.
Este es el patrón característico, podemos empezar a ver ya, de las grandes iniciativas de Obama. Se repetía con la sanidad, con la legislación económica, y - parece seguro especular - es probable que se reproduzca en la educación, la energía, el medioambiente y también la política fiscal.
Véase la sanidad. Hace más de un año, Obama expuso una visión de un sistema rediseñado, que asegura a mucha más gente a un precio per cápita significativamente inferior. Fue notablemente parco en el cómo llegar allí y durante muchos meses no estuvo claro que el Congreso fuera a asumir el reto. Al final, se promulgó una ley que aborda precisamente esos objetivos. Pero será de cuatro años como mínimo cuando sus componentes clave estén implantados y pasarán otros cuatro antes de que su mecanismo de financiación sea realmente puesto a prueba.
Véase la economía. Las medidas "de urgencia" diseñadas para hacer frente a la debacle industrial y las crisis inmobiliaria y económica en general que heredó Obama fueron aprobadas rápidamente en 2009. Pero nadie pedía ver sus resultados en ése momento. Durante un mes tras otro, no había señales de que la espiral de decadencia hubiera frenado, y sólo ahora, más de un año después, hay suficientes muestras positivas - en el empleo, la venta y los beneficios - para que muchos economistas estén dispuestos a hablar de recuperación.
Es muy probable que siempre que el Congreso responda a los demás desafíos que Obama le ha lanzado - reestructurar la regulación financiera, racionar la energía y la educación y las políticas medioambientales, y disminuir el crecimiento ruinoso del gasto en programas sociales -- el patrón sea el mismo: medidas sucesivas que conducen a probables avances futuros.
Para una nación cuya cultura ha dado lugar a una mentalidad que exige gratificación instantánea, esta política de satisfacción diferida no es algo fácil de aprender. En su carrera política, Obama ha sido la encarnación perfecta de una generación impaciente. Atravesó sus años en Springfield hasta hacerse con un escaño en el Senado por Illinois, y rápidamente se volvió impaciente en sus formas y puso rumbo a la presidencia.
Pero en alguna parte, ha aprendido las virtudes de la paciencia a la hora de gobernar.
Creo que es agradable tener un presidente cuya visión va más allá de la duración de su propio mandato, aunque entraña el riesgo político de poder ser apartado por los electores antes de cumplirse cualquiera de sus esperanzas. Si los elevados niveles de frustración entre la opinión pública en la actualidad alimentan un retorno Republicano mucho más allá de las pérdidas usuales en las legislativas para el partido del presidente, es posible que el año que viene vea un esfuerzo serio por derogar la ley sanitaria y rechazar sus iniciativas también en el terreno Internacional.
No creo que esto sea probable. Pero un presidente que no está movido por la compulsión de lograr la satisfacción inmediata para sus electores también debe cultivar la paciencia adulta en ellos. Mi apuesta sería que Obama tiene esa capacidad.