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Francisco Arias Solís

Pieles que hielan el corazón

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Para hacer un abrigo de visón natural se necesitan entre treinta y setenta de estos animales y para uno de marta unos sesenta. Aunque la mayor parte proviene de criaderos, con estas granjas no se ha eliminado la captura de especies silvestres lo que está originando que muchas de ellas estén en peligro de extinción.

Muy lejos ya los tiempos en los que llevar pieles de animales era una cuestión de supervivencia, estas prendas han pasado a ser en nuestros días un mero artículo de lujo. Un lujo que, sin embargo, además de suponer la muerte de millones de animales, implica también la desaparición de determinadas especies. Una buena opción, por tanto, es sustituir las pieles naturales. Las pieles sintéticas abrigan lo mismo, lo que se supone que es la función principal de un abrigo de este tipo. Pero además pesan menos que las pieles naturales y cuestan mucho menos. Si bien para la fabricación de las imitaciones se utilizan derivados de recursos no renovables como el petróleo, lo que para sus detractores las convierten en poco ecológicas.

Según los datos facilitados por la Asociación Nacional para la Defensa de Animales (ANDA), para hacer un solo abrigo han de matarse entre treinta y doscientas chinchillas, de diez a dieciséis nutrias o, entre otros animales, cerca de diez focas. Esto supone que cada año se matan sesenta millones de animales, de los que cuarenta millones proceden de granjas y los veinte restantes son animales silvestres capturados con trampas. Además, otros setenta millones de animales no útiles para la peletería caen accidentalmente en las trampas.

Las granjas –cuyos orígenes se remontan hacia 1920 y que en España se localizan fundamentalmente en las zonas más frías- no son la solución al problema. Por un lado, los animales que se escapan de las granjas se establecen en lugares que desplazan o dañan a nuestra propia fauna y desde 1979 se han producido fugas que han asentado visones americanos en el Sistema Central, Galicia, Aragón y Cataluña.

Por otro lado, hay que señalar también que en una granja se necesitan más de tres toneladas de comida para alimentar los visones necesarios para hacer un abrigo o una tonelada para los de zorro. Si estas cantidades se multiplican por todos los animales que hay en las granjas para sólo utilizar su piel, se comprende por qué los bancos de arenques de los países del norte se están agotando. Más de la mitad de los arenques que se capturan en estos países se utilizan para estas granjas.

Pero sobre todo las granjas no han hecho desaparecer la captura de animales silvestres, ya que casi un treinta por ciento de los animales que se utilizan para peletería son silvestres. Especies como el visón de mar o el zorro de Las Malvinas se han extinguido ya como consecuencia de estas prácticas, con el consiguiente desastre ecológico que ello supone, y otras como la nutria de mar, el lince o el ocelote están en grave peligro.

Las campañas de las asociaciones ecologistas han conseguido que en muchos países europeos se haya producido un descenso en la demanda de pieles. Y, además, que unos conocidos almacenes británicos hayan renunciado a todas sus concesiones de peletería.

En España no ha habido presiones muy duras, pero se está logrando la concienciación de los ciudadanos. No obstante, España sigue siendo el país europeo con mayor proporción de abrigos de pieles, seguido de Francia e Italia, mientras que en Austria, Holanda y Gran Bretaña ya casi no se demandan.

Es significativo que sean precisamente los países más cálidos de Europa donde se adquieren en mayor medida los abrigos de pieles, lo que evidencia que su función no es más que un signo de lujo, un lujo totalmente innecesario, que nos deja helado el corazón. Y como dijo el poeta: “Cuanto más pienso en las cosas, / mucho menos las comprendo; / por eso cuando te miro / te estoy viendo y no lo creo”.

Pieles que hielan el corazón

Francisco Arias Solís
Redacción
domingo, 27 de diciembre de 2009, 14:14 h (CET)
Para hacer un abrigo de visón natural se necesitan entre treinta y setenta de estos animales y para uno de marta unos sesenta. Aunque la mayor parte proviene de criaderos, con estas granjas no se ha eliminado la captura de especies silvestres lo que está originando que muchas de ellas estén en peligro de extinción.

Muy lejos ya los tiempos en los que llevar pieles de animales era una cuestión de supervivencia, estas prendas han pasado a ser en nuestros días un mero artículo de lujo. Un lujo que, sin embargo, además de suponer la muerte de millones de animales, implica también la desaparición de determinadas especies. Una buena opción, por tanto, es sustituir las pieles naturales. Las pieles sintéticas abrigan lo mismo, lo que se supone que es la función principal de un abrigo de este tipo. Pero además pesan menos que las pieles naturales y cuestan mucho menos. Si bien para la fabricación de las imitaciones se utilizan derivados de recursos no renovables como el petróleo, lo que para sus detractores las convierten en poco ecológicas.

Según los datos facilitados por la Asociación Nacional para la Defensa de Animales (ANDA), para hacer un solo abrigo han de matarse entre treinta y doscientas chinchillas, de diez a dieciséis nutrias o, entre otros animales, cerca de diez focas. Esto supone que cada año se matan sesenta millones de animales, de los que cuarenta millones proceden de granjas y los veinte restantes son animales silvestres capturados con trampas. Además, otros setenta millones de animales no útiles para la peletería caen accidentalmente en las trampas.

Las granjas –cuyos orígenes se remontan hacia 1920 y que en España se localizan fundamentalmente en las zonas más frías- no son la solución al problema. Por un lado, los animales que se escapan de las granjas se establecen en lugares que desplazan o dañan a nuestra propia fauna y desde 1979 se han producido fugas que han asentado visones americanos en el Sistema Central, Galicia, Aragón y Cataluña.

Por otro lado, hay que señalar también que en una granja se necesitan más de tres toneladas de comida para alimentar los visones necesarios para hacer un abrigo o una tonelada para los de zorro. Si estas cantidades se multiplican por todos los animales que hay en las granjas para sólo utilizar su piel, se comprende por qué los bancos de arenques de los países del norte se están agotando. Más de la mitad de los arenques que se capturan en estos países se utilizan para estas granjas.

Pero sobre todo las granjas no han hecho desaparecer la captura de animales silvestres, ya que casi un treinta por ciento de los animales que se utilizan para peletería son silvestres. Especies como el visón de mar o el zorro de Las Malvinas se han extinguido ya como consecuencia de estas prácticas, con el consiguiente desastre ecológico que ello supone, y otras como la nutria de mar, el lince o el ocelote están en grave peligro.

Las campañas de las asociaciones ecologistas han conseguido que en muchos países europeos se haya producido un descenso en la demanda de pieles. Y, además, que unos conocidos almacenes británicos hayan renunciado a todas sus concesiones de peletería.

En España no ha habido presiones muy duras, pero se está logrando la concienciación de los ciudadanos. No obstante, España sigue siendo el país europeo con mayor proporción de abrigos de pieles, seguido de Francia e Italia, mientras que en Austria, Holanda y Gran Bretaña ya casi no se demandan.

Es significativo que sean precisamente los países más cálidos de Europa donde se adquieren en mayor medida los abrigos de pieles, lo que evidencia que su función no es más que un signo de lujo, un lujo totalmente innecesario, que nos deja helado el corazón. Y como dijo el poeta: “Cuanto más pienso en las cosas, / mucho menos las comprendo; / por eso cuando te miro / te estoy viendo y no lo creo”.

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