Si quisiéramos resumir lo que ha sido la pretendida oferta de diálogo del Gobierno a los partidos de la oposición y, en especial, al primer partido en cuanto a número de votos conseguidos, el PP, quizá nos debiéramos referir a un comentario sarcástico salido de la pluma del poeta ruso Shevtchenko, refiriéndose a los pueblos del Cáucaso que luchaban contra el imperialismo moscovita: “Nosotros os enseñaremos todo; tan solamente debéis dejaros conducir de la mano. Os enseñaremos a levantar los muros de las prisiones y a forjar cadenas; y también a llevarlas y a trenzar los nudos del knout”. Sin duda estas palabras contienen en sí el pensamiento del señor Rodríguez Zapatero y de su Ejecutivo, respecto a cómo cubrirse las espaldas con la demagogia de la oferta de un falso entendimiento con los otros partidos y la evidente y cruda realidad de lo que pretenden de aquellos con quienes se ofrecen a negociar. No ha habido, en ninguno de los temas que ZP se ha ofrecido negociar con el PP, la más mínima flexibilidad en cuando se ha tratado de limar diferencias, aceptar sugerencias, admitir reformas o retocar redacciones; en todos los casos el señor ZP se ha limitado a pedir a sus interlocutores que aceptasen, sin enmiendas ni alteraciones, los textos que les han sido presentados para que, eso sí, contribuyesen con su asentimiento a la mayor gloria de los que imponían el trágala, el PSOE del señor Rodríguez Zapatero.
Lo cierto es que, desde que el señor ZP accedió al poder y los ministros del PSOE ocuparon los bancos azules en el Parlamento; todo lo que ha sucedido en España, para bien o para mal, ha estado directamente impulsado por el señor Zapatero y sus huestes socialistas. Ellos han sido los que han atado y desatado; cambiando leyes e impulsando actuaciones; adoctrinando a los ciudadanos y diciéndoles cómo han de vivir, pensar, actuar y, si nos apuran, también como han de morir, para lo cual ahí tenemos sus intentos de promover la eutanasia y su empecinada defensa del “aborto”. En todo el tiempo que llevan al frente del Gobierno su primera preocupación ha sido hacer astillas de la oposición de derechas, amordazarla, desprestigiarla y anularla; esto sí, simulando que quienes no se avienen a negociar, pactar o apoyar al Gobierno en sus “esfuerzos para levantar la nación”, son los de derechas los “verdaderos culpables de la penosa situación en la que se encuentra España”. Si el famoso Pacto del Tinell fue el comienzo de la batalla para anular a la oposición del PP, en beneficio de los partidos separatistas y de la izquierda en general; no debemos dejarnos en saco roto el famoso ”talante” del que hizo bandera el actual Presidente apenas supo los resultados, favorables para él, de las elecciones del 4 de marzo del 2004.
En un primer periodo el “talante” ZP se caracterizó por utilizar la piel de cordero para ofrecer diálogo a la oposición; comprometerse a consultar con los otros partidos los cambios que quisiera establecer y a aceptar sugerencias; gobernar para todos y estar abierto a escuchar a las necesidades y quejas todos los ciudadanos, fueren del color político que fueren. Fue algo efímero, fugaz y transitorio, porque, pronto se entró en una fase de congelación de aquel “talante”, en la que se pasó al engaño sistemático, a la descalificación de quienes no comulgaban con sus decisiones, sus actuaciones y nuevas disposiciones legislativas, encaminadas a la demolición de todo lo establecido, al cambio radical de tendencia respecto a las políticas anteriores, no sólo la del señor Aznar, sino también la del propio Felipe González; entrando en una fase de destrucción sistemática de todo cuanto se había construido en los ocho años de gobierno del PP, en los que España llegó a recuperar parte de su pasado esplendor, no sólo en cuanto a su economía, sino también en lo relativo a su prestigio internacional. Sin embargo, el primer mandato del señor ZP no fue más que la preparación, la puesta de cimientos y el ensayo de lo que se nos vendría encima con esta segunda legislatura.
Lo que fue “talante” se convirtió en “dislate” y, todo lo que el PSOE fue sembrando en su primera etapa, todas las promesas demagógicas a los ciudadanos, a los obreros y a los españoles en general; con la aparición de la recesión se han ido esfumando, una a una, siendo sustituidas por una campaña de desinformación, de engaños, de mentiras, de recursos torticeros, de brindis al Sol, de acciones y reacciones, de idas y venidas, de declaraciones, rectificaciones, confrontaciones y desautorizaciones, que están culminando en el absoluto desprestigio del Gobierno y en la general desconfianza de los ciudadanos en los actos y propuestas que proceden de él, como se ha podido comprobar con las críticas que ha recibido de todos los sectores de la sociedad, derechas e izquierdas, la famosa propuesta estrella de ZP, la “ley de sostenibilidad”. La inflexibilidad de Zapatero, a medida que le van cayendo reproches por su presidencialismo, su empecinamiento y su soberbia, que le impide aceptar sugerencias, no sólo de sus colaboradores, oposición o asesores, sino también las advertencias, indicaciones y recomendaciones que se le han venido haciendo desde Bruselas, el FMI o el mismo BCE; especialmente, en un tema tan fundamental como es la reestructuración y puesta al día de nuestro ordenamiento laboral, dotándolo de más flexibilidad y coherencia, imitando al del resto de países europeos.
El gran error de ZP: fiarse de los sindicatos y aceptar, no sólo sus consejos (evidentemente interesados), sus ocurrencias y sus desvaríos económicos, sino que le han obligado a entrar en una política de enfrentamiento con los empresarios que, es posible, el próximo día 12 de diciembre, se materialice en una absurda, impropia y descabellada manifestación, convocada por CC.OO y UGT, en contra de algo tan intangible como es “la crisis”; como si esta lacra fuera un ente con propia personalidad a la que se le pudiera pedir cuentas. Lo niegan pero, en lugar de pedirle cuentas al Gobierno, que fue el que negó la recesión y prometió, en enero del 2009, “pleno empleo para los españoles “ (acabamos el año con 4’5 millones de parados); prefieren enfrentarse a aquellos que producen empleo, los grandes perdedores de esta crisis y quienes han sido los que más perjudicados por la falta de los créditos que prometió el Gobierno, lo que les ha obligado a apechugar con una plantilla, en muchos casos insostenible, que los ha llevado, en muchos casos a la quiebra o concurso de acreedores. ¿Quién les compensará a las cientos de miles de empresas de todos lo tamaños y a los autónomos, de la equivocada política de ayudas emprendida por los socialistas de ZP? Por si su desgracia no fuera bastante, ahora deberán soportar que, unos sindicatos debidamente subvencionados por el Estado, sin paro alguno entre sus funcionarios ni dirigentes; con 300.000 liberados que no dan golpe y viven a costa de nuestros impuestos; con un patrimonio inmenso, que no han utilizado para ayudas a los parados, crear comedores sociales, establecer centros de acogida a indigentes etc.; se ceben en ellos como si hubieran sido los culpables de la recesión. No obstante, insisten en continuar haciéndose ricos, engañando a sus afiliados y cargándoles las culpas a aquellos que han arriesgado su dinero en una empresa y que ahora se ven abandonados por el Gobierno y perseguidos por los chupópteros que le hacen el caldo gordo al señor ZP. Los empresarios, los chivos expiatorios deberán asumir las culpas que corresponden a los verdaderos responsables del desastre que padecemos: las entidades financieras, que siguen ganando dinero y han sido las verdaderas beneficiarias de la política de ayudas del Gobierno de ZP. España, señores, no se merece la cruz de este Gobierno.
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