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Recordé años de vivencias indefinibles, y como si fuese ayer me encaminé al infierno del gran gueto malagueño, Los Asperones, acompañando a un amigo que, en silencio, lucha sin alardes por ellos, los desheredados.
En este primer cuarto del siglo XXI, el ocaso sigue presentando aires espeluznantes y he sentido aturdimiento ante la dantesca visión a que he sido sometido.
María y Ramón. Ramón y María. Gitanos ellos, conviven en “deshonra social” rodeados de tres hijos en una habitación ataúd de pocos metros cuadrados. Una cama sucia y amplia, sin obstáculos para la comunicación, es el centro de la depauperación. Una tripa de seco salchichón, una palangana y algunos anticuerpos flotando en el ambiente acompañaban a Ramón y María. Él, producto de una raza marginada y ella, subproducto del producto.
Bella, sin cosméticos, sonríe ante nuestra presencia. Ramón lo intenta, pero no sabe o no puede o no quiere. Viene del trullo y está a la espera de un nuevo juicio. Seguro que es un feo asunto de drogas. Ella, María, está “drogada” por él.
María es la perfección del rostro anémico. Su rostro aceitunado, con tonos de miseria y tristeza, ayuda a descubrir la serena mirada de sus cansados ojos, sonrientes hoy porque unos hombres han llegado como nuevos Reyes Magos.
Hice mi trabajo, capté la visión y regresé con mi amigo a tomar una copa… y otra.
¿Existe solución para María y Ramón en los Presupuestos Generales del Estado o en los corazones de las personas normales como usted o yo? ¿Estudiará el Pleno Municipal de los poderosos de Málaga con auténtica seriedad los problemas de Ramón y María? ¿Verá algún día el señor Obispo o el Nuncio de Su Santidad a los auténticos hijos del Pueblo de Dios?
Nada está realizado. Todo se encuentra por hacer. Algún día, no sé lo que tardaré, volveré al infierno de Los Asperones a visitar a los hijos del progreso.
Y ya, lo que son las cosas, se huele la feria malagueña de agosto.
’A porta gayola’. Entre taurinos, forma de recibir al toro cuando sale al ruedo. Wikipedia añade que es el lance en el que el torero espera al toro de rodillas enfrente de la puerta de toriles; antes de que el animal salga, y cuando se produce la embestida, lo burla con una larga cambiada. Espectacular y peligrosa, pues el animal puede salir deslumbrado y arrollar al torero sin ver ni obedecer al capote.
Vivimos en un país cainita que lleva toda la vida con sus habitantes tirándose los trastos a la cabeza. Desde que dimos el vuelco hacia la democracia, ya hace casi setenta años, vivimos en un ambiente político que se preocupa más de resaltar lo que nos separa, que de poner en marcha lo que nos une.
Está visto que nos necesitamos unos a otros. Además, cuidado con la hoguera que actives contra tu análogo, no sea que se extienda el fuego contra ti mismo. Al mismo tiempo, custodia tu codicia, puedes ascender pero también descender hasta arrastrarte. Únicamente quien sabe preservar lo ajeno puede salvaguardar lo propio.
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