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Poema satírico

De portero a consejero

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Al vizcaíno García,

que lleva por nombre Koldo,

lo cubrirán con un toldo

para obviar su fechoría.


Ese toldo abarcaría,

a un Ábalos mudo y sordo,

que le hizo el “caldo gordo”

a su servil asistente

y un porvenir imponente

por la vía del “transbordo”.


También es bueno saber,

que el señor Koldo García,

pasó por la sacristía

de quien detenta el poder:

Y Sánchez lo hizo ascender,

a pesar de su semblante,

rústico y desafiante

nombrándolo con jactancia

el rey de su militancia

por ser de ella un gigante.


Y fue cajero ambulante

confidente y conductor,

de la Renfe, ¡qué dolor!

un consejero importante.


Cuando se vio en el pescante,

cerca de Simón e Illa,

encontró en la mascarilla

la ocasión más oportuna

de hacer una gran fortuna

para él y su chiquilla.

De portero a consejero

Poema satírico
Gabriel Muñoz Cascos
lunes, 26 de febrero de 2024, 09:31 h (CET)

Al vizcaíno García,

que lleva por nombre Koldo,

lo cubrirán con un toldo

para obviar su fechoría.


Ese toldo abarcaría,

a un Ábalos mudo y sordo,

que le hizo el “caldo gordo”

a su servil asistente

y un porvenir imponente

por la vía del “transbordo”.


También es bueno saber,

que el señor Koldo García,

pasó por la sacristía

de quien detenta el poder:

Y Sánchez lo hizo ascender,

a pesar de su semblante,

rústico y desafiante

nombrándolo con jactancia

el rey de su militancia

por ser de ella un gigante.


Y fue cajero ambulante

confidente y conductor,

de la Renfe, ¡qué dolor!

un consejero importante.


Cuando se vio en el pescante,

cerca de Simón e Illa,

encontró en la mascarilla

la ocasión más oportuna

de hacer una gran fortuna

para él y su chiquilla.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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