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A vueltas con la cruz y Estrasburgo

Santiago Arellano Hernández
Redacción
jueves, 10 de diciembre de 2009, 09:12 h (CET)
No cabe rasgarse las vestiduras ante la sentencia dada sobre el crucifijo en uno de los tribunales de Estrasburgo. Quienes rechazaron la referencia explÌcita de la expresión ìHumanismo Cristiano en el borrador del proyecto de Constitución Europea, aprovecharon toda ocasión para que cualquier referencia a Jesús de Nazaret incluso colgado del patíbulo de la cruz y muerto, sea borrada. Anda que si el sÌmbolo elegido hubiera sido el de la resurrección, no te digo lo que hubieran argüido. A Cristo no lo quieren ver ni en pintura, ni vivo ni muerto. Contienda es y recia la que se está dando. Viene de lejos y durará en el empeño sin importarles las consecuencias. Debemos resaltar que la sentencia se apoya en una legislación italiana que ha quedado anticuada y que no supone que ni España ni otras naciones de la Unión Europea se vean incluidas en la sentencia.

Hoy le toca a la Cruz. No es de extrañar que la despojen de su presencia pública quienes han abandonado la fe cristiana. Se les llena la boca con lo de Estado aconfesional y parecen exigirnos que si habló Blas, punto redondo, chitón, y ya se sabe, al buen callar llaman Sancho.

Pues no. Hay que hablar y decir las cosas por su nombre. Si el Estado es aconfesional debemos entender lo que al pie de la letra se enuncia. Ya sabemos que el Estado es aconfesional, que no tiene confesión propia. Pero eso no implica que la sociedad sea aconfesional. La sociedad española sigue confesándose mayoritariamente católica. Algo tendrÌa que suponer en una organización democrática y en su representación polÌtica. Por desgracia en las cuestiones religiosas y educativas la voz del Estado está por encima del derecho de cada persona y del derecho de la sociedad.

En España y en Europa, en general, la presencia pública de la Cruz caló tanto a lo largo de los siglos que su presencia o desaparición no puede reducirse a cuestión de mayorías o minorías oscilantes como las modas y los tiempos o a voluntad polÌtica de los Estados. No hay encrucijada que no levante una cruz por los viejos caminos de Europa ni que señale la iglesia del lugar o sus calvarios.

No provienen las guerras de las contiendas religiosas. Recuérdense las guerras desde la paz de Wesfalia y verán cómo las ambiciones de los Estados y la ampliación de las soberanÌas, a pesar de la proclamación de los bienintencionados equilibrios entre las naciones, sirvieron de poco. Que se lo pregunten a Polonia. ¿Y las terribles guerras europeas del XIX? Ni Napoleón, Ni Bismark, ni las guerras de expansión colonial fueron religiosas. En todo caso la religión amparó el anhelo de libertad en sus heroicas resistencias contra los tiranos, como en nuestra guerra de la Independencia de 1808, Las guerras coloniales del siglo XX, son religiosas? La primera y segunda guerra mundial lo son también?

Como he expresado en otras ocasiones ¿me quieren decir qué recuerda a jueces y magistrados el reo pendiendo en una cruz, condenado por el proceso más injusto de la tierra? ¿Qué trae a la memoria de un encarcelado un crucifijo? ¿No recuerda a los gobernantes el dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios? O acaso se acusa de injerencia porque también al Estado se le debe dar lo que pertenece a Dios? Cuando cuelga en las habitaciones de un hospital ¿no está diciendo a los que sufren que el dolor y el sufrimiento no es inútil y el "venid a mÌ que yo os aliviaré"? Es que acaso se ofrece como remedio alternativo de la medicina o como placebo? El sufrimiento, el dolor, la adversidad no lo ha inventado el cristianismo, pero los llena de esperanza. Suprimir el crucifijo no elimina el sufrimiento pero lo aboca a la desesperación.

¿Qué valor humano conculca el crucifijo que pende en las paredes de las aulas? ¿Acaso persuade a un ateo a recuperar la fe en Dios ver a Dios en un hombre fracasado hasta la muerte en cruz? !Locura y escándalo para griegos y judÌos! ¿Ofende a los musulmanes que lo consideran un profeta elegido por Alá el único Dios? ¿Ofende recordar que la señal más grande del amor es dar la vida por los amigos? En el acontecer de los días ¿no hemos aprendido que el que sólo vive para sÌ mismo, se pierde; y el que da su vida por los demás la encuentra centuplicada?

Quitemos los ideales de las aulas, que nadie hable de abnegación, entrega, obediencia, constancia, generosidad, respeto, reverencia, deber, responsabilidad, orden, disciplina etc. y sólo se escuchar·, sin tener en cuenta la nostalgia misteriosa del corazón, como única verdad monocorde, el tarareo !dos por dos son cuatro! Si quitamos la cruz, como símbolo de inmensa humanidad, qué esvástica inventarán para que represente al omnipoderoso Estado, sacerdote sagrado y auríspice divino en la ciudad desacralizada? La cruz habla a los alumnos del misterio, de la trascendencia, de la libertad, de la muerte que da vida. Lo expone con su presencia muda, pero ni exige ni impone. Unamuno, en 1931, entró en esta vieja polémica en defensa de los crucifijos. Se preguntó, entonces ¿Colocarán el compás y la escuadra de los masones o la hoz y el martillo de los comunistas? Escribió estas palabras: !"La presencia del Crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento ni aún al de los racionalistas y ateos; y el quitarlo ofende al sentimiento popular hasta el de los que carecen de creencias confesionales. ¿Qué se va a poner donde estaba el tradicional Cristo agonizante? ¿Una hoz y un martillo? ¿Un compás y una escuadra? O ¿qué otro emblema confesional? Porque hay que decirlo claro y de ello tendremos que ocuparnos: la campaña es de origen confesional. Claro que de confesión anticatólica y anticristiana. Porque lo de la neutralidad es una engañifa".

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Hay noticias que rayan el insulto y el desprecio hacia quienes se dirigen. Que son asumidas como una verdad irrefutable y que en ese globo sonda enviado no tiene la menor respuesta indignada de quienes las reciben. El problema, por tanto, no es la noticia en sí, sino la palpable realidad de que han convertido al ciudadano en un tipo pusilánime. En un mendigo de migajas a quien los grandes poderes han decidido convertirle, toda su vida, en un esclavo del trabajo.

La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

 
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