Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Viajando por las emociones | Coaching
Cuando nos sentimos melancólicos nuestro estado de ánimo suele asociarse a la tristeza

Melancolía y añoranza

|

Seguramente te habrás preguntado en múltiples ocasiones ¿Si se puede ser feliz y estar triste al mismo tiempo? Quizás porque entendemos que estar feliz y alegres significa lo mismo, sin embargo cuando estamos contentos o tristes nos referimos a un estado emocional que estemos viviendo muy relacionado con el momento o las circunstancias que estás viviendo en ese momento.

Sin embargo ser feliz va más allá y está relacionado con nuestro crecimiento personal, nos plantea el poder estar en constante cambio lo que implica una evolución como personas.

Hablar de la alegría o de la tristeza implica referirnos a estados emocionales básicos por los que atravesamos constantemente, las emociones forman parte de nuestra vida, pero la cultura nos ha acostumbrado a que podemos y debemos disfrutar de los momentos donde aparece la alegría ya que la vinculamos directamente a la felicidad; sin embargo, desde la psicología positiva abordamos también, aunque a algunos colegas les cueste entenderlo, la gestión de los momentos difíciles y luchamos contra esa tendencia social y cultural que nos hace huir de la tristeza ignorándola. Hablamos por tanto de esa gestión emocional que nos ayuda a crecer como personas.

Pero hoy me gustaría ir un poco más allá, abordando esos momentos más relacionados con la tristeza, me refiero a la melancolía como un elemento protector y constructor del cambio y por ende generadora de felicidad.

Sin duda alguna, cuando nos sentimos melancólicos nuestro estado de ánimo suele asociarse a la tristeza. Sin embargo, la melancolía nos lleva a recordar buenos tiempos del pasado. Un componente fundamental en las emociones es la memoria y en la melancolía va a jugar un elemento fundamental, cuando añoramos y nos ponemos melancólicos estamos reviviendo momentos felices que hemos experimentado con personas, entendemos que esos momentos nos hacen mejores personas y por tanto esos momentos nos construyen como personas.

Recordamos un viaje, una relación, a nuestra familia, rememoramos incluso situaciones donde entendemos que nos sentíamos felices. Todos atravesamos por esos momentos y eso en ocasiones nos duele pero al mismo tiempo nos genera la sensación de que esos momentos han sido nuestros, únicos y nos pertenecen. Que durante esos minutos donde hemos recordado y nos hemos puesto melancólicos nos hemos sentido bien.

Por lo tanto sentirse melancólico una tarde mientras miras viejas fotografías o una canción te lleva a recordar algún momento agradable, o simplemente un olor, una sensación, te trasladan a otro momento y nos genera esa sensación agradable. Es reconstructor en muchos momentos de soledad.

Pero sin embargo esta sensación se convierte en una constante en tu vida, estaríamos hablando de una marcada insatisfacción e infelicidad con el momento presente y eso genera tristeza. Nos centramos en lo que teníamos y no tenemos en este momento, las personas que nos faltan y que nos aportaban tanto a nuestra vida, ese trabajo que ya no tenemos, etcétera. En ese momento es bueno que acudas a un profesional que te va a ayudar a solucionar ese problema y reorganizar tu vida.

Es importante que veas que si tu vida es plena no es bueno que acudas constantemente a la pasado para recordártelo, acudir al pasado y sentir melancolía nos ayuda en momentos puntuales a sentirnos satisfechos y felices con nuestra vida. Pero siempre y cuando te ayude a potenciar tu felicidad presente y te permita al mismo tiempo salir del pasado y diseñar planes de futuro que enriquezcan tu vida.

Melancolía y añoranza

Cuando nos sentimos melancólicos nuestro estado de ánimo suele asociarse a la tristeza
José J. Rivero
martes, 12 de julio de 2016, 07:43 h (CET)
Seguramente te habrás preguntado en múltiples ocasiones ¿Si se puede ser feliz y estar triste al mismo tiempo? Quizás porque entendemos que estar feliz y alegres significa lo mismo, sin embargo cuando estamos contentos o tristes nos referimos a un estado emocional que estemos viviendo muy relacionado con el momento o las circunstancias que estás viviendo en ese momento.

Sin embargo ser feliz va más allá y está relacionado con nuestro crecimiento personal, nos plantea el poder estar en constante cambio lo que implica una evolución como personas.

Hablar de la alegría o de la tristeza implica referirnos a estados emocionales básicos por los que atravesamos constantemente, las emociones forman parte de nuestra vida, pero la cultura nos ha acostumbrado a que podemos y debemos disfrutar de los momentos donde aparece la alegría ya que la vinculamos directamente a la felicidad; sin embargo, desde la psicología positiva abordamos también, aunque a algunos colegas les cueste entenderlo, la gestión de los momentos difíciles y luchamos contra esa tendencia social y cultural que nos hace huir de la tristeza ignorándola. Hablamos por tanto de esa gestión emocional que nos ayuda a crecer como personas.

Pero hoy me gustaría ir un poco más allá, abordando esos momentos más relacionados con la tristeza, me refiero a la melancolía como un elemento protector y constructor del cambio y por ende generadora de felicidad.

Sin duda alguna, cuando nos sentimos melancólicos nuestro estado de ánimo suele asociarse a la tristeza. Sin embargo, la melancolía nos lleva a recordar buenos tiempos del pasado. Un componente fundamental en las emociones es la memoria y en la melancolía va a jugar un elemento fundamental, cuando añoramos y nos ponemos melancólicos estamos reviviendo momentos felices que hemos experimentado con personas, entendemos que esos momentos nos hacen mejores personas y por tanto esos momentos nos construyen como personas.

Recordamos un viaje, una relación, a nuestra familia, rememoramos incluso situaciones donde entendemos que nos sentíamos felices. Todos atravesamos por esos momentos y eso en ocasiones nos duele pero al mismo tiempo nos genera la sensación de que esos momentos han sido nuestros, únicos y nos pertenecen. Que durante esos minutos donde hemos recordado y nos hemos puesto melancólicos nos hemos sentido bien.

Por lo tanto sentirse melancólico una tarde mientras miras viejas fotografías o una canción te lleva a recordar algún momento agradable, o simplemente un olor, una sensación, te trasladan a otro momento y nos genera esa sensación agradable. Es reconstructor en muchos momentos de soledad.

Pero sin embargo esta sensación se convierte en una constante en tu vida, estaríamos hablando de una marcada insatisfacción e infelicidad con el momento presente y eso genera tristeza. Nos centramos en lo que teníamos y no tenemos en este momento, las personas que nos faltan y que nos aportaban tanto a nuestra vida, ese trabajo que ya no tenemos, etcétera. En ese momento es bueno que acudas a un profesional que te va a ayudar a solucionar ese problema y reorganizar tu vida.

Es importante que veas que si tu vida es plena no es bueno que acudas constantemente a la pasado para recordártelo, acudir al pasado y sentir melancolía nos ayuda en momentos puntuales a sentirnos satisfechos y felices con nuestra vida. Pero siempre y cuando te ayude a potenciar tu felicidad presente y te permita al mismo tiempo salir del pasado y diseñar planes de futuro que enriquezcan tu vida.

Noticias relacionadas

A quienes estamos convencidos de la iniquidad intrínseca de Sánchez, no nos va a confundir la supuesta “carta de amor” de este cateto personaje a su Begoña amada, redactada de su “puño y letra” (con sus tradicionales errores y faltas gramaticales) y exceso de egolatría.

Recuerdo con nostalgia la época en la que uno terminaba sus estudios universitarios y metía de lleno la cabeza en el mundo laboral. Ya no había marchas atrás. Se terminaron para siempre esos años de universitario, nunca más ya repetibles. Las conversaciones sobre cultura, sobre política, sobre música. Los exámenes, los espacios de relajamiento en la pradera de césped recién cortado que rodeaba la Facultad, los vinos en Argüelles, las copas en Malasaña...

Tras su inicial construcción provisional, el Muro de Berlín acabó por convertirse en una pared de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura, reforzado en su interior por cables de acero para así acrecentar su firmeza. Se organizó, asimismo, la denominada "franja de la muerte", formada por un foso, una alambrada, una carretera, sistemas de alarma, armas automáticas, torres de vigilancia y patrullas acompañadas por perros las 24 horas del día.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto