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Para muchos, es la obra maestra de uno de los gigantes de las letras contemporáneas

Del fin del “American Dream” de la posguerra a la cruda moral y el desencanto ideológico del orden prestablecido

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El fin del Sueño americano que transitó de la novela al cine, un viejo combate. Esta vez le toca al turno a la que, para muchos, es la obra maestra de uno de los gigantes de las letras contemporáneas: “Pastoral americana” (titulada acá “Fin del sueño americano”) de Philip Roth. En ella, “el sueco” Seymour Levov (Ewan McGregor), chico dorado de los suburbios de los años cincuenta, se casa con una Miss New Jersey (Jennifer Connelly) y deja atrás los complejos antisemitas que rondaban su vecindario. Luego se convierte en el exitoso heredero de una fábrica de finos guantes de cuero fundada por su padre, el primer Levov llegado al país donde los sueños se hacen realidad.


Este es también el debut tras las cámaras de McGregor, y pone en imágenes el violento derrumbe de una típica arcadia. El filme inicia entonces con campos verdes, ganados perfectos, parrilladas dominicales como rituales de una perfección cumplida. La iluminación cálida dialoga con los carteles publicitarios tan paradigmáticos del estilo de vida norteamericano propuesto en su boyante posguerra. El fotógrafo Martin Ruhe le aporta a este modelo estético una gama ligeramente otoñal, en consonancia con el aire nostálgico, rememorativo, del relato.


Nathan Zuckerman (David Strathairn), escritor que se entera del destino del “sueco” Levov en un reencuentro de promoción de la escuela, es el disparador de lo que es, también, un ambicioso racconto. Desde esta estrategia narrativa y el tono crepuscular de la luz, el signo de la fatalidad está allí, muy presente. Este rasgo se completa con el tartamudeo de Merry, hija única del matrimonio Levov, interpretada con brillo, como una niña de 12 años, por Hannah Nordberg.


Hasta allí, McGregor presenta a los personajes de un modo sugerente, en la medida que el tartamudeo de Merry funciona como eficaz signo de desestabilización, como fatídico anuncio del destino. Pero el relato de Roth es, por cierto, de aliento largo, casi épico. Y ese es el punto que parece poner en aprietos al guion de John Romano. La película debe saltar a los convulsos años sesenta. Y Merry, ahora interpretada por Dakota Fanning, se convierte en adolescente contestataria, identificada con los movimientos de protesta contra la guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles.


La calidad literaria de Roth asoma en los conflictos psicológicos sugeridos y la arcadia que se derrumba poco a poco, secundada por algunas líneas reflexivas en la voz de Strathairn. Pero los retratos de la sociedad norteamericana se hacen estrechos, muestran su insuficiencia para delinear los vericuetos de una historia que se va de las manos. El personaje principal, interpretado también por McGregor, no llega a calar. Sus esfuerzos histriónicos caen al vacío. No lo vemos madurar, evolucionar. No lo conocemos como hombre. A la vez, Connelly no es más que una sombra, cuando su papel es fundamental en la triangulación familiar que se pone en escena.


A pesar de sus defectos, “Fin del sueño americano” sostiene el interés en algunos personajes. Destacan dos: Valorie Curry, como una militante subversiva de juegos sádicos; y Fanning como la hija mutante, cruel, cuyas apariciones aportan lo más sentido del filme. Si Ridley Scott, en “El abogado del crimen” (2013), tomó el guion original del gran novelista Cormac McCarthy como camisa de fuerza, la película de McGregor tiene un problema diferente: sacrifica su profundidad en función a abarcar demasiado. “El fin del sueño americano” se convierte en la ilustración apretada de un libro, más que una obra fílmica con personalidad propia.


Título original: “American Pastoral”.


Género: Drama. País:


Estados Unidos, 2016.


Director: Ewan McGregor.


Actores: Ewan McGregor, Jennifer Connelly, Dakota Fanning, David Strathairn.


CONSIDERACIONES FINALES:


El fin del sueño americano no sólo es un emblemático film sino es la crónica y el retrato del desencanto y decepción de la sociedad norteamericana de la posguerra que transitó críticamente de mitificación de los valores de una generación de triunfadores a otra no precisamente de perdedores sino de expresiones culturales de contracorriente que interpretaron del derrumbe del American wife of life como una verdadera necesidad generacional que una hija se asume diferente e independiente ante la figura paternal no solo como una simple búsqueda existencial sino como un requerimiento de cambio social y estructural pacifista y antibelicista que cuestiona y pone en entredicho los valores tradicionales del modus vivendi y del confort que se han vuelto un verdadero espejismo para los rebeldes de las generaciones emergentes en la busca constante respuestas suficientes a los dilemas sociales y encrucijadas políticas.


El padre triunfador como empresario y deportista busca afanosamente a su hija que es acusada de terrorista y subversiva por colocar una bomba en la oficina postal del condado, hasta que la encuentra en un lugar marginal y clandestino, le pide que regrese y se reincorpore a su vida familiar anterior que estaba resuelta y llena de bienestar, sin embargo ella le explica sus motivos de su renuncia a ese establisment y rechaza el orden establecido, se retira y luego descubre que su esposa es sometida a cirugía plástica y rejuvenecimiento lo engaña con una pareja más joven, y ello hace que ese padre se asume consciente de la nueva realidad, sin embargo se mantienen separados y la hija regresa hasta que se presenta en el funeral del padre.

Del fin del “American Dream” de la posguerra a la cruda moral y el desencanto ideológico del orden prestablecido

Para muchos, es la obra maestra de uno de los gigantes de las letras contemporáneas
Óscar Padilla Lobato
sábado, 6 de enero de 2024, 19:13 h (CET)

El fin del Sueño americano que transitó de la novela al cine, un viejo combate. Esta vez le toca al turno a la que, para muchos, es la obra maestra de uno de los gigantes de las letras contemporáneas: “Pastoral americana” (titulada acá “Fin del sueño americano”) de Philip Roth. En ella, “el sueco” Seymour Levov (Ewan McGregor), chico dorado de los suburbios de los años cincuenta, se casa con una Miss New Jersey (Jennifer Connelly) y deja atrás los complejos antisemitas que rondaban su vecindario. Luego se convierte en el exitoso heredero de una fábrica de finos guantes de cuero fundada por su padre, el primer Levov llegado al país donde los sueños se hacen realidad.


Este es también el debut tras las cámaras de McGregor, y pone en imágenes el violento derrumbe de una típica arcadia. El filme inicia entonces con campos verdes, ganados perfectos, parrilladas dominicales como rituales de una perfección cumplida. La iluminación cálida dialoga con los carteles publicitarios tan paradigmáticos del estilo de vida norteamericano propuesto en su boyante posguerra. El fotógrafo Martin Ruhe le aporta a este modelo estético una gama ligeramente otoñal, en consonancia con el aire nostálgico, rememorativo, del relato.


Nathan Zuckerman (David Strathairn), escritor que se entera del destino del “sueco” Levov en un reencuentro de promoción de la escuela, es el disparador de lo que es, también, un ambicioso racconto. Desde esta estrategia narrativa y el tono crepuscular de la luz, el signo de la fatalidad está allí, muy presente. Este rasgo se completa con el tartamudeo de Merry, hija única del matrimonio Levov, interpretada con brillo, como una niña de 12 años, por Hannah Nordberg.


Hasta allí, McGregor presenta a los personajes de un modo sugerente, en la medida que el tartamudeo de Merry funciona como eficaz signo de desestabilización, como fatídico anuncio del destino. Pero el relato de Roth es, por cierto, de aliento largo, casi épico. Y ese es el punto que parece poner en aprietos al guion de John Romano. La película debe saltar a los convulsos años sesenta. Y Merry, ahora interpretada por Dakota Fanning, se convierte en adolescente contestataria, identificada con los movimientos de protesta contra la guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles.


La calidad literaria de Roth asoma en los conflictos psicológicos sugeridos y la arcadia que se derrumba poco a poco, secundada por algunas líneas reflexivas en la voz de Strathairn. Pero los retratos de la sociedad norteamericana se hacen estrechos, muestran su insuficiencia para delinear los vericuetos de una historia que se va de las manos. El personaje principal, interpretado también por McGregor, no llega a calar. Sus esfuerzos histriónicos caen al vacío. No lo vemos madurar, evolucionar. No lo conocemos como hombre. A la vez, Connelly no es más que una sombra, cuando su papel es fundamental en la triangulación familiar que se pone en escena.


A pesar de sus defectos, “Fin del sueño americano” sostiene el interés en algunos personajes. Destacan dos: Valorie Curry, como una militante subversiva de juegos sádicos; y Fanning como la hija mutante, cruel, cuyas apariciones aportan lo más sentido del filme. Si Ridley Scott, en “El abogado del crimen” (2013), tomó el guion original del gran novelista Cormac McCarthy como camisa de fuerza, la película de McGregor tiene un problema diferente: sacrifica su profundidad en función a abarcar demasiado. “El fin del sueño americano” se convierte en la ilustración apretada de un libro, más que una obra fílmica con personalidad propia.


Título original: “American Pastoral”.


Género: Drama. País:


Estados Unidos, 2016.


Director: Ewan McGregor.


Actores: Ewan McGregor, Jennifer Connelly, Dakota Fanning, David Strathairn.


CONSIDERACIONES FINALES:


El fin del sueño americano no sólo es un emblemático film sino es la crónica y el retrato del desencanto y decepción de la sociedad norteamericana de la posguerra que transitó críticamente de mitificación de los valores de una generación de triunfadores a otra no precisamente de perdedores sino de expresiones culturales de contracorriente que interpretaron del derrumbe del American wife of life como una verdadera necesidad generacional que una hija se asume diferente e independiente ante la figura paternal no solo como una simple búsqueda existencial sino como un requerimiento de cambio social y estructural pacifista y antibelicista que cuestiona y pone en entredicho los valores tradicionales del modus vivendi y del confort que se han vuelto un verdadero espejismo para los rebeldes de las generaciones emergentes en la busca constante respuestas suficientes a los dilemas sociales y encrucijadas políticas.


El padre triunfador como empresario y deportista busca afanosamente a su hija que es acusada de terrorista y subversiva por colocar una bomba en la oficina postal del condado, hasta que la encuentra en un lugar marginal y clandestino, le pide que regrese y se reincorpore a su vida familiar anterior que estaba resuelta y llena de bienestar, sin embargo ella le explica sus motivos de su renuncia a ese establisment y rechaza el orden establecido, se retira y luego descubre que su esposa es sometida a cirugía plástica y rejuvenecimiento lo engaña con una pareja más joven, y ello hace que ese padre se asume consciente de la nueva realidad, sin embargo se mantienen separados y la hija regresa hasta que se presenta en el funeral del padre.

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