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Consejos para la vida laboral (II)

Helena Trujillo (Málaga)
Redacción
viernes, 26 de junio de 2009, 03:35 h (CET)
Podría decirse que el cotilleo es casi un deporte nacional. Cuánto nos gusta cuchichear de nuestros compañeros de trabajo, criticarlos a sus espaldas, hablar mal de ellos, opinar esto y lo otro, pero nunca a la cara. Estos comportamientos, como digo, tan extendidos, hacen un gran mal en el entorno de trabajo. Acaban generando camarillas, desconfianza, inseguridad y, a la larga, pueden acabar con los buenos resultados laborales.

Imagínense varios socios que en lugar de reunirse y poner en común sus ideas sobre la empresa, sus dudas, sus puntos de vista, van hablando de forma informal con uno y con otro, poniendo a caldo a los demás a sus espaldas. La desconfianza está servida. Ningún crecimiento grupal y empresarial es posible de esta forma. Todo crecimiento tiene que ver con alguna ley. Un grupo, una empresa, implica obligaciones, trae aparejado una ética. No puedo pensar sólo en mí. No puedo pensar sólo en mi bienestar, si no en el bienestar de muchos.
Estas conductas individualistas, esta ausencia de leyes que regulen el funcionamiento grupal, son el caldo de cultivo de rencillas personales y traiciones económicas. En lugar de unir fuerzas a favor del correcto funcionamiento de la empresa, cada socio desarrolla sus propias tendencias personales y caprichosas y refleja en los otros los errores que no puede asumir en sí mismo.

Para corregir estos comportamientos es preciso asumir pactos, regular la comunicación, asumir el respeto como regla a favor de un bien común.

Habitualmente muchos practican la callada por respuesta con el objeto de evitar disputas, esa no es la solución. En el entorno laboral es preciso comunicarse adecuadamente, saber escuchar y comunicar oportunamente las ideas propias.

Las reuniones frecuentes son muy positivas para fomentar la puesta en común de ideas y la toma de decisiones. Hay que reconocer que no será tarea fácil, pues hemos de legislar nuestras tendencias egoístas y nuestro afán de tener siempre la razón. A veces, para que las cosas funcionen, hay que aceptar otras ideas porque sólo se puede avanzar con el acuerdo de todos. El error no debe ser desterrado, sino considerado como una oportunidad para estudiar qué es preciso mejorar. En lugar de criticarse, ofrecer nuestros conocimientos para que sean tenidos en consideración. Juntos es posible.

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Helena Trujillo Luque. Psicoanalista-Profesora del Departamento de Formación Empresarial Grupo Cero. Málaga.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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