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Etiquetas | Sahara | MARRUECOS
El predicamento político de Marruecos en la escena internacional terminará por avalar sus derechos históricos sobre el Sahara

La historia, la realidad geopolítica y el Sahara Occidental

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El pronunciamiento del Reino de Marruecos manifestando su voluntad de volver a la Unión Africana ha causado revuelo en las últimas semanas, y desesperación en los grupos que se abocaron a prolongar el anacrónico conflicto del Sahara. Un conglomerado variopinto de ONG y un extravagante aparato de propaganda política adicto al Polisario se han visto sorprendidos en este sentido por un giro inesperado, dado que más de treinta países de Africa han manifestado su deseo de expulsar a la fantasmática RASD del organismo regional, para que Marruecos sea reincorporado.

El Rey Mohamed VI de Marruecos, por su parte, ha manifestado que Marruecos no renuncia a sus derechos sobre el Sahara Occidental al reintegrar la Unión Africana, en clara alusión a que espera que prime la cordura y el organismo decida entre su Reino y una entidad ficticia carente de los atributos más básicos de soberanía, en este caso la RASD.

En el mismo sentido de lo señalado por el Rey de Marruecos, afirmaba un famoso historiador que una nación no es una entelequia suspendida fuera del tiempo, sino un árbol con raíces que se hunden en el pasado y un follaje que brota para arriba. La metáfora ayuda a comprender por qué la falta de raigambre histórica produce un complejo de inferioridad en algunos estados como el de Argelia, al que muchos franceses versados en historia del África consideran una simple invención del general De Gaulle. En contrapartida, Marruecos es un antiguo estado nación. Como referencia basta señalar que cuando Hugo Capeto era rey de Francia en el año 987, la monarquía marroquí ya tenía casi dos siglos de antigüedad. Este estratégico país del norte del Africa tuvo la mala fortuna de ser ampliamente amputado durante el período colonial, al este y el sur. Responsable de esta amputación fue en gran medida Francia, que le cercenó un gran territorio al este cuando creó Argelia, empujando al oeste las fronteras de Marruecos. Al sur Marruecos también sufrió una amplia amputación a manos de España, dando origen a una entidad que hoy muchos llaman Sáhara Occidental. En realidad, esta determinación de los españoles estaba cortando el eje que enlazaba del norte al sur al corazón de Marruecos con el valle del río Senegal y hasta con el bucle del río Níger.

Las raíces de varias dinastías de reyes marroquíes fueron así cortadas por esta ocupación española, que estableció en conjunto con la ocupación francesa unas fronteras artificiales, inventadas por los conquistadores europeos. La disputa con Argelia estaba cantada, dado que este país se había adjudicado el este de Marruecos hasta la región de Colomb Beshar (Béchar), que siempre había estado en territorio marroquí, al igual que Tinduf. Marruecos logró recuperar, sin embargo, la región sur de su territorio –el “Sahara Occidental”- que en medio de dudas, España buscaba independizar para conservar su influencia en África, desde siempre ligada a sentimientos nacionalistas del ejército español. Fue entonces que el rey Hasan II de Marruecos se dirigió a la Corte Internacional de Justicia, en respuesta a la pretensión española de crear una ficticia entidad llamada Sáhara Occidental, para inventar al sur de Marruecos un estado tan artificial como Argelia, creada por Francia. Para sobrevivir, el estado “saharaui” tendría que contar con apoyo de Madrid, y se convertiría en un estado frágil, inestable y totalmente dependiente de España. La posta intervencionista sería tomada por Argelia, que siempre padeció un complejo de inferioridad con respecto a Marruecos, sobre todo por su carencia de raigambre histórica para justificar su propia existencia como estado-nación. Aunque Túnez y Marruecos siempre existieron, cuando Francia llegó a lo que hoy es Argelia este país era una dependencia turca, totalmente disociada, y no existía un estado argelino aunque hubiera un reino de Tremecén y existieran otras entidades.

Para entender porqué Argelia no deseaba que Marruecos recupere el Sáhara Occidental, basta mirar a lo que hoy es el mapa político de África. Argelia es un país confinado al litoral mediterráneo, con un enorme apéndice creado con lápiz por De Gaulle, que penetra en el Sáhara hasta las proximidades del litoral Atlántico. Y aunque Marruecos no posea las riquezas que Francia descubrió en Argelia, posee una envidiable fachada atlántica. Tras recuperar el Sáhara Occidental, Marruecos quedó con miles de kilómetros de costas sobre ambos mares, en tanto Argelia está atrapada en el litoral del mar Mediterráneo, que en la práctica es lo mismo que un lago. Basta taponar el estrecho de Gibraltar para aislar completamente a los países de su litoral. Por esta razón Argelia apoyaba la creación de una entidad “saharaui” que le permitiría una desembocadura atlántica relativamente fácil, en tanto España conservaría la influencia en África tan sensible a su más radical nacionalismo. De cualquier manera, la reivindicación marroquí sobre el Sáhara es absolutamente incontestable. Nada más y nada menos que cinco dinastías reales marroquíes emergieron de lo que hoy se llama Sáhara Occidental, el gran sur saharaui. La primera de estas dinastías, por citar una, era la almorávide, que se extendía desde el valle del Senegal hasta el centro de España construyendo el imperio de las dos riberas, que era un imperio marroquí. También existían realidades políticas y económicas, como las que hoy inclinan la balanza a favor de Marruecos en la Unión Africana. Todo el valle del río Senegal y el valle del río Níger estaban orientados y pendientes de Marruecos. En el siglo XVI, incluso Tombuctú era una ciudad marroquí, y el rezo en esa ciudad se proclamaba en nombre del sultán de Marruecos. El mismo Pasha con jurisdicción sobre Tombuctú era marroquí, y Mauritania misma era una dependencia de Marruecos, que investía sus emires.

Todas las rutas que atravesaban el Sáhara y comunicaban el oeste africano con el Mediterráneo estaban bajo control marroquí. Fue con estas realidades en la mano que Hassan II declaró que recuperando el Sáhara Occidental restablecía las raíces de un árbol cuyas ramas ascendían al Mediterráneo.

Con la legitimidad histórica y jurídica de la soberanía sobre las provincias del sur recuperadas de manos del poder colonial español en 1975, desde 2007 el Reino de Marruecos ofrece una amplia autonomía para el Sahara llamado Occidental, bajo su soberanía, dado que la reivindicación del referéndum de autodeterminación ha perdido vigencia ante las realidades geopolíticas y económicas del presente. Ha llegado la hora de aceptar la realidad que imponen las razones de la economía y la geopolítica como solución de un conflicto que al decir de Boudiaf, no tiene donde aterrizar.

La historia, la realidad geopolítica y el Sahara Occidental

El predicamento político de Marruecos en la escena internacional terminará por avalar sus derechos históricos sobre el Sahara
Luis Agüero Wagner
miércoles, 10 de agosto de 2016, 09:51 h (CET)
El pronunciamiento del Reino de Marruecos manifestando su voluntad de volver a la Unión Africana ha causado revuelo en las últimas semanas, y desesperación en los grupos que se abocaron a prolongar el anacrónico conflicto del Sahara. Un conglomerado variopinto de ONG y un extravagante aparato de propaganda política adicto al Polisario se han visto sorprendidos en este sentido por un giro inesperado, dado que más de treinta países de Africa han manifestado su deseo de expulsar a la fantasmática RASD del organismo regional, para que Marruecos sea reincorporado.

El Rey Mohamed VI de Marruecos, por su parte, ha manifestado que Marruecos no renuncia a sus derechos sobre el Sahara Occidental al reintegrar la Unión Africana, en clara alusión a que espera que prime la cordura y el organismo decida entre su Reino y una entidad ficticia carente de los atributos más básicos de soberanía, en este caso la RASD.

En el mismo sentido de lo señalado por el Rey de Marruecos, afirmaba un famoso historiador que una nación no es una entelequia suspendida fuera del tiempo, sino un árbol con raíces que se hunden en el pasado y un follaje que brota para arriba. La metáfora ayuda a comprender por qué la falta de raigambre histórica produce un complejo de inferioridad en algunos estados como el de Argelia, al que muchos franceses versados en historia del África consideran una simple invención del general De Gaulle. En contrapartida, Marruecos es un antiguo estado nación. Como referencia basta señalar que cuando Hugo Capeto era rey de Francia en el año 987, la monarquía marroquí ya tenía casi dos siglos de antigüedad. Este estratégico país del norte del Africa tuvo la mala fortuna de ser ampliamente amputado durante el período colonial, al este y el sur. Responsable de esta amputación fue en gran medida Francia, que le cercenó un gran territorio al este cuando creó Argelia, empujando al oeste las fronteras de Marruecos. Al sur Marruecos también sufrió una amplia amputación a manos de España, dando origen a una entidad que hoy muchos llaman Sáhara Occidental. En realidad, esta determinación de los españoles estaba cortando el eje que enlazaba del norte al sur al corazón de Marruecos con el valle del río Senegal y hasta con el bucle del río Níger.

Las raíces de varias dinastías de reyes marroquíes fueron así cortadas por esta ocupación española, que estableció en conjunto con la ocupación francesa unas fronteras artificiales, inventadas por los conquistadores europeos. La disputa con Argelia estaba cantada, dado que este país se había adjudicado el este de Marruecos hasta la región de Colomb Beshar (Béchar), que siempre había estado en territorio marroquí, al igual que Tinduf. Marruecos logró recuperar, sin embargo, la región sur de su territorio –el “Sahara Occidental”- que en medio de dudas, España buscaba independizar para conservar su influencia en África, desde siempre ligada a sentimientos nacionalistas del ejército español. Fue entonces que el rey Hasan II de Marruecos se dirigió a la Corte Internacional de Justicia, en respuesta a la pretensión española de crear una ficticia entidad llamada Sáhara Occidental, para inventar al sur de Marruecos un estado tan artificial como Argelia, creada por Francia. Para sobrevivir, el estado “saharaui” tendría que contar con apoyo de Madrid, y se convertiría en un estado frágil, inestable y totalmente dependiente de España. La posta intervencionista sería tomada por Argelia, que siempre padeció un complejo de inferioridad con respecto a Marruecos, sobre todo por su carencia de raigambre histórica para justificar su propia existencia como estado-nación. Aunque Túnez y Marruecos siempre existieron, cuando Francia llegó a lo que hoy es Argelia este país era una dependencia turca, totalmente disociada, y no existía un estado argelino aunque hubiera un reino de Tremecén y existieran otras entidades.

Para entender porqué Argelia no deseaba que Marruecos recupere el Sáhara Occidental, basta mirar a lo que hoy es el mapa político de África. Argelia es un país confinado al litoral mediterráneo, con un enorme apéndice creado con lápiz por De Gaulle, que penetra en el Sáhara hasta las proximidades del litoral Atlántico. Y aunque Marruecos no posea las riquezas que Francia descubrió en Argelia, posee una envidiable fachada atlántica. Tras recuperar el Sáhara Occidental, Marruecos quedó con miles de kilómetros de costas sobre ambos mares, en tanto Argelia está atrapada en el litoral del mar Mediterráneo, que en la práctica es lo mismo que un lago. Basta taponar el estrecho de Gibraltar para aislar completamente a los países de su litoral. Por esta razón Argelia apoyaba la creación de una entidad “saharaui” que le permitiría una desembocadura atlántica relativamente fácil, en tanto España conservaría la influencia en África tan sensible a su más radical nacionalismo. De cualquier manera, la reivindicación marroquí sobre el Sáhara es absolutamente incontestable. Nada más y nada menos que cinco dinastías reales marroquíes emergieron de lo que hoy se llama Sáhara Occidental, el gran sur saharaui. La primera de estas dinastías, por citar una, era la almorávide, que se extendía desde el valle del Senegal hasta el centro de España construyendo el imperio de las dos riberas, que era un imperio marroquí. También existían realidades políticas y económicas, como las que hoy inclinan la balanza a favor de Marruecos en la Unión Africana. Todo el valle del río Senegal y el valle del río Níger estaban orientados y pendientes de Marruecos. En el siglo XVI, incluso Tombuctú era una ciudad marroquí, y el rezo en esa ciudad se proclamaba en nombre del sultán de Marruecos. El mismo Pasha con jurisdicción sobre Tombuctú era marroquí, y Mauritania misma era una dependencia de Marruecos, que investía sus emires.

Todas las rutas que atravesaban el Sáhara y comunicaban el oeste africano con el Mediterráneo estaban bajo control marroquí. Fue con estas realidades en la mano que Hassan II declaró que recuperando el Sáhara Occidental restablecía las raíces de un árbol cuyas ramas ascendían al Mediterráneo.

Con la legitimidad histórica y jurídica de la soberanía sobre las provincias del sur recuperadas de manos del poder colonial español en 1975, desde 2007 el Reino de Marruecos ofrece una amplia autonomía para el Sahara llamado Occidental, bajo su soberanía, dado que la reivindicación del referéndum de autodeterminación ha perdido vigencia ante las realidades geopolíticas y económicas del presente. Ha llegado la hora de aceptar la realidad que imponen las razones de la economía y la geopolítica como solución de un conflicto que al decir de Boudiaf, no tiene donde aterrizar.

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