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Bella, sin cosméticos, sonríe ante nuestra presencia

La cruda realidad que viven algunas personas

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Recordé años de vivencias indefinibles, y como si fuese ayer me encaminé al infierno del gran gueto malagueño, Los Asperones, acompañando a un amigo que, en silencio, lucha sin alardes por ellos, los desheredados.

En este primer cuarto del siglo XXI, el ocaso sigue presentando aires espeluznantes y he sentido aturdimiento ante la dantesca visión a que he sido sometido.

María y Ramón. Ramón y María. Gitanos ellos, conviven en “deshonra social” rodeados de tres hijos en una habitación ataúd de pocos metros cuadrados. Una cama sucia y amplia, sin obstáculos para la comunicación, es el centro de la depauperación. Una tripa de seco salchichón, una palangana y algunos anticuerpos flotando en el ambiente acompañaban a Ramón y María. Él, producto de una raza marginada y ella, subproducto del producto.

Bella, sin cosméticos, sonríe ante nuestra presencia. Ramón lo intenta, pero no sabe o no puede o no quiere. Viene del trullo y está a la espera de un nuevo juicio. Seguro que es un feo asunto de drogas. Ella, María, está “drogada” por él.

María es la perfección del rostro anémico. Su rostro aceitunado, con tonos de miseria y tristeza, ayuda a descubrir la serena mirada de sus cansados ojos, sonrientes hoy porque unos hombres han llegado como nuevos Reyes Magos.

Hice mi trabajo, capté la visión y regresé con mi amigo a tomar una copa… y otra.

¿Existe solución para María y Ramón en los Presupuestos Generales del Estado o en los corazones de las personas normales como usted o yo? ¿Estudiará el Pleno Municipal de los poderosos de Málaga con auténtica seriedad los problemas de Ramón y María? ¿Verá algún día el señor Obispo o el Nuncio de Su Santidad a los auténticos hijos del Pueblo de Dios?

Nada está realizado. Todo se encuentra por hacer. Algún día, no sé lo que tardaré, volveré al infierno de Los Asperones a visitar a los hijos del progreso.

Y ya, lo que son las cosas, se huele la feria malagueña de agosto.

La cruda realidad que viven algunas personas

Bella, sin cosméticos, sonríe ante nuestra presencia
José García Pérez
lunes, 8 de agosto de 2016, 09:35 h (CET)
Recordé años de vivencias indefinibles, y como si fuese ayer me encaminé al infierno del gran gueto malagueño, Los Asperones, acompañando a un amigo que, en silencio, lucha sin alardes por ellos, los desheredados.

En este primer cuarto del siglo XXI, el ocaso sigue presentando aires espeluznantes y he sentido aturdimiento ante la dantesca visión a que he sido sometido.

María y Ramón. Ramón y María. Gitanos ellos, conviven en “deshonra social” rodeados de tres hijos en una habitación ataúd de pocos metros cuadrados. Una cama sucia y amplia, sin obstáculos para la comunicación, es el centro de la depauperación. Una tripa de seco salchichón, una palangana y algunos anticuerpos flotando en el ambiente acompañaban a Ramón y María. Él, producto de una raza marginada y ella, subproducto del producto.

Bella, sin cosméticos, sonríe ante nuestra presencia. Ramón lo intenta, pero no sabe o no puede o no quiere. Viene del trullo y está a la espera de un nuevo juicio. Seguro que es un feo asunto de drogas. Ella, María, está “drogada” por él.

María es la perfección del rostro anémico. Su rostro aceitunado, con tonos de miseria y tristeza, ayuda a descubrir la serena mirada de sus cansados ojos, sonrientes hoy porque unos hombres han llegado como nuevos Reyes Magos.

Hice mi trabajo, capté la visión y regresé con mi amigo a tomar una copa… y otra.

¿Existe solución para María y Ramón en los Presupuestos Generales del Estado o en los corazones de las personas normales como usted o yo? ¿Estudiará el Pleno Municipal de los poderosos de Málaga con auténtica seriedad los problemas de Ramón y María? ¿Verá algún día el señor Obispo o el Nuncio de Su Santidad a los auténticos hijos del Pueblo de Dios?

Nada está realizado. Todo se encuentra por hacer. Algún día, no sé lo que tardaré, volveré al infierno de Los Asperones a visitar a los hijos del progreso.

Y ya, lo que son las cosas, se huele la feria malagueña de agosto.

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