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Opinión
Etiquetas | Conflicto palestino-israelí | Gaza | Hamás | Geopolítica | Víctimas
Los pobres ciudadanos de la Franja de Gaza no son más que monedas de cambio. Peleles de los intereses geopolíticos

​Una simple pregunta, ¿Palestina o Israel?

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Miles de veces me he propuesto escribir sobre el conflicto palestino israelí, como consecuencia de la actual masacre realizada por el grupo terrorista Hamás en el desierto de Neguev coincidiendo con la festividad judía del Sukkot. Pero tantas veces como me lo propuse, tantas desistí por tener claro que mis intenciones acabarían embadurnadas de lodo, ira, venganza, y sucios intereses geopolíticos.


Nuestro mundo, el que vivimos actualmente, es un mundo polarizado, donde no existen las gamas de opiniones y tonalidades. O se es negro o se es blanco. O se es de izquierdas o se es de derechas. O se es comunista o se es neoliberal. O se es musulmán o se es judío. No valen las posiciones intermedias. Eso que Aristóteles llamaba el justo medio: el punto exacto para ser guiado por la razón.


Israel foto de Ron Robe


El conflicto palestino israelí se viene arrastrando desde que el 14 de mayo de 1948, momento en que Israel proclamó su independencia, amparado por el dominio del imperio británico en Oriente Próximo.


Después de la Segunda Guerra Mundial, fueron varias las opciones que se barajaron para buscar un hogar a todos aquellos judíos que habían sido perseguidos cruelmente por Hitler. Entre ellas surgieron varios puntos de América del Sur, como la Guayana, pero finalmente se decidieron por una región que tiene que ver con el Antiguo Testamento que indicaba que esa, Palestina, era la Tierra Prometida por Dios al primer patriarca, Abraham y a sus descendientes: «Yo soy Jehová, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia» (Génesis 28:13).


Un año antes, en 1947, la Organización de Naciones Unidas propuso la solución de los dos estados o más conocida como Resolución 181, la cual optó por dividir Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío. Dicha resolución estaba amparada tanto por Estados Unidos como por la Unión Soviética. La Resolución de 181establecería la división de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, con un régimen internacional especial para Jerusalén.


Fue el mismo día, 14 de mayo de 1948, en que Israel declaró su independencia, cuando lo ejércitos árabes vecinos atacaron al nuevo estado judío y se dio comienzo a la primera guerra árabe-israelí. El 15 de mayo el imperio británico declaró la expiración del Mandato y se retiró oficialmente de Palestina. A partir de entonces, aquel punto del mundo se convirtió en un enorme punto de conflictos con miles de muertos civiles. Guerras como el Yon Kipur, sublevaciones, intifadas, atentados terroristas, desplazamientos, venganzas, masacre, refugiados; fueron las claves para sembrar de odio irreconciliable a dos civilizaciones. La semilla del mal se plantó en el desierto para florecer en todas y cada una de las generaciones venideras.


Palestina libre foto de  timo


Y dicho esto, nos trasladamos a la actualidad, a 2023, el momento en que Hamás realiza el sangriento acto terrorista en el desierto de Neguev. El estado de Palestina ha quedado reducido a la Franja de Gaza y a Cisjordania. Pero es quizá la Franja de Gaza el auténtico polvorín en el conflicto actual. La franja de Gaza es un pequeño territorio de unos 41 kilómetros de largo y una anchura de entre 6 y 12 kilómetros, es decir una superficie total de 362 kilómetros cuadrados. Es un territorio que se encuentra controlado por Hamás. Porque cuando en 2006 Hamás ganó las elecciones legislativas de Palestina —ojo, democráticamente electo—, el partido político derrotado Fatah se negó a entrar en coalición con Hamás. No obstante Arabia Saudí logró cerrar entre ellos un acuerdo de gobierno, el cual fue torpedeado por Israel y Estados Unidos, lo cual llevó a crear un gobierno sin Hamás en Cisjordania y quedando la Franja de Gaza como el único territorio gobernado por quien había ganado las elecciones. Fatah se negó a aceptar la administración de Hamás. Pero este último venció en el conflicto y expulsó de la Franja a los funcionarios partidarios de Fatah y a los miembros de los cuerpos de seguridad de la Autoridad Nacional Palestina. Desde entonces Hamás es el partido único a cargo de la administración de este territorio costero y limítrofe con Israel, tras haber ejercido el cierre de periódicos, acoso a periodistas y prohibir las manifestaciones de Fatah, ni tan siquiera para recordar el aniversario de la muerte de Yassir Arafat.


Actualmente, los principales puntos para entrar o salir de la Franja son el paso de Erez, al Norte, conectado con Israel; y el paso de Rafah, al sur, que conecta con Egipto. Israel controla la frontera norte y este, así como las aguas territoriales y el espacio aéreo de Gaza. Es decir, la Franja de Gaza es un terreno ahogado, condenado a la subsistencia, dedicado al cultivo para la supervivencia y a una economía autárquica, aunque en sus tierras se hubiera descubierto importantes yacimientos de gas, que por supuesto no se pueden explotar. Pero para más inri, el único río que atraviesa la Franja y que nace en Israel es controlado por estos. Hasta el punto de que en 1967 el primer ministro israelí Levi Eshkol sugirió la idea de que los gazatíes se irían por sí mismos si Israel restringiera radicalmente el acceso a los acuíferos afirmando, literalmente: «Quizás, si no les damos suficiente agua no tendrán más opción, porque los huertos se marchitarán y morirán».


El 30 de marzo de 2018, durante la marcha de la Tierra Palestina, la llamada Marcha del Retorno, miles de palestinos participaron en esa campaña frente a la frontera israelí de Gaza. El resultado fue una auténtica masacre entre los palestinos muertos, médicos, periodistas, discapacitados y con al menos 29.000 manifestantes que resultaron heridos según las fuentes de The Guardian.


En febrero de 2019, una comisión de investigación de Naciones Unidas concluía que la violencia perpetrada por Israel durante las manifestaciones en las inmediaciones de Gaza podía «constituir crímenes de guerra o crímenes de lesa humanidad».


Nadie puede negar la fortaleza del pueblo judío. Su decisión de armarse hasta los dientes para por vivir en paz, y más aún después de haber sufrido un imborrable Holocausto. Más aún cuando por segunda vez pensó que podría desaparecer tras la declaración de la guerra del Yon Kipur. Nadie puede negar que la actual masacre realizada por el grupo terrorista Hamás en el desierto de Neguev coincidiendo con la festividad judía del Sukkot, es un hecho injustificable y cruento. Un hecho que debe tener su severa respuesta. Pero ¿cómo y contra quién?


¿Contra los ciudadanos de la franja de Gaza? ¿Contra esas personas que se dedican a mendigar para salir adelante y alimentar a sus hijos? ¿Cuál es la única salida que se le da, si sabe que nunca podrán prosperar? Si son conscientes de que vivir en la Franja de Gaza es estar condenado en vida. Es morir en vida. ¿Qué única salida le queda? ¿La falsa esperanza que le promete Hamás de un territorio libre? ¿Empuñar las armas y morir matando? ¿Qué ocasionará Israel con los bombardeos indiscriminados? ¿Qué provocará con la destrucción coyuntural de casas y hospitales, además de esas instituciones de Hamás y sus túneles de escondrijos terroristas? ¿Aniquilar a los terroristas que se esconden como alimañas o generar más odio entre la simple población? ¿A quién le interesa parar esto? ¿A Putin? ¿A Biden? ¿A las dictaduras árabes que tienen a sus ciudadanos como vasallos feudales bajo el yugo de leyes islámicas fundamentalistas?


Los pobres ciudadanos de la Franja de Gaza no son más que monedas de cambio. Peleles de los intereses geopolíticos cuyas vidas no valen más que las de las propias ratas que se mueven, ahora, entre cadáveres y mutilados.

​Una simple pregunta, ¿Palestina o Israel?

Los pobres ciudadanos de la Franja de Gaza no son más que monedas de cambio. Peleles de los intereses geopolíticos
Vicente Manjón Guinea
jueves, 14 de diciembre de 2023, 09:09 h (CET)

Miles de veces me he propuesto escribir sobre el conflicto palestino israelí, como consecuencia de la actual masacre realizada por el grupo terrorista Hamás en el desierto de Neguev coincidiendo con la festividad judía del Sukkot. Pero tantas veces como me lo propuse, tantas desistí por tener claro que mis intenciones acabarían embadurnadas de lodo, ira, venganza, y sucios intereses geopolíticos.


Nuestro mundo, el que vivimos actualmente, es un mundo polarizado, donde no existen las gamas de opiniones y tonalidades. O se es negro o se es blanco. O se es de izquierdas o se es de derechas. O se es comunista o se es neoliberal. O se es musulmán o se es judío. No valen las posiciones intermedias. Eso que Aristóteles llamaba el justo medio: el punto exacto para ser guiado por la razón.


Israel foto de Ron Robe


El conflicto palestino israelí se viene arrastrando desde que el 14 de mayo de 1948, momento en que Israel proclamó su independencia, amparado por el dominio del imperio británico en Oriente Próximo.


Después de la Segunda Guerra Mundial, fueron varias las opciones que se barajaron para buscar un hogar a todos aquellos judíos que habían sido perseguidos cruelmente por Hitler. Entre ellas surgieron varios puntos de América del Sur, como la Guayana, pero finalmente se decidieron por una región que tiene que ver con el Antiguo Testamento que indicaba que esa, Palestina, era la Tierra Prometida por Dios al primer patriarca, Abraham y a sus descendientes: «Yo soy Jehová, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia» (Génesis 28:13).


Un año antes, en 1947, la Organización de Naciones Unidas propuso la solución de los dos estados o más conocida como Resolución 181, la cual optó por dividir Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío. Dicha resolución estaba amparada tanto por Estados Unidos como por la Unión Soviética. La Resolución de 181establecería la división de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, con un régimen internacional especial para Jerusalén.


Fue el mismo día, 14 de mayo de 1948, en que Israel declaró su independencia, cuando lo ejércitos árabes vecinos atacaron al nuevo estado judío y se dio comienzo a la primera guerra árabe-israelí. El 15 de mayo el imperio británico declaró la expiración del Mandato y se retiró oficialmente de Palestina. A partir de entonces, aquel punto del mundo se convirtió en un enorme punto de conflictos con miles de muertos civiles. Guerras como el Yon Kipur, sublevaciones, intifadas, atentados terroristas, desplazamientos, venganzas, masacre, refugiados; fueron las claves para sembrar de odio irreconciliable a dos civilizaciones. La semilla del mal se plantó en el desierto para florecer en todas y cada una de las generaciones venideras.


Palestina libre foto de  timo


Y dicho esto, nos trasladamos a la actualidad, a 2023, el momento en que Hamás realiza el sangriento acto terrorista en el desierto de Neguev. El estado de Palestina ha quedado reducido a la Franja de Gaza y a Cisjordania. Pero es quizá la Franja de Gaza el auténtico polvorín en el conflicto actual. La franja de Gaza es un pequeño territorio de unos 41 kilómetros de largo y una anchura de entre 6 y 12 kilómetros, es decir una superficie total de 362 kilómetros cuadrados. Es un territorio que se encuentra controlado por Hamás. Porque cuando en 2006 Hamás ganó las elecciones legislativas de Palestina —ojo, democráticamente electo—, el partido político derrotado Fatah se negó a entrar en coalición con Hamás. No obstante Arabia Saudí logró cerrar entre ellos un acuerdo de gobierno, el cual fue torpedeado por Israel y Estados Unidos, lo cual llevó a crear un gobierno sin Hamás en Cisjordania y quedando la Franja de Gaza como el único territorio gobernado por quien había ganado las elecciones. Fatah se negó a aceptar la administración de Hamás. Pero este último venció en el conflicto y expulsó de la Franja a los funcionarios partidarios de Fatah y a los miembros de los cuerpos de seguridad de la Autoridad Nacional Palestina. Desde entonces Hamás es el partido único a cargo de la administración de este territorio costero y limítrofe con Israel, tras haber ejercido el cierre de periódicos, acoso a periodistas y prohibir las manifestaciones de Fatah, ni tan siquiera para recordar el aniversario de la muerte de Yassir Arafat.


Actualmente, los principales puntos para entrar o salir de la Franja son el paso de Erez, al Norte, conectado con Israel; y el paso de Rafah, al sur, que conecta con Egipto. Israel controla la frontera norte y este, así como las aguas territoriales y el espacio aéreo de Gaza. Es decir, la Franja de Gaza es un terreno ahogado, condenado a la subsistencia, dedicado al cultivo para la supervivencia y a una economía autárquica, aunque en sus tierras se hubiera descubierto importantes yacimientos de gas, que por supuesto no se pueden explotar. Pero para más inri, el único río que atraviesa la Franja y que nace en Israel es controlado por estos. Hasta el punto de que en 1967 el primer ministro israelí Levi Eshkol sugirió la idea de que los gazatíes se irían por sí mismos si Israel restringiera radicalmente el acceso a los acuíferos afirmando, literalmente: «Quizás, si no les damos suficiente agua no tendrán más opción, porque los huertos se marchitarán y morirán».


El 30 de marzo de 2018, durante la marcha de la Tierra Palestina, la llamada Marcha del Retorno, miles de palestinos participaron en esa campaña frente a la frontera israelí de Gaza. El resultado fue una auténtica masacre entre los palestinos muertos, médicos, periodistas, discapacitados y con al menos 29.000 manifestantes que resultaron heridos según las fuentes de The Guardian.


En febrero de 2019, una comisión de investigación de Naciones Unidas concluía que la violencia perpetrada por Israel durante las manifestaciones en las inmediaciones de Gaza podía «constituir crímenes de guerra o crímenes de lesa humanidad».


Nadie puede negar la fortaleza del pueblo judío. Su decisión de armarse hasta los dientes para por vivir en paz, y más aún después de haber sufrido un imborrable Holocausto. Más aún cuando por segunda vez pensó que podría desaparecer tras la declaración de la guerra del Yon Kipur. Nadie puede negar que la actual masacre realizada por el grupo terrorista Hamás en el desierto de Neguev coincidiendo con la festividad judía del Sukkot, es un hecho injustificable y cruento. Un hecho que debe tener su severa respuesta. Pero ¿cómo y contra quién?


¿Contra los ciudadanos de la franja de Gaza? ¿Contra esas personas que se dedican a mendigar para salir adelante y alimentar a sus hijos? ¿Cuál es la única salida que se le da, si sabe que nunca podrán prosperar? Si son conscientes de que vivir en la Franja de Gaza es estar condenado en vida. Es morir en vida. ¿Qué única salida le queda? ¿La falsa esperanza que le promete Hamás de un territorio libre? ¿Empuñar las armas y morir matando? ¿Qué ocasionará Israel con los bombardeos indiscriminados? ¿Qué provocará con la destrucción coyuntural de casas y hospitales, además de esas instituciones de Hamás y sus túneles de escondrijos terroristas? ¿Aniquilar a los terroristas que se esconden como alimañas o generar más odio entre la simple población? ¿A quién le interesa parar esto? ¿A Putin? ¿A Biden? ¿A las dictaduras árabes que tienen a sus ciudadanos como vasallos feudales bajo el yugo de leyes islámicas fundamentalistas?


Los pobres ciudadanos de la Franja de Gaza no son más que monedas de cambio. Peleles de los intereses geopolíticos cuyas vidas no valen más que las de las propias ratas que se mueven, ahora, entre cadáveres y mutilados.

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