| ||||||||||||||||||||||
| ||||||||||||||||||||||
En nuestro Parlamento estamos viendo que los diputados no se llevan precisamente bien. Las sesiones de investidura del jefe del gobierno han mostrado sus discrepancias, odios, diferencias y enemistades y en el salón de sesiones hemos visto de todo.
Pero es seguro que poca gente se habrá enterado de que en el parlamento europeo, nuestros eurodiputados votaron favorable y unánimemente el informe presentado por Sophie in 't Veld, Vicepresidenta del Grupo ALDE, formado por liberales y demócratas, que resultó aprobado por 405 votos a favor, 171 en contra y 39 abstenciones.
Este informe pretende que, desde Bruselas, pueda imponerse a todos los países de la UE una misma política respecto a determinados derechos que estima fundamentales, lo cual implica una merma de la soberanía nacional, nada acorde con el principio de subsidiariedad del art. 51 de la carta de Derechos Fundamentales, ni con el principio de unanimidad exigido por los tratados constituyentes de la Unión Europea.
¿El objetivo? Sancionar a las personas, partidos y países que no cumplan los estándares democráticos que desde allí se marcan respecto a la ideología de género, derechos del colectivo LGTB, matrimonio homosexual y aborto, cuestiones que han acogido con entusiasmo.
Quieren los promotores de este informe “meter en cintura” a Polonia y Hungría que se oponen a autorizar el matrimonio homosexual o ampliar el aborto, para lo cual necesitan reducir su soberanía y anular el poder de sus propios tribunales.
La aprobación del informe In’t Veld es una mala noticia, aunque está redactado astutamente presentándolo como medio de defender los derechos de todos los europeos al imponer unas leyes homogéneas, aunque el problema es que con ello están forzando la conciencia de las personas y la cultura de los pueblos.
Lo mismo que desde Bruselas se ha logrado el sometimiento de todos a sus reglas económicas, piensan que también podrán someternos a sus “reglas morales” y lo peor es que lo están consiguiendo. De hecho nuestros políticos y los medios de comunicación tratan con profusión de las cuestiones económicas y presupuestarias pero pasan de largo sobre todo lo demás.
Nuestros eurodiputados de todos los colores han asumido sin problema este informe, seguramente para demostrar que a modernos y avanzados no les gana nadie y les trae sin cuidado lo que podamos pensar los españoles a quienes nadie les ha explicado la transcendencia de aceptar esta merma de soberanía y el sometimiento a los tribunales europeos de nuestras normas de convivencia.
La Unión Europea, lo mismo que la ONU, están empeñadas en redefinir nuestros códigos culturales y morales, aunque en esta ofensiva esté naufragando la institución familiar, se separe la sexualidad de la procreación, la natalidad se hunda y terminemoss invadidos por otros pueblos que impondrán otra cultura diferente.
Mientras tanto andaremos felicitándonos por haber conseguido superar la biología por la técnica, cambiar de sexo o eliminar los niños en gestación si nos estorban, al mismo tiempo que fabricamos otros por encargo en vientres de alquiler, o en probetas como imaginó Huxley en su mundo feliz.
En mi opinión todo esto es más importante que las exigencias presupuestarias de Bruselas pero me temo que nadie hará el menor caso y nuestros eurodiputados seguirán aprobando unánimes lo que les presenten en Bruselas envuelto en modernidad y se invoquen los “nuevos derechos humanos”.
Pienso, y esto no deja de ser una opinión exclusivamente personal, que la literatura debe estar escrita siempre desde el foco de la ilusión y la esperanza. Son los esenciales avituallamientos para la creatividad. No digo ya que las novelas deban tener un matiz rosa y de amores platónicos que nos alejan de la realidad. Porque ante todo hay que tener presente el punto de unión entre la ficción y la realidad.
Estoy arrepintiéndome de votar, arrepintiéndome de leer páginas de opinión política en la prensa, arrepintiéndome de acudir a manifestaciones manipuladas, arrepintiéndome de ver noticiarios de televisión y, mucho más, tertulias generalistas con tertulianos mediocres.
El padre de la Constitución argentina, Juan Bautista Alberdi, en su obra "El Crimen de la Guerra"(1870), afirma: "No puede haber guerra justa, porque no hay guerra juiciosa. La guerra es la pérdida temporal del juicio". Asimismo, añade que "las guerras serán mas raras a medida que la responsabilidad por sus efectos se hagan sentir en todos los que las promueven y las invitan".
|