A propósito de la prohibición del homenaje que se le quería rendir al escritor Agustín de Foxá en Sevilla, tengo que decir que me parece triste y lamentable. Si bien estoy de acuerdo con eliminar del callejero y de cualquier otro glosario los nombres de personajes que tan sólo deben su fama a su participación en el golpe militar contra la II República y deseo ferviertemente que, de una vez por todas, se ilegalicen los partidos neonazis, no entiendo que no se pueda homenajear a otros que han aportado su genio y talento para mejores causas.
Agustín de Foxá dejó una obra literaria de gran mérito. Se podrá estar o no de acuerdo con él, pero no se le puede negar el talento. Yo, hombre de izquierdas y anticapitalista convencido, me encuentro en las antípodas ideológicas del joven Agustín de Foxa, pero simpatizo con el adulto que confiesa: “Todas las revoluciones han tenido como lema una trilogía: libertad, igualdad, fraternidad fue de la Revolución francesa; en mis años mozos yo me adherí a la trilogía falangista que hablaba de patria, pan y justicia. Ahora, instalado en mi madurez proclamo otra: café, copa y puro.” (De vez en cuando no está mal cierta dosis de cordial escepticismo). Sevilla no debe intentar conciliar el rancio y deleznable señoritismo que aún soporta con el populismo de sainete de más reciente cuño. A los hombres de talento hay que conservarlos en la memoria como oro en paño, pues escasean. Ahora que nuestro presidente visita al gran Obama, me parece que viene muy al caso la respuesta que le dio don Agustín, en ocasión de la negociación de un crédito blando en los años 50, al Secretario de Estado de EEUU quien le hizo el siguiente comentario: “Ustedes los españoles, mucho meterse con los americanos pero hay que ver lo que les gustan los dólares”, a lo que el marqués de Armendáriz le contestó: “Sí, también nos gusta mucho el jamón ibérico pero no por eso nos acostamos con los cerdos”. Creo que Agustín de Foxá se merece un homenaje. Entre otras cosas porque como dijo él: "Soy conde, soy gordo, fumo puros; cómo no voy a ser de derechas." Al menos, era sincero (un buen ejemplo para los pijo-progres).