Aquel cara a cara de diciembre de 2015 entre Rajoy y Sánchez fue quizás el
comienzo de un desencuentro que persiste, agravando la situación de España.
El Sr. Sánchez en un alarde de falta de educación, espetó al Sr. Rajoy la
acusación de indecente, rompiendo cualquier posible puente entre ambos.
Para el Sr. Sánchez la corrupción existente en el Partido Popular convierte en
indecente al Sr. Rajoy sin apelación posible, aunque nadie haya probado hasta
el momento que la corrupción la haya favorecido personalmente sino más bien
todo lo contrario y lo mismo puede decirse de los dirigentes del partido
socialista.
La corrupción es una lacra de nuestro sistema democrático que afecta por igual
a todos los partidos que han gobernado España, pues todos tienen en sus filas
gente sin escrúpulos que se aprovecha de sus cargos para aumentar su
riqueza o repartir cargos y favores entre sus parientes y allegados y aunque los
corruptos no sean en ningún caso la mayoría de sus militantes, es lo más
aireado por los medios de comunicación..
Las ocasiones de corrupción hay que buscarlas en la pluralidad de
administraciones y el intrincado bosque de nuestras leyes nacionales,
autonómicas y municipales, donde cualquier pícaro hace de las suyas actuando
de “conseguidor” y pidiendo para el partido, aunque luego el dinero termine en
su bolsillo o en su cuenta suiza. No es necesario poner ejemplos. La picaresca
de los españoles tiene siglos de tradición.
En cuanto a los partidos emergentes tampoco están libres de sospecha
respecto a la existencia de pícaros y aprovechados. Los populistas han recibido
oscuras financiaciones para su partido y el de Ciudadanos, estamos a la
espera de conocer sus fuentes de financiación que han hecho posible pasar de
un ámbito autonómico al nacional, con sospechosa rapidez
Hay que señalar que el partido UPyD, que fundara Rosa Díaz, no ha podido
presentarse a las últimas elecciones por falta de dinero, según confesión de
sus dirigentes. Tampoco Santiago Abascal ha podido fletar su partido VOX, sin
duda por la misma razón.
En un artículo anterior me preguntaba si seriamos capaces de superar la
situación y la duda sigue en el aire. No quiero creer seamos incapaces de
dialogar y llegar a acuerdos, aunque si le damos un repaso a nuestra historia
encontraremos un siglo XIX lleno de desencuentros, una restauración que
funcionó aceptablemente bien mientras dialogaron Cánovas y Sagasta.
La segunda república, que tantas esperanzas suscitó, terminó en una guerra
civil en la que el diálogo fue imposible. La CEDA ganó las elecciones del 34 y
no la dejaron gobernar, pero el diálogo entre los republicanos no funcionó
tampoco y se hicieron la vida imposible unos a otros hasta terminar en el exilio,
donde siguieron peleándose.
La transición del 78 pareció que iba a enterrar para siempre nuestras
cerrazones y diferencias, aunque se coló en la Constitución el desgraciado
Título VIII, que nuestros constituyentes pensaron beatíficamente que resolvería
las tensiones independentistas, pero estimuló por el contrario su insaciable
apetito.
Después la imprudencia de otro gobernante, su ley de Memoria Histórica y la
oferta a Maragall de aprobar el Estatuto de Autonomía Catalán que le enviara,
entre otros desafueros.
La incapacidad del Partido Popular para desactivar la etapa de Zapatero, no
obstante su mayoría absoluta, le ha llevado a perder parte de los apoyos,
dejándolo con una mayoría insuficiente para formar gobierno. España vuelve a
estar en horas bajas en las que puede pasar cualquier cosa.