Juan Manuel de Prada escribe en uno de los semanales recientes un estupendo artículo, -EXPLORADORES-, con referencias a fases exploratorias de su hija, aplicables a cualquier niño; amplian sus sensaciones, la percepción de su mundo, con una secuencia lógica en el crecimiento de cada ser humano. Se suman fases entrañables, que cualquier padre habrá podido disfrutar con sus pequeños. La atención prestada a esas situaciones no es la misma en todos los casos; y el disfrute de sus sensaciones tampoco. Después ya será demasiado tarde, son irrepetibles y el tiempo transcurre sin remisión; no se consigue la vuelta atrás. Suceden encuentros y desencuentros sin fin en torno a las relaciones entre personas.
Transcurren una serie de pasos sucesivos en el APRENDIZAJE, en ellos, la curiosidad innata es imprescindible; siendo portadores los niños de una buena carga instintiva en este sentido. Transcurre con una nerviosa inquietud que todo lo remueve, con unos primeros movimientos de adaptación, salpicados de alguna refriega; pero con el gozo inigualable de los descubrimientos, pequeños y grandes, puesto que no se trata de una cuestión de tamaños. El detalle minúsculo puede arrastrar consigo las mayores maravillas.
Si es un requerimiento importante esa indagación propia de los pequeños. Si desde el carácter instintivo hasta las primeras percepciones constituyen un impulso crucial. A nadie se nos escapa la importancia del ACOMPAÑAMIENTO, con todas sus circunstancias y variables. El cariño, la dedicación, el desdén, las actitudes hostiles o la simple indiferencia dejan su sello; y lo que será mejor o peor, según los procesos derivados, las consecuencias a medio plazo. Ahora se cuida poco ese complemento de apoyo, se propaga la idea de que cada uno experimente por su cuenta, sin cortapisas de ningún género. Luego se echa en falta la suficiente maduración de las cualidades personales.
Sigue siendo un misterio el por qué no tomaremos alguna vez en serio minucias como las comentadas, como las compañías mencionadas. Su pequeñez no disminuye un ápice la importancia de que son portadoras. Constituyen una clave básica para la CONVIVENCIA. A poco que lo analicemos, veremos que esto es así para los pequeños, los medianos, mayores y hasta para los no nacidos todavía. Las repercusiones y sus consecuencias se ponen de manifiesto en cualquier circunstancia. Con mejores cuidados conseguiríamos enormes satisfacciones. De ahí el contraste por la escasa atención prestada a dichos menesteres.
¿Hablamos entonces de los más pequeños en exclusiva? ¿Todo estará solucionado si delegamos en la escuela y nos desentendemos personalmente del asunto? Pronto nos apercibiremos de que son aspectos importantes para gentes de edad y condiciones diversas. Echemos un vistazo a lo que ocurre con las EDADES AVANZADAS … ¿Qué actitudes se encogen? ¿Algunos continuarán ampliando aquellos horizontes que se iniciaban con la infancia? ¿Hasta que punto se es consciente de ello? Con toda nitidez nos damos cuenta de las carencias relacionadas con los acompañamientos, las soledades se imponen, la gente mayor queda aparcada. La práctica habitual saca muy poco a relucir cualidades como las reseñadas.
Aunque sean circunstancias totalmente distintas, también en la EVOLUCIÓN EMBRIONARIA se amplian las fases progresivamente. ¿Con una determinada consciencia? Con un ensamblaje radical ligado a la persona futura. Son fases en las cuales los apoyos se tornan más imprescindibles que nunca. Pues bien, el talante de amplios sectores sociales y los dicterios a nivel del gobierno, persisten en la nula consideración con respecto a las evoluciones del embrión. En vez de una línea de colaboración con el nuevo ser en pleno desarrollo, se pasa a considerarlo como unas simples células vivas sin mayor importancia; como si el valor y significado de las mismas fuera manipulable, como si dependiera de la opinión del gobernante de turno. Cuando es precisamente al revés, cada día se conocen científicamente nuevas relaciones entre los cuidados de la madre y el feto, así como las derivadas de las influencias ambientales.
Estas si que son las auténticas EDADES de cada mujer y de cada hombre. Estamos incompletos por cualquier faceta que se nos mire, después de disponer de algunas cualidades, descubrimos unas amplias fronteras que nunca ocupamos del todo. Es un motivo suficiente para anhelar la colaboración suficiente de las demás personas, en el intento de alcanzar las mejores cotas de bienestar. En cada faceta y en cada momento de la vida serán distintas las carencias, por lo tanto se requerirán apoyos adecuados a esas fallas, a esas debilidades o carencias.
Uno de los horizontes en el cual nos mostramos muy desconcertados es el de las cualidades, son difíciles de medir y en cada individuo se manifiestan con notables variaciones. Es suficiente la observación cotidiana para la ratificación del desconcierto mencionado.
Una de las características constituyentes de los seres humanos, de hoy y de siempre, gira en torno al bien y el mal, eterna cuestión que nos abruma constantemente. Solemos hablar de hombres de BIEN y hombres con fuerte tendencia a la MALDAD. Aunque cueste definirlos, es de las cosas apreciadas con facilidad; con la dificultad de su manifestación irregular, a ratos, unas veces dirigidos al bien, otras intrigantes y maliciosos. Mezclas demasiado frecuentes para una feliz convivencia. Aquí se refleja también la imagen de estar colocados en el filo de la navaja. En dicha inestabilidad se perfila una tarea de elección continuada, para la que no disponemos de soluciones claras ni permanentes. El enigma se retrotrae en el abismo hondo de los tiempos.
Son encrucijadas complejas, pero decisivas. Para afrontarlas, entre unos y otros, vuelve a notarse la necesidad de un acompañamiento eficaz. Se requiere algún tipo de EDUCACIÓN permanente, con la creatividad necesaria para atender a los problemas de la vida diaria. No es una tarea exclusiva de la escuela, en los diferentes núcleos de la sociedad es imprescindible el aprendizaje continuado; nunca se acaba de perfilar los detalles que inclinen la balanza hacia la bondad. Precisamente, el abandono y la desconsideración nos precipitan hacia conductas despreciables que vemos todos los días. Violencias físicas y en el trato crispado, como grados extremos; aunque la maldad, también se disfraza con muchas otras caretas. Esa educación exige tenacidad,
Del esmero en los cuidados dependerá una orientación u otra en nuestras maneras, y las consecuencias de las acciones que hayamos realizado. Siempre con el carácter aventurero, sugestivo y hasta fascinante; aunque azaroso y con riesgos. Bien llevados, nos abren la espita del buen ánimo. La desconsideración conduce al desconcierto y a que los horizontes vitales se resquebrajen.
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