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Koando

Rafael Pérez Ortolá
Rafael Pérez Ortolá
domingo, 21 de febrero de 2010, 09:05 h (CET)
Nos acomodamos en exceso a las respuestas sencillas, unas acertadas y otras poco fundamentadas o falsas en su totalidad. Algo nos conduce a esa pereza mental que conviene espantar de vez en cuando. Es en esa espantada, en el estímulo que supone, donde se sitúa el interés del concepto y práctica del KOAN. Se considera como tal a la pregunta provocativa, aquella sin una respuesta correcta preestablecida. Nos plantea una PERPLEJIDAD inicial, porque no vislumbramos una respuesta concreta para ella. Se cita en todas partes la pregunta sobre lo que hayamos percibido al escuchar el sonido brusco al chocar las dos manos. Como digo, uno se queda callado, ¿Qué contesto? Unos divagarán sobre el tipo de ruido, chasquido, brevedad del ruido, agudo o grave. El choque de fuerzas, o las características de la piel de las manos, ocupará a otros. Se incita a un cortejo de estímulos y sensaciones; cada interpelado establecerá las propias.

En ciertas ocasiones, las manifestaciones artísticas recrean algunas brusquedades de carácter estimulante, equiparables al sentido del Koan; sobre todo en momentos culminantes. El contrapunto musical en una melodía, un toque que despierta la atención. El arte abstracto es rico en cambios inexplicados de formas y colores. Joan Miró nos mueve los coloridos de un extremo a otro, figuras que no parecen y lo son, o simples brochazos en busca de sentido. Aunque Antonio Tápies se expresa con múltiples signos y líneas interrumpidas, con mayor riqueza simbólica; a la vez, nos deja sin habla. Constituyen parones o DESPLANTES que consiguen interrogarnos, sin darnos una respuesta única, más bien no dan ninguna; invitan intencionadamente a que nos mojemos con nuestra interpretación, nos revitalizan y remueven de aquellas pausas perezosas que comentaba. El campo de los buenos provocadores no se extingue, permanece en una oferta abierta, al alcance de las inquietudes y saberes.

Enfoques así, como chispazos reveladores, se viven a diario, les hagamos caso o no. Si apagamos de repente el TELEVISOR, ¿Con qué sensación nos quedamos? La abundancia de interpretaciones y vivencias roza el infinito, se relacionará con los programas previos en pantalla, de si hablaba el Zapatero sin crisis o con crisis, o si todavía resuenan los ecos de vociferantes emocionales. Como es natural, de la parte de los espectadores, será un condicionante su situación personal, formación, satisfacción laboral, inquietudes o agotamiento. ¿Con que reacción saltaremos? Variopinta sin duda, con muchas dificultades para catalogarla, por la gran cantidad de circunstancias confluyentes. Eso sí, con capacidad estimulante a tope.

En vídeo o en directo, las experiencias presentan similitudes, basta con quitarle el sonido y dejar la imagen del presidente Zapatero en pleno discurso, se trate de alianzas inconsolables o del papel de los sindicatos; sin ese SONIDO, ¿Esclarecedor? ¿Interpretaremos con precisión su mensaje? Como ven no se trata de pruebas complejas, un simple mando a distancia nos coloca en la tesitura estimulante o deprimente. Por mucho que los pepiños y demás adláteres se empeñen en la definición de lo políticamente correcto; no nos engañemos, esa idea no está fundamentada, es una mera patraña. Sería interesante la constatación de cómo hayamos conocido mejor la realidad, con o sin los altavoces. Únicamente es preciso un requisito, la participación activa en la prueba; si la pasividad es abrumadora no habrá vivencia reveladora.

Podemos investigar por otros rumbos. Aún hay gente menuda que lee cuentos, no todo van a ser consolas; ya saben, en los cuentos habitan las hadas y los monstruos. Me quedo con el segundo término, ¡MONSTRUOS! ¿Les dice algo la palabreja? ¿Significa algo? Los habrá o quizá no, pero ¿Cómo serán sus características? ¿A partir de esa palabra se sienten alarmados? Si miramos la crónica de imbecilidades y sucesos, no se si hay más monstruosidades en aquellos personajes de historietas o en las trágicas aventuras sociales recientes. Nos topamos de nuevo con el estímulo, en este caso representado por el concepto de monstruo. La deformidad, los abusos, las degeneraciones, el alarde de sus fechorías; cada quién verá hacia donde dirige sus convicciones. ¿Los asesinos de Marta del Castillo, lo son? ¿Quiénes promovieron y manejaron los entresijos económicos de la desastrosa campaña de la gripe A, lo son? Es posible que sólo creamos en los cuentos infantiles.

Veamos la experiencia por otro de los sectores. Una palabra de sopetón; JUSTICIA. ¿Se sienten interpelados? ¿Qué ideas nos surgen al escucharla? La gama de percepciones es amplia, se piensa de muchas maneras, dará cabida a las actitudes más encontradas. Ni nos inmuta, nos aflige, no sabe no contesta; la representación de lo justo y como se administre, admite todos los reflejos, como el arco iris. Quizá domine el concepto utópico, porque las pulsiones asociadas, los planteamientos de cada grupo social, de los más variados e insospechados puntos cardinales, no ayudan para su clarificación. Sin embargo, se necesita su presencia ante los avatares concretos. Eso hablando de planteamientos concienzudos. Si ya introducimos contubernios políticos mezclados o actuaciones malversadoras de los administradores de dicha justicia; tendremos complicaciones hasta para una mínima reflexión.

Dicen que en el comienzo están las sensaciones, uno las percibe, se emociona o no, siente determinados movimientos internos, para culminar con el pensamiento y la razón. Dicen, sí, pero es una dirección que no tengo clara; koando, koando, las preguntas nos hacen dudar. A estas alturas, todos han visto imágenes de FETOS aniquilados por un aborto. Puestos delante de uno de ellos, ¿Cómo reciben las distintas personas esa realidad desgraciada? A la vista está que hay de todo. Dejan mucho que desear los desafiantes mensajes de quienes pasan de reflexiones y se sienten dueños del mundo. Indiferencias o tristeza, prepotencia o frivolidad. ¿Recuerdan las manifestaciones de la ministra? Son pinceladas sobre algunas respuestas.

Las grandes construcciones respondieron a necesidades o simbolismos –Castillos, catedrales, museos-. ¿Qué pasa si se desvanecen las motivaciones fundacionales? Quizá pudiéramos pensar que su mantenimiento sostiene la idea inicial. No sé, no sé, que pensará cada persona sobre las grandes obras de reconstrucción, por ejemplo, de catedrales…cuando las razones fundamentales giran en torno al TURISMO. Estamos ante otro interrogante explosivo. ¿Intereses? ¿Dónde quedó el ambiente religioso justificativo? Estimulante pregunta para un abanico creciente de respuestas.

El tono provocativo de las atenciones en torno a lo que sucede, no deja pudrirse a las mejores cualidades, las revitalizan en cada paso ejercido con sinceridad; con respecto a los sucesos y actitudes de mala factura, las desenmascara, sus motivaciones nos interpelan. El KOAN funciona de esta guisa. Miguel Ángel Ramos escribía sobre una segunda versión o aplicación del koan; también sirve de transmisión y comunicación de inquietudes bien intencionadas. Por lo tanto, “koando”, quizá sea un buen neologismo, sin nada que envidiar a tantos otros sin fundamento.

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No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

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