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Fernando Lugo, Alfredo Jaeggli y Aldo Zucolillo

Luis Agüero Wagner
Redacción
martes, 29 de diciembre de 2009, 08:59 h (CET)
Dicen que un traidor es alguien que abandona nuestro partido para afiliarse a otro, y un convertido quien abandona el suyo para afiliarse al nuestro. En el caso de Jaeggli y Aldo Zucolillo, aliados fundamentales del luguismo para el evento del 20 de abril, se cumple el dicho a rajatabla. Fernando Lugo se empeñó durante su proselitismo en traicionar a la izquierda, que decía representar, aunque su traición pasó desapercibida porque, como bien sabemos, cuando la traición triunfa ya nadie la llama traición.

Se atribuye a Rousseau haber advertido que los temores, las sospechas, la frialdad, la reserva, el odio, la traición, se esconden frecuentemente bajo el velo uniforme y pérfido de la cortesía. El idilio entre el clérigo-presidente y el empresariado paraguayo de derechas que inspiró y dio soporte a su promoción polìtico es un buen ejemplo de ello.

La campaña proselitista del obispo con hijos Fernando Lugo para llegar a la presidencia fue un eco fiel de la línea editorial del diario ABC color, dirigido por el fuerte empresario Aldo Zucolillo, quien ademàs de ser un heredero privilegiado multiplicó su fortuna al amparo de la dictadura anticomunista de Alfredo Stroessner.

La reivindicación de la “soberanía energética”, la “libertad de prensa”, la “lucha contra la corrupción”, y varios otros eslóganes que por varias décadas fueron la constante en las páginas del periódico que ofició de vocero de la campaña luguista, fueron asimilados como puntos capitales por el cura Lugo. Las fotografìas del apasionado abrazo entre Lugo y Zucolillo, que lo dicen todo, pueden apreciarse en:

http://ataquedigital17.blogspot.com/2009/12/fernando-lugo-alfredo-jaeggli-y-aldo.html

Zucolillo, a pesar de sus devaneos pasajeros, nunca fue santo de la devociòn de ningún mandón de turno, sobre todo porque fiel a la estrategia màs eficaz para vender un diario, siempre llenó las páginas del suyo con virulentas crìticas al gobierno.

Hoy los seguidores de Lugo han organizado una virulenta y desagradecida campaña contra el diario que los catapultó al poder y la gloria. “Hemos pasado violentamente de parecer el diario “ídolo” de la campaña luguista a ser el diario de la mentira; el cambio ha sido tan drástico que durante el proceso electoral llegamos a parecer sus voceros y hasta sus compañeros del puesto de comando y hoy día somos los apátridas: el único cáncer que tiene el cambio, y el Paraguay” afirma en su columna la periodista Mabel Rehnfeldt.

Insulta a la inteligencia ver el camino que han escogido: una pasada por Facebook y Orkut permite ver hasta con fotografías cómo organizan la campaña, una que sin dinero sería impensable. Una sobre la que hoy tengo mis serias sospechas y que apuntan directamente al Palacio de López, desde donde no solo parecen tener la simpatía sino además complicidad, añade.

Uno de los polìticos-empresarios que con màs fuerza apostó a Fernando Lugo fue el senador liberal Alfredo Jaeggli, un verborràgico importador de perfumes que se dio la gran vida en tiempos del dictador Alfredo Stroessner, para a su relevo aparecer en la polìtica como un prócer de la democracia.

Rico heredero y bon vivant, Jaeggli fue uno de los principales defensores de Lugo cuando la derecha maccartista –sin muchos fundamentos, en realidad- lo sindicaba como un peligroso marxista y lo acusaba –en lo que sí resultò ser cierto- de encontrarse involucrado en homicidios y secuestros.

Alfredo Jaeggli no tenía nada de izquierdista, pero era un pundonoroso tribuno para los seguidores del obispo mientras su dinero y sus esfuerzos acompañaban la campaña proselitista del fraudulento referente moral.

Durante ese tiempo de “acumulación de fuerzas” el ladino cura con hijos actuò de acuerdo a la màxima de Víctor Hugo, quien afirmaba que un traidor no es otra cosa que un déspota en apuros, que al no poder hacer su voluntad, se resigna a desempeñar un papel secundario. A ello se puede agregar, para una mejor definición, la observación de La Rachefoucauld, quien afirmó que las traiciones más frecuentes obedecen a la debilidad más que a un deliberado propósito de traicionar.

Hoy afiches insultantes contra Jaeggli, elaborados por los seguidores del cura Lugo, atiborran las calles de Asunción.

¿A cuántos insultaron y agredieron los luguistas empedernidos por defender esta alianza con saliva, sin importar de quien viniese la advertencia?

Hoy aplican la misma táctica contra sus antiguos aliados, sin temor de quedarse cada vez más solos, confiados tal vez en alinear a través del prebendarismo y el clientelismo al lumpenaje y el funcionariado público. Agresivos, parecen ser una multitud porque están listos para responder a cuanto ciudadano se dé una pasada por el diario y escriba un comentario cuestionando al gobierno actual, dice la periodista citada màs arriba.

Dice un aforismo popular que la verdad, es el alma de los honestos, la mentira, la de los cobardes, la traición la de los miserables. Las tres pueden ser consideradas un sello inconfundible de Fernando Lugo y su séquito.

En cuanto a los ex aliados a quienes hoy desaira, sólo puede reflexionarse que cada quien sufre en la vida la traición que se merece, no cabe duda.

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Y digo que es una vergüenza por no decir algo más fuerte y ofensivo para los malditos racistas que están llenando las calles de este precioso y próspero pueblo murciano del odio y la violencia de la que son maestros. Me he decidido a efectuar este comentario a la vista de que los altercados no cesan y las fuerzas de orden público, al menos hasta el domingo pasado, estaban actuando con manos de algodón.

El primer ministro francés, François Bayrou, acaba de anunciar un recorte de 44.000 millones de euros en el Presupuesto de 2025 que presentará el próximo mes de octubre. El recorte afectará al gasto en educación, sanidad, pensiones y ayudas sociales y a la creación de empleo público, aunque no al gasto militar pues. Prácticamente al mismo tiempo, se ha anunciado que este aumentará en 6.000 millones de euros en los próximos dos años.

Es cierto que “el lenguaje está vivo”, que responde al uso que la generalidad hace de él, modelándolo, puliéndolo y “dejando en la cuneta” los términos obsoletos o tan recargados que no cumplen la función necesaria de ayudar a comunicarnos entre nosotros. Pero “una cosa es modernizar la lengua y otra reducir sus posibilidades”.

 
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